EL TENDIDO DE LOS SASTRES

Juan Ortega, Kundera y la lentitud


sábado 22 mayo, 2021

En la sociedad de la inmediatez, la lentitud es un (precioso y preciado) anacronismo. Tal que el toreo. Y torear con lentitud es sublimarlo. Eso hizo Juan Ortega.

En la sociedad de la inmediatez, la lentitud es un (precioso y preciado) anacronismo. Tal que el toreo. Y torear con lentitud es sublimarlo. Eso hizo Juan Ortega.

En la sociedad de la inmediatez, la lentitud es un (precioso y preciado) anacronismo. Tal que el toreo. Y torear con lentitud es sublimarlo. Eso hizo Juan Ortega.

El diestro sevillano torea con la sal de su tierra, con un punto de senequista sobriedad cordobesa. 

Ortega desliza la muleta acariciando la embestida, la embarca, la adormece y, lentamente, muy lentamente, la vacía detrás de la cadera. De tal guisa surge un toreo que entra por los ojos, remueve los adentros y acelera el corazón de quien lo contempla, mientras que quien es su artífice va engrandeciendo su obra pase a pase, serie a serie.

Todo sucede, todo fluye, sin un gesto de más, sin una alharaca, con la sencillez natural que es propia de los elegidos.

El escritor checo Milan Kundera escribió: «Entre la lentitud y la memoria, entre la velocidad y el olvido, hay un vínculo secreto. El grado de lentitud es directamente proporcional a la intensidad del mensaje, el grado de velocidad es directamente proporcional a la intensidad del olvido».

El mensaje taurino de Juan Ortega nace de la lentitud y se queda, pa los restos, en la memoria.