PREVIA MÉRIDA (VENEZUELA)

Los Aránguez, con la firme convicción de mantener el listón alto


domingo 23 febrero, 2020

Alexander Guillén, Antonio Nazaré, Rafael Serna y Jesús Enrique Colombo son los espadas acartelados

Alexander Guillén, Antonio Nazaré, Rafael Serna y Jesús Enrique Colombo son los espadas acartelados

RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ

Ocho toros nos esperan esta tarde en la segunda corrida de la presente edición de la Feria del Sol 2020. El cartel motiva por la razón de que estaremos en presencia del toro que impone el respeto, que exige que no se le dude, que se les haga bien y medidas las cosas. En definitiva que cuente con toreros con la cartilla aprendida delante de ellos.

Me refiero a los toros de Los Aránguez, la ganadería señera del campo bravo venezolano, el cual fundarían por 1969 los destacados taurinos Alberto Ramírez Avendaño y los hermanos Alejandro, Raúl, Ramón e Idelfonso Riera, comenzando con la compra de ganado colombiano santacolomeño Las Mercedes (50 vacas), dos sementales de Vistahermosa y dos sementales de Achury Viejo, para luego al año siguiente sumar cincuenta vacas de Guayabita de lo que quedaba en sus orígenes de Pallarés del Sors traídos al país a comienzos de los años ’30 por los hijos de Juan Vicente Gómez.

Pero la gran identidad de este hierro lo logra con la importación que hicieron en 1973, con la compra de veinte vacas del hierro sevillano de Joaquín Buendía Peña, y cuatro sementales de los Herederos de Pablo Martínez Elizondo, además de dos sementales de Francisco Camino Sánchez y dos vacas de Vega Villar. Allí logra cimentar definitivamente este hierro cuyo milagro también viene por el hecho de aclimatar en una zona tan árida como Carora la cría del toro de lidia. Lo lograron a base de mucha afición y sobre todo pasión por un animal único en su especie, a pesar que los Riera y Ramírez Avendaño eran hombres curtidos en la cría del ganado, de ceba y leche, antes de esta aventura.

Las últimas adquisiciones se hicieron en los años ’74 y ’82 cuando se agregan reses del hierro de colombiano de Dosgutiérrez, que en su sangres corría sangre santacolomeña y murubeña, y ya a comienzos de los ’80 nuevamente veinte vacas de Buendía complementarían el poquer de sangres que se refrescó someramente con pajuelas de sangre Saltillo, a través del hierro de Javier Garfias. Como se podrá apreciar, todo en aras de buscar un toro armónico, representativo del toro de lidia venezolano.

En cuanto a los toreros se refiere el cartel tiene su miga como dirían por allí. Los nombres de los españoles Antonio Nazaré y Rafael Serna, ambos sevillanos, el cual ya se les conoce por esta plaza emeritense tras sus paseíllos en los años 2017 y 2018 respectivamente. Intérpretes de buen torero, se les verá el manejo de las telas antes las embestidas de toros el cual requieren de eso, mimo y temple para saberles entender.

Y los toreros del patio no pueden desmerecer el cartel, como es el caso de la presencia del único espada merideño en la versión de este año, como es el ya veterano diestro del Barrio Andrés Eloy Blanco, Alexander Guillén, espada que en los últimos años se ha mantenido y formado a la vera de la sangre de esta ganadería, tras desempeñarse en labores muy cercanas a los actuales responsable de esta vacada como es Jesús Riera y su hermano; conoce perfectamente que se trae a Mérida, que además de la depurada técnica de este torero, no nos extrañe que pueda ser la campanada de sorpresa de la feria. Recalcaos que Guillén en su formación novilleril contó con el maestro José Antonio Campuzano –el mismo que ha sacado a la palestra toreros de la importancia de Sebastián Castella y Andrés Roca Rey- como “orfebre” de las buenas maneras del mencionado coleta merideño. Ojalá y la suerte le acompañe.

Y no dejamos a un lado a Jesús Enrique Colombo, en su verdadera prueba de fuego como lo será vérselas con toros del encaste Santacoloma por vez primera en plaza de la responsabilidad como es la de Mérida. Las quinielas para el éxito, tras lo demostrado la tarde de ayer están abiertas.