Por Juan Miguel Núñez Batlles
De Almería siempre hay cosas buenas que contar. Y si tienen carácter taurino, miel sobre hojuelas. Una buena excusa para hablar de mi tierra piropeándola.
La Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico de la Junta de Andalucía ha informado que la plaza de toros de Almería, que es de propiedad privada y data de 1887, ha quedado inscrita en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como Bien de Interés Cultural -lo que llaman BIC- con la tipología de Monumento.
La plaza de toros de la luminosa, amable y admirable Almería -mi Almería del alma, pues en esta tierra nací, y tan orgulloso estoy de ella- no es una plaza cualquiera. Nunca lo fue, y no sólo por su singular estilo arquitectónico, cuyo valor ha sido el punto de partida para tomar esta consideración digamos que por la oficialidad.
La bella y muy coqueta plaza de toros de Almería luce un originalísimo aspecto de delicado cofre de mimosos tesoros. Un recinto que, además de lo que enseña por fuera, tiene una personalidad y un carácter únicos: la identidad de su público, mi gente de Almería, abierta y decidida, y tan cálida como nuestro clima. El mejor clima de Europa, y no es frase publicitaria, si no que por ciencia y estadística está más que probado.
Los toros aquí (y digo bien lo de «aquí», pues me ha pillado la noticia en el mismísimo corazón de la milenaria ciudad que es Puerta del Mediterráneo) son festejos con una sugerente y sugestiva expresión, por su escenario, único, cuyas rejas de barandillas y balcones lucen en día de corrida profusamente engalanados por los primorosos mantones de manila, ese gracioso tocado que realza aún más la belleza de la mujer almeriense. Bromeaba un día Manuel Chopera -el recordado don Manuel, el mejor empresario de todas las épocas que ha tenido Almería- que hubiera deseado proyectar un negocio paralelo al de dar toros en esta tierra, fabricando y vendiendo las delicadas prendas de sedas, flecos y bordados de flores en colores brillantes. Los muy apreciados mantones de manila.
Y además estoy seguro que ha contado para esta distinción a la plaza ese estilo de explosiva generosidad que define al espectador de toros en Almería, cuando las cuadrillas rompen el paseíllo, y los diestros son obligados a saludar una ovación de bienvenida por parte del llamado respetable. En Almería van las gracias por delante; lo que no quiere decir que se va a renunciar durante la lidia a las exigencias lógicas de un público y afición tan entendidos como sensibles.
Esto quiero proclamar como homenaje a Almería y su Plaza de Toros.
Y aprovechando la circunstancia del elogio a la capital, debo asimismo romper varias lanzas en favor también de la provincia, donde la tradición taurina está tan arraigada.
En Vera, la más que centenaria Plaza de Toros, la más antigua de la provincia, puesto que fue inaugurada en 1879, ocho años antes que la de la capital, y reestrenada en 1997, es de por si una joya monumental. La afición veratense está a la espera de que pase del todo lo de la pandemia, y pueda retomarse la actividad en su plaza.
Berja tiene asimismo plaza en uso desde 1956, y está también ansiosa por abrir de nuevo sus puertas, en cuanto derrotemos al dichoso virus.
Roquetas de Mar es un ejemplo de afición por parte de sus políticos. Cuenta con una plaza casi monumental, que data de 2002 y fue el empeño precisamente de la actual delegada de Cultura de la Junta de Andalucía en Almería, Eloisa Cabrera, cuando era primer teniente de alcalde de aquel ayuntamiento. Eloisa ahora ha promovido lo de la distinción de Monumento a la plaza de la capital. ¡Cuántas Eloísas necesita el toreo!
En Laujar de Andarax, una plaza de obra y en ruinas está esperando un proyecto ya aprobado por la Diputación para rescatarla. Ánimo a todos.
Huércal-Overa, ciudad con pretensiones de crecimiento en muchos frentes, en cambio tiene paralizados los planes para reconstruir su viejo coso. Una pena. Huércal-Overa lleva ya más de diez años celebrando toros en Plaza portátil.
Y finalmente Velez-Rubio. Qué bonita era la plaza de toros de Vélez-Rubio, construida en la postguerra, y que los intereses inmobiliarios echaron abajo en 1971. Desde entonces son varios los escarceos que hace la afición local por medio de la tenaz e ilusionante actividad cultural de la Peña Pepín Liria para recuperar su tradición taurina. Incluso hay una primera piedra que se colocó hace diez años para un recinto multisuosos, pero que la crisis o vaya Vd. a saber tiene paralizado.
Me gusta hablar de Almería y sus cosas taurinas. Y puesto que siempre hay motivo para el comentario y la esperanza, insistiré.