Hay historias del campo bravo que nunca dejarán de sorprendernos, esas que ocurren en la intimidad, únicamente con unos privilegiados que pueden disfrutar de instantes tan efímeros como únicos, porque el toreo es el arte de lo efímero. Esta historia no ocurrió en una plaza de tientas propiamente dicha, sino en un ruedo de una plaza de toros. No fue una tarde al uso, ni un festejo donde más de diez mil almas abarrotaran la plaza, fue un día de entrenamiento, de preparación de cara a un festejo de gran importancia para el de Galapagar.
Ocurrió en la plaza de toros madrileña de Valdemorillo; allí José Tomás se disponía a torear, como si de un festejo de luces se tratase, varios animales de cara a su reaparición en Jaén tras la pandemia. Uno de esos ganaderos a los que acudió el madrileño fue Javier Núñez, el cual llevaría sin percatarse un toro con un nombre muy conocido para los aficionados al mundo del toro: ‘Navegante’, curiosamente el mismo que el del animal que estuvo a punto de quitarle la vida a José Tomás en el año 2011 en la plaza mexicana de Aguascalientes.
En una de sus continuas publicaciones en redes sociales, el ganadero gaditano Javier explicó la historia de “Navegante, un toro que toreó a puerta cerrada José Tomás en la plaza de toros de Valdemorillo como preparación para su tarde en Jaén el pasado año. Un toro hijo del 17 “Abandonado”, uno de los sementales estrella de la casa que murió el pasado verano. Fue un ejemplar que dejó como legado 9 sementales en las vacas, 66 hijos vivos y 48 vacas madres, más aquellos machos y hembras que nacerán a partir de octubre”.
Un toro con una preciosa historia detrás que el propio ganadero quiso contarnos a través de sus redes sociales. Un animal con el mismo nombre que aquel que le infirió la cornada más grave de su carrera al diestro madrileño, un espada que unos diez años después se encontraría con otro Navegante al otro lado del charco, un toro que ya padrea en una casa donde morirá de viejo. La vida y la muerte en un escenario único como una plaza de toros.
El 30- navegante lo compró el maestro de cara a su preparación para la corrida de Jaén. Lo disfrutó tanto que cuando llegó la hora de matarlo le dijo a mi padre que no lo mataba, que un toro así no se podía morir. Tardaron más de tres horas en meterlo en los corrales. Volvió al…
— La_Palmosilla,Oficial (@palmosilla) June 5, 2023
“El 30 Navegante lo compró el maestro de cara a su preparación para la corrida de Jaén. Lo disfrutó tanto que cuando llegó la hora de matarlo le dijo a mi padre que no lo mataba, que un toro así no se podía morir. Tardaron más de tres horas en meterlo en los corrales. Volvió al campo. Y un día me di cuenta del nombre y se lo dije al maestro y me dijo “un Navegante, casi me quita la vida y yo se la he dado a otro navegante”. Historias bonitas” le contestaba Javier Núñez a Castavieja, aficionado charro con un gran conocimiento sobre ganaderías y encastes.
Como escribió en 2014 Carlos Loret de Mola en el diario El País: “Navegante estuvo cerca de convertirse en verdugo de José Tomás, el último mesías de los ruedos”, un toro que ya forma parte de la historia del toreo tras este suceso que pudo acabar en tragedia. Dos toros que distan mucho entre sí, tanto por la ganadería a la que pertenecen, como por la plaza y la fecha en la que se lidiaron, pero a ambos le une la figura de un torero descomunal.
Un torero admirado por gran parte de sus compañeros, el cual ha sido espejo de figuras de la talla de Alejandro Talavante el cual definió con una categórica frase el torero del madrileño: “José Tomás coloca el cuerpo donde otros ponen la muleta”.