Decían los ganaderos antiguos -algunos de los actuales lo siguen pensando- que indulto era un error del ganadero, y esto se debe a algo muy sencillo: los hombres de campo tienen que conocer su ganadería al dedillo y evitar que animales de tales características acaben lidiándose en una plaza. Esto se sabe buceando en los libros y metiendo en la plaza de tientas aquellos animales que por nota y hechuras sean los marcados en rojo por su criador. Claro está que luego la genética es caprichosa y un animal con una reata menos contrastada y unas hechuras un pelin bastas pueda ganarse la vida en el ruedo, teniendo que tomar una decisión el propio ganadero si ese animal es el indicado para procrear en su casa.
Pese a todo hay múltiples criadores de bravo que piensan que es crucial que los toros demuestren su bravura en la plaza, al ser la prueba en la plaza mucho más exigente que aquella que se lleva a cabo en la plaza de tientas de la ganadería. El indulto en la propia finca les ayuda a trabajar en silencio para llegar al punto donde quieren estar, pero que a un toro se le perdone la vida en la plaza pone el foco sobre esa ganadería, algo que siempre es bienvenido.
Otra tema bien distinto es que el indulto sea o no del agrado del ganadero. Sin ir más lejos el hace unas semanas Victorino Martín hizo las siguientes declaraciones en el programa taurino de Cope Sevilla: “El toro «Veronés» indultado en Algeciras fue un gran toro, pero no me convenció como para dejarlo de semental. Tampoco me preguntaron cuál era mi opinión respecto al toro y ya está” le comentaba el ganadero afincado en tierras de Cáceres a Carlos Crivell. Por lo tanto, no todos los astados indultados en una plaza se ganan el derecho a ser semental.
Pero al igual que hay algunos toros viven sin ser del gusto de su ganadero, hay otros que mueren en la arena teniendo virtudes para quedarse como semental. Ese fue el caso de «Ligerito» toro al que Morante de la Puebla le cortó el rabo la pasada Feria de Abril en Sevilla. Un toro marcado a fuego con la G de Garcigrande pero propiedad de Concha Hernández. La ganadera salmantina no dudó en cortarle los testículos al animal para perpetuar su bravura en los pagos salmantinos de «El Palancar de Traguntía».
Todo comienza por acudir al desolladero instantes después de ser arrastrado el animal y extraerle los testículos, lugar donde se encuentran las turmas -glándulas reproductivas del toro bravo-. Éstas deben ser inmediatamente introducidas en una bolsa con hielo para mantenerlas en baja temperatura hasta ser metidas en un congelador donde mantener la temperatura bajo cero. Tras ello, es el momento en el que los veterinarios añaden varios elementos líquidos de conservación a los propios testículos para, posteriormente, extraer las pajuelas de semen de las citadas turmas.
Estas pajuelas deben conservarse en unos contenedores de nitrógeno líquido a 270 grados bajo cero, los cuales sirven para mantener intacto el semen, que puede estar incluso años sin usarse hasta que el ganadero decida inseminar a una hembra. Según los expertos de cada pajuela se puede inseminar entre 60 y 100 vacas, de ahí la importancia de mantener dichas pajuelas a la temperatura correcta. Con «Ligerito» en el recuerdo, es el momento de inseminar a una serie de vacas que darán a luz animales descendentes de este gran astado que permitió una obra histórica por parte del torero de La Puebla del Río.
¿Cuánto puede valer una «pajuela» de un toro en cualquier ganadería?
Por último, hay que tener en cuenta que la venta de estas «pajuelas» oscila entre los 1.500 euros si se trata de un toro vivo y unos 10.000 si el toro está muerto en otras ganaderías, según ha podido saber este medio de otros hierros. Y según algunas fuentes consultadas por este medio, se han llegado a pagar cerca de 200.000 euros por un semental estrella de otra ganadería durante el tiempo que está el toro con las vacas, un precio que no está al alcance de determinados bolsillos.