La solidez de Emilio de Justo se hizo presente ya desde el primero de su lote, que le pegó una fea voltereta pero con el que supo dar la dimensión de figura del toreo que viene ofreciendo ya desde hace tiempo. «Me encuentro bien, sólo me duele un poco el hombro. Al toro, que tenía buen embroque, le ha faltado un poquito más de vida. Pero, bueno, he podido dejar claro mi concepto y mi compromiso y eso es lo más importante. Quedan dos toros y a ver si podemos echar la tarde para adelante».
Al cuarto de la tarde le cortaba las dos orejas y estaba exultante. «Las sensaciones que he tenido aquí, y con esta ganadería que me ha dado tanto, es un sueño. El toro ha tenido humillación, empuje y emoción, pero no ha habido más secreto que ponérsela y tirar de ella con toda la verdad de que soy capaz, con mis virtudes y mis defectos. Soy un privilegiado, la vida me está tratando de categoría y lo tengo que disfrutar».