¿Qué va a pasar en Alicante el 7 de agosto? Por lo pronto, que se anuncia José Tomás con cuatro toros para él solito. El José Tomás más individualista, el más despegado del sistema, el menos generoso con los colegas de todos los josetomases que hemos visto a lo largo de estos 32 años de carrera que le platean el flequillo. Porque si había algo que caracterizaba a José Tomás era su generosidad con los compañeros, material y emotiva. Estar en un cartel con el monstruo de Galapagar garantizaba vivir una tarde la grandeza del toreo, aunque no se volviese ni a oler en la carrera de alguno.
Pero ese JT –que seguro que firma el domingo otra tarde del figurón de época que es- no es el que se anunció en Jaén ni el que se contrata en Alicante. Este JT aparenta exprimir su aura, rentabilizar su estela para él solito, como si quisiera saborear las últimas mieles del que se sabe humano y perecedero, pese a lo que su mito diga. Este JT sabe a despedida y a anhelo de reaparición, pero cada vez más desesperanzado. Porque los años pasan, y un mito sólo puede irse con una tarde en sazón. Lo demás sobraría. Sería tan desproporcionadamente cruel con su figura y su leyenda que nadie creería un final así. Pero posible… claro que es posible.
Por eso la de Alicante el domingo puede ser una plaza decisiva. Decisiva porque provoque una decisión a posteriori que tendrá mucho que ver con lo que suceda en el ruedo. Y no se refiere a lo que se desarrolle delante del toro, eso se presupone bueno como el valor en los soldados. Toca más el terreno de las emociones, de las sensaciones y de las cosquillas que se sienten en la barriga cuando uno está dispuesto a dar mucho más de lo que recibe. Pero esa intención cada año que pasa es más incontrolable. Y uno se imagina a José Tomás como si los años no pasasen por él, como si fuera el rostro eterno del baile con la muerte, sin edad ni derecho a la temporalidad. Pero sigue siendo un hombre. Que envejece y respira, y que siente el dolor como cualquiera de nosotros, aunque lo procese de otra forma.
Y es cierto que nunca ha pisado una plaza dejando de parecer el torero que se morirá siendo. Hubiera sido un sacrilegio violar su imagen de samurái viviente y casi conservado en formol en una sociedad que se le entrega, pese a abominar de cualquier otro elemento que tenga que ver con la tauromaquia. JT se convirtió en el mesías una tarde de junio de 2007 en Barcelona, cuando regresaba tras cinco años siendo un particular. Y desde entonces han pasado quince años de gestos, gestas y jalones irrenunciables en el camino de la historia de la tauromaquia. Pero ¿lo sigue disfrutando como hace años? ¿Le sigue motivando enfundarse el chispeante para ofrecer su vida al aficionado que viaja por verlo? Sólo él lo sabe.
Por eso es sólo él –y a lo mejor ni siquiera- el que sabe si el domingo se tomarán decisiones en su carrera, pero posible… es posible. Y probable. Y hasta rogable que decida –porque sólo cuando no esté nos daremos cuenta de lo que es vivir su presencia-. Pero, si puede ser, que decida dónde será la próxima. Y allí estaremos con él.