El título de la mesa resumía el hilo conductor del acto que llenó por completo el Salón de los Carteles de la plaza de la Maestranza. Los ponentes habían sido convocados por la Fundación de Estudios Taurinos bajo el epígrafe de ‘La Tauromaquia, ¿amenazada?’ para buscar el hilo conductor de una sesión académica que abordó los problemas y las posibles soluciones del sector desde distintas perspectivas, disciplinas y puntos de vista.
Fátima Halcón, presidenta de la Fundación de Estudios Taurinos –entidad investigadora patrocinada por la Real Maestranza de Caballería- fue presentando, uno a uno, a los distintos ponentes. En la mesa se sentaban el filósofo francés Francis Wolff; el antropólogo François Zumbiehl; el cineasta Agustín Díaz Yanes; la profesora de Historia -y última pregonera taurina de Sevilla- Araceli Guillaume-Alonso; el escritor y tratadista taurino Carlos Abella; los matadores de toros Eduardo Dávila Miura y Cristina Sánchez; los ganaderos de bravo Eduardo Miura y Victorino Martín. Completaba el elenco, sentado entre el público, el filósofo Víctor Gómez-Pin y el periodista José Enrique Moreno, moderador del acto.
Los ponentes realizaron una exposición personal que antecedió a un coloquio en el que se involucró el público que abarrotaba el salón y la sala anexa habilitada con una pantalla para seguir el acto. El turno de palabra fue inaugurado por Araceli Guillaume que apostó por recuperar la cotidianidad del toreo. «Tenemos que hablar de toros siempre que tengamos oportunidad y tenemos que hacerlo con naturalidad para que no se convierta en un acto heroico”. La catedrática emérita de la Sorbona también abundó en la necesidad «de transmitir la afición a las jóvenes generaciones”. Guillame añadió una idea primordial: «No podemos dejar que los antitaurinos nos arrebaten todos los conceptos; que se hagan dueños del término ecologistas o animalistas”, señaló la profesora recalcando que «nosotros somos también ecologistas o animalistas y sabemos muy bien cómo se mantiene el equilibrio de la dehesa”.
La torera Cristina Sánchez analizó otras taras y reconoció las amenazas que cercan al sector. En cualquier caso, la matadora mostró su optimismo por un futuro que, a su juicio, siempre se ha pintado negro. «Cuando entré en la Escuela Taurina de Madrid, ya me estaban diciendo que esto se acababa”, señaló Cristina que entonó cierta autocrítica afirmando que el toreo «vive de espaldas a la sociedad”. En ese punto, explicó, «a la Tauromaquia le ha faltado seguir el devenir de la propia sociedad” y pidió un análisis «en términos empresariales” que determinara «las debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades del sector”.
Zumbiehl marcó dos campos distintos para analizar los problemas del sector, desde el interior del propio mundo taurino y su reflejo en la sociedad. El antropólogo reivindicó «la voz de la afición española, que no se oye lo suficiente” desde su condición de aficionado francés y apuntó a un factor en el que coincidieron varios de los ponentes: «se ha perdido la referencia del campo, la alternativa entre la vida y la muerte”. En el coloquio posterior, Zumbiehl añadió otro dato revelador al recordar que la Tauromaquia en Francia «no ha sido utilizada por políticos de uno u otro bando”.
Su compatriota Francis Wolff enmarcó los problemas particulares de la Fiesta de los toros dentro de «la crisis general del humanismo que tiene unas consecuencias nefastas sobre la ideología general de la juventud”. «Para muchos jóvenes, matar a un hombre o matar a un animal son sinónimos”, añadió Wolff que también recordó los distintos deberes de reciprocidad y justicia de los hombres para los animales –desde su condición de mascotas, domésticos o salvajes- y recordó que la base de la cría del toro bravo es opuesta a la explotación industrial del ganado. «Por eso somos ecologistas”, apostilló.
Pero ese retablo de ideas se iba a completar con la exposición concisa del ganadero sevillano Eduardo Miura que partió de una idea fundamental -«la Fiesta ha dejado de ser el centro de la vida social de este país”- antes de reconocer las dificultades que atraviesa el mundillo en su tratamiento informativo o la prevención que muestran desde distintos estratos de la sociedad a todo lo que huela a taurino. Para Eduardo Miura el enemigo es esa «falsa protección de los animales que pretende ponerlos a nuestra misma altura”. «Tenemos que pelear mucho y hablar menos”, afirmó el ganadero.
El escritor Carlos Abella, por su parte, colocó el punto de mira en «el cambio de mentalidad que se ha producido en España” antes de aludir al acceso «a los poderes municipales y autonómicos de ciertas grupos de ideas populistas y radicales que entienden que estar en contra de la Tauromaquia es progresista y revolucionario”. El escritor barcelonés precisó que «la sustitución de esos valores históricos se ha trasladado a estar en contra del toro y nos hemos encontrado sin argumentación ni dialéctica histórica para combatir”. «Cierta izquierda se ha dejado llevar por esta complicidad renunciando a la gloriosa historia de la izquierda histórica que tanto ha dado a la historia de la Tauromaquia”.
Dávila Miura, en su turno, abogó por una defensa que debe partir «del que compra una entrada sin saber nada y sale de la plaza pensando que es lo más grande que ha visto en su vida”. Díaz Yanes, por su parte, pidió una agilización de los tiempos de la lidia y recordó que «de diez personas que llevas a los toros, dos se quedan para siempre”. El director de ‘Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto’ colocó la defensa del toro dentro del propio sector. «Es un espectáculo tan arcaico que es el más moderno que hay”, señaló Díaz Yanes que definió la Tauromaquia como «la gran creación de la burguesía española entre los siglo XIX y principios del XX que ha creado los mejores profesionales”.
Cerró el turno Victorino Martín recalcando una idea: «el toro es una de las máximas expresiones de la cultura mediterránea”. Victorino Martín abundó en ese precepto que puede explicar las causas y los efectos del acoso al toreo. El ganadero habló de un proceso de «sajonización” que nos ha llevado «a la imposición de una cultura que nos obliga a asumir otras costumbres” poniendo como ejemplo la fiesta importada de Halloween.
Víctor Gómez Pin, sentado entre el público, también fue interpelado por el moderador para añadir su punto de vista. El filósofo analizó la sensibilidad de la sociedad actual poniendo un ejemplo revelador: «en Barcelona hay más perros que niños”, sentenció Gómez Pin, que explicó que «la civilización occidental va en esta línea; un niño americano come un bistec empanado pero jamás va a ver un pollo muerto”, apostilló.
Las distintas comunicaciones de los ponentes fueron seguidas de un coloquio con el público que también aportó sus distintos puntos de vista pero, especialmente, formuló sus dudas en torno al futuro de un sector que, ésa fue la principal conclusión extraída de la sesión, no se puede separar de los condicionantes sociopolíticos y culturales del mundo en el que se mueve.
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