El alma
de Juan Rivera está pensando siempre en el toro. Durante las 24 horas del día
no tiene en su mente otro pensamiento que el de trabajar diariamente por
conseguir ese sueño que, allá por el año 82, prometió a la vida. Una fuerte
lesión el pasado verano en San Lorenzo del Escorial, cuando iba a las órdenes
de Miguel Ábellán, le está privando
en el inicio de esta temporada de sentirse el torero que lleva dentro. Por eso
CULTORO ha querido recuperar la historia de una de las grandes figuras
plateadas de los últimos tiempos que, desdeJoselito hasta Esplá o Abellán,
ha dignificado su profesión al máximo.
«Mis
comienzos fueron, como matador, en el año 82, cuando decidía ser torero. Estuve
de becerrista hasta dos años más tarde, cuando debuté con caballos en Almería.
Fue uno de los años más bonitos de mi carrera, porque empecé con nada y terminé
con 54 novilladas en mis espaldas. En el 85 también actué de novillero, y en el
86 ya tomé la alternativa en Madrid. Hasta el 93 estuve en las filas de oro,
sin que ocurrieran cosas importantes, por lo que decidí pasarme a las filas de
plata en ese año, colocándome como subalterno con Joselito», señala Juan Rivera sobre sus
primeros años en activo.
Hablar
de momentos con Juan es hablar de consejos, de historias diarias, de anécdotas,
de alegrías y también de momentos duros. «Fueron años muy bonitos, pues recuerdo
con emoción aquellas tardes con el maestro. También me han marcado mucho los
cuatro últimos años que compartí con el maestro Luis Francisco Esplá, y ahora
hemos estado disfrutando mucho junto a Miguel Abellán hasta el momento de la
cogida en El Escorial. otros años he ido suelto, pero esto está siendo muy
difícil, porque cuando vas con un torero de esta categoría se requiere mucha
responsabilidad, y los nervios no pueden invadir el día a día. A parte de pasar
momentos bonitos, también sientes la dureza de la profesión, porque ésta no es
una vocación fácil».
Sabía
lo que hacía cuando se hizo hombre de plata. Juan Rivera era consciente del paso que estaba dando, de todo lo
que dejaba atrás pero de la inmensa puerta que se le abría por toda una vida
dedicada al toro en potencia. «Después de ser torero, decidí dar el
paso a banderillero, un paso también complicado porque toda la vida has soñado
vestirte de oro. Cuando te haces banderillero no sabes que también así vas a
disfrutar de esto, y es por eso por lo que nunca me he arrepentido de dar un
paso tan importante en mi vida. Hacer lo que a uno le hace feliz en la vida es
lo más bonito del mundo, y yo vivo las 24 horas del día en torero».
Lo que
a continuación narra Juan Rivera es
una de las frases que más ánimo le han dado en su vida como torero, algo que ha
permanecido imborrable en su carrera durante los años de plata. «Hubo
un consejo que me dio Joselito el primer año que lo acompañé. Fue esa una
temporada complicada para mí, porque me acababa de hacer de plata, y la
responsabilidad de acompañar a una figura como José era tremenda… a veces la
presión me comía porque en esta profesión, aunque te prepares todas las horas
del mundo, cuando llega el momento te da la sensación de no haberte preparado
lo suficiente. Recuerdo una tarde en Bilbao que, antes de hacer el paseíllo,
Joselito notaba que estaba nervioso por la presión de que todo saliera bien.
Entonces me miró a los ojos, a pesar de la presión que él mismo tenía, y me
dijo: «Recuerda que estás aquí porque creo que te lo mereces y te lo has
ganado». Aquello se me quedó grabado y con las mismas salí fuera. Eso me
ha durado hasta hoy».
Sobre
la personalidad de Arroyo, Rivera es
un testimonio más de la acusada forma de ver la vida del maestro madrileño.
«José era una persona clara, directa, profesional, recta. Esa tarde fue
la tarde en la que empecé a disfrutar y a decir que aquellas palabras de José
tenían toda la razón del mundo. Ya en el segundo año junto a él, comencé a
disfrutar de igual forma y ese fue un consejo muy radical que me sirvió para el
resto de mi carrera como torero de plata».
Haba de
aquellos años con la nostalgia de un tiempo dulce que ya no volverá pero que
está más presente que nunca. «Entonces era el año importante de José
Tomás, el año de Ponce, el primer año de Rivera Ordóñez. Joselito era como un
perro de presa, nunca bajaba la guardia, y fueron años muy intensos. Matando
toros a puerta cerrada era una auténtica bestia. Hay muchas tardes bonitas que
recuerdo con especial importancia. Hay dúas inolvidables y otros muchos que no
han tenido la resonancia debida porque se producían en pueblos. Especialmente
recuerdo la tarde que salió a hombros de Sevilla, la goyesca de Madrid, los
seis toros de Zaragoza televisados por TVE, y también tardes que se volvieron
angustiosas a pesar de ir con toda la ilusión del mundo, como la encerrona de
Sevilla».
Posteriormente
comenzó a batallar con diferentes toreros a lo largo de sus siguientes años. «He
tenido mucha suerte en estos dos últimos años. Estuve un par de temporadas con
Rubén Pinar en el momento en el que estaba toreando bastante, también cuatro
campañas estuve al lado del maestro Luis Francisco Esplá: aquello fue precioso,
porque aunque no toreaba mucho, eran corridas duras, pero aprendías mucho de
sus enseñanzas».
Uno de
los días con más enjundia de su carrera fue el de la salida a hombros en Las
Ventas de Luis Francisco Esplá la tarde de su despedida de la capital. Lo
recuerda con emoción, sobre todo el abrazo que le tributó el maestro levantino
nada más ver los dos pañuelos asomando en el palco presidencial. «El
día de «Beato» todos lo estábamos pasando muy mal, porque era el día
de su retirada de Las Ventas y veíamos que no salía el toro propicio para una
retirada digna. Todos sabíamos la ilusión con la que había preparado ese
momento y, sobre todo, el sentimiento con el que un torero se despide de esto.
Un torero nunca lo dice convencido hasta que poco a poco te vas haciendo la
idea. Esa tarde no fue fácil por todos esos factores, y si le añades que hacía
viento todo se complica aún más. Hasta ese cuarto, la gente no disfrutaba y
todo estaba a la contra. Pero de repente se quitó el viento y fue de las tardes
más bonitas que he visto en mi vida. El toro fue de menos a más, el aficionado
empezó a captar aquello y, cuando le cortó las orejas, toda la cuadrilla nos
miramos porque no nos lo creíamos. La vuelta al ruedo también fue increíble, de
las más bonitas que puede vivir un profesional porque ve recompensado todo el
castigo, el sacrificio y el día a día».
Ahora,
y tras el percance sufrido el pasado mes de agosto en la localidad madrileña de
San Lorenzo del Escorial, se prepara para una temporada en la que espera
reaparecer junto a Abellán. «Miguel se merece empezar a disfrutar. Sabe
que este año no lo va a tener fácil porque entra en otro circuito, pero lo
disfrutará». No se enfrenta
a una recuperación nada fácil, pues el momento de la lesión no sólo impactó
manifiestamente, sino que las reiteradas operaciones en su cuerpo están
haciendo de los meses un auténtico calvario. «La recuperación la estoy llevando
como mejor puedo. A los tres meses de esta cogida llegó una nueva operación en
el brazo, que esa parte la llevo gracias a Dios bastante bien. El problema lo
tengo en el pie. Llevo ya cuatro operaciones y el lunes de la semana pasada me
quitaron las placas y los tornillos. Ahora creo que noto un poco de alivio y
puedo empezar a correr y a moverme».
Sobre
su reaparición, Juan Rivera afirma que «cuanto
antes, mejor. Al final se está complicando todo un poco. Diariamente, en
rehabilitación estoy por la mañana, y por la tarde sigo mi entrenamiento en el
gimnasio, moviéndome, intentando estar a punto. Según me han comentado los
médicos, esta puede que sea la última operación para reaparecer cuanto antes».