«Las lorcitas que tengo no se quitan en tres días». El que charla distendido, sonriente, es José Miguel Arroyo «Joselito». La figura madrileña, torero de culto, viajó este miércoles hasta Santander para ver a otros dos matadores de toros que movilizan masas: Morante de la Puebla y Juan Ortega. El esperado mano a mano entre los dos diestros que actualmente le «motivan más para acudir a una plaza de toros», reconoce. Allí, en los mismos aledaños de Cuatro Caminos, Joselito atendió a Cultoro minutos antes de comenzar el festejo y se refirió al festival en homenaje a Antonio Chenel «Antoñete» que el genio de La Puebla fragua para el yunque del Día de la Hispanidad en la plaza más importante del mundo: Madrid.
«Soy consecuente con las cosas y realista, llevo un montón de años sin torear y me tendría que preparar a conciencia, porque lógicamente, si fuera al festival ese, no iba a estar para pasar la tarde, sino para ser el mejor, con estas lorcitas» -insiste sin perder una sonrisa que, pese a la rotundidad de sus palabras, parece dejar un ínfimo rayo de luz al que aferrarse-, ahora mismo, no parece probable que lo consiguiera, así que mejor me quedo en mi casa, tranquilo».
Durante la entrevista, Joselito también dialoga sobre el «ilusionante» ambiente generado por un cartel de máxima expectación, «una feria muy bien confeccionada» como la de Santiago, «la magia» de estos dos toreros sevillanos, la «sensacional» temporada de Morante, su «fidelidad a un concepto» y esa manera de «indagar en las raíces del toreo» del genio de La Puebla.
Joselito, un emblema del toreo
Hablar de José Miguel Arroyo ‘Joselito’ (Madrid, 1 de mayo de 1969) es hacerlo de una de las máximas figuras del toreo de finales del siglo XX y comienzos del XXI. Debutó con picadores el 8 de septiembre de 1983 en la localidad burgalesa de Lerma, pero antes empezó su formación taurina durante su niñez en la Escuela de Tauromaquia de Madrid, un lugar que le cambiaría la vida.
En 1985 llega la ansiada presentación en la primera plaza del mundo, tomando la alternativa al año siguiente en Málaga de manos de Dámaso González y Juan Mora. El 20 de abril de 1986 quedará guardada en los anales de la tauromaquia al ser la fecha del ansiado doctoramiento de un espada madrileño que confirmaría su alternativa el 26 de mayo de 1986 de manos de Curro Romero y Paco Ojeda. Se trata de un espada que ha salido un total de cuatro veces por la puerta grande de Las Ventas, el mismo número que otros espadas tan importantes como Manolo Bienvenida, Manolete, Manolo González, Ángel Teruel, José Ortega Cano o Luis Francisco Esplá, entre otros. El 14 de abril de 1997 consigue el sueño de salir por la Puerta del Príncipe.
Histórica fue la corrida goyesca del 2 de mayo del año 1996, en la que no sólo abrió la puerta grande sino que rompió moldes en una tarde para el recuerdo de la afición venteña.