José vive. Un siglo y un año después del adiós al Rey de los toreros. Cien años desde que España despidió a un mito social, a un dios terrenal y a todo un espejo para aquellos que siempre han soñado con vestirse de luces. Diez décadas desde la tarde en la que entregó su sangre para dar vida y heroicidad a una profesión única, la sociedad lo sigue recordando.
Joselito, el que hizo de la Fiesta lo que no era hasta su momento y llevó su toreo revolucionario al patrón del toreo en la historia, tenía especial devoción por la Esperanza Macarena. Tuvo personalidad para afirmar y negarse, para asumir las Monumentales y para decir que iba a Talavera porque era su vocación la que le exigía esa obligación. Y la única ocasión en la historia en que la Esperanza Macarena hubiera sido ataviada de luto total por manos de Rodríguez Ojeda sería tras el destino trágico de aquel mayo atronador.
Ahora, un siglo después, que Sevilla haya erigido su último paseíllo hacia la Esperanza da fe de su eternidad. El toreo y el torero puro nunca mueren.