El primero de Juan Pedro, de buena estampa, caminó mucho de allá para acá, acudiendo sin mucho celo a los vuelos de un seguro Luque a pesar del viento. Pero en el quite de Ángel Téllez, el toro se le vino encima y le pegó un volteretón tremendo del que el torero quedó conmocionado y el tendido aún más por la fea caída. Precisamente al tendido brindó Luque, al que no le importó el viento, que convertía la muleta en una bandera con la que hizo el toreo el sevillano como si Eolo no estuviera presente. Buscó los terrenos donde menos molestaba el viento a un toro al que le faltó vibración, pero tuvo la nobleza suficiente y el celo para acudir a una muleta convencida que convenció a todos los demás. Qué seguridad la de Daniel para extraer pasajes de verdadera emoción, siempre a base de inteligencia e intuición para mostrarse como un torero en plena madurez. Se le quedó muy corto un toro al que le faltó raza, y aun así dejó naturales sentidos. Le sonó un aviso mientras todavía le pegaba mondeñinas a un animal al que le pegó una estocada trasera que ponía el cúlmen a una obra impecable. Imposible más con menos.
El tercero de corrida, que salió segundo por correr turno tras el percance de Téllez, fue un señor con toda la barba que metió la cara con humillación en el solvente saludo con el capote de Francisco de Manuel. Fantástica fue la brega de Juan Carlos Rey, que lidió al animal con cuatro muletazos en banderillas para ahorrarle arrancadas al de Juan Pedro. Al público fue el brindis de Francisco, cuya faena dejó claros sus sentidos del temple, de la colocación y de los terrenos, porque apenas un giro de talón le valía para ligar las arrancadas de un toro que repetía sin decir demasiado. Tardo, muy tardo en la embestida, al arrancar humillaba largo, pero el viento hacía casi imposible manejar mejor una muleta que siempre fue propiedad de un tío que siempre mostró firmeza de planta.
Se esperaba la presencia de Angel Téllez a la salida del tercero, pero la carrera de «El Patilla» para subirse al caballo de la contra querencia el anuncio de «Lingotazo» en la tablilla aclaro que sería Luque el encargado de lidiar al tercero, un pavo de rematadas hechuras y sería cara impuso respeto desde que asomó por la puerta de chiqueros. El viento impidió que Luque jugara los brazos con temple en el capote, antes de los dos violentos topetazos del toro en el peto, más por el volumen del toro, que por el ímpetu de su entrada, aunque también es verdad que acudió franco. Además tuvo recorrido en la muleta de Daniel, que pasada la segunda raya de picar se echó el trasto a la izquierda para pasarlo con seguridad y tratar de poner orden de los brutos andares del bou a media altura y en línea recta. Hasta tres series construyó Luque por este pitón, sin terminar de domeñar aquello, más por la condición del toro que por su autoridad. Y cuando lo intentó por el derecho los pitones buscaron la humanidad del sevillano por debajo de las telas con peligro. Incólume, Daniel tiró de él, con la desilusión de ver que no había remedio. Volvió a la zurda para intentar dejar un mejor sabor, pero el toro entregó la cuchara y le despenó de una estocada entera y en buen sitio, suficiente para hacerlo doblar.
Imponente también resultó el cuarto (reseñado como segundo), con la seriedad en la mirada y el peso en las acometidas que dan los cinco años cumplidos. Ángel Téllez, renacido de la enfermería y ovacionado por el público, se fue hacia el toro con la fortuna de una pequeña tregua unilateral del viento, aunque esto tampoco le permitió volar el capote como hubiese querido, pues el toro se revolvió pronto, vivo, intenso. Sólo la media cayó con gracia y cadencia. Cumplió el toro en el caballo y Francisco de Manuel aprovechó la pausa del vendaval para un lucido quite por chicuelinas de mano baja. Llegó el toro con poder a la muleta, a la que empujó con encastada codicia, pero sin regalar ni un viaje, exigiendo perfección en todo. A cambio, el toro amenazaba con imponerse él. Ángel se lo llevó a la segunda raya de picar, bajo el tendido 6, y propuso más suavidad que firmeza, más caricia que la mano dura que pidió el toro y en algún muletazo resultó desbordado. Lo notó el toro, que por el derecho embistió con más aspereza. Téllez jugó entonces la mano izquierda, cuando el toro ya tenía un punto más de aplomo y varios naturales de buen corte, sin terminar de redondear una tanda maciza. Alargó sin sentido la faena Téllez, que escuchó un aviso antes de montar la espada y agarrar la estocada al segundo intento.
Con el nuevo orden de la corrida, salió el quinto lugar el reseñado como sexto, para Francisco de Manuel. Un toro más alto, pero tan serio en su trapio como sus hermanos, que no se definió en el percal del madrileño y peleó con feo estilo en varas, cargando siempre con el pitón izquierdo y la cara alta. Por eso Francisco se dobló con el toro por bajo con la muleta y rápidamente le exigió al toro por el pitón derecho, buscando corregir defectos, como ese doble derrote arriba al salir del viaje, o ese desorden que le llevó a perder las manos hasta en tres ocasiones tras el embroque. Firme, De Manuel mandó en dos buenos derechazos, antes de probar a zurdas, pero el toro no acudió dos veces igual, deslucido casi siempre, al paso otras, colándose o desentendido otras tantas… Quien no dudó nunca fue el torero, por mucho que hasta el viento le sugiriera lo contrario. La estocada cayó al tercer intento, al mismo tiempo que el aviso.
Metió la cara con clase el sexto en las verónicas de Téllez, enseñando sus serias puntas (ni una tacha en la presentación de la corrida) y empujando con franqueza, aunque en el caballo apenas le señalaron los puyazo y ni siquiera alcanzó a trabar una pelea completa. Se movió intención el toro en banderillas, donde clavó Juan Navazo un soberbio par de mucha exposición, que le valió la ovación del respetable. Al bajo del 6,de nuevo, se fue Téllez para citar pronto en redondo con la derecha. Fueron dos series de muchas probaturas en las que Ángel no encontró el ritmo ni el temple para ordenar aquello. Y eso que el toro mantuvo su buen fondo, clase y noble franqueza durante toda la faena. La pena es que Ángel nunca se encontró cómodo con él y lo pasó sin más. Tampoco estuvo fino con la espada. Bastante esfuerzo hizo con completar su compromiso después del feísimo percance que sufrió.
FICHA DEL FESTEJO
Viernes 12 de mayo, Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Feria de San Isidro, tercera de abono. Corrida de toros. Más de tres cuartos de plaza.
Toros de Juan Pedro Domecq, de correcta y seria presentación. Noble pero sin raza ni espíritu el primero; tardo pero con humillación el interesante segundo; de impresionante trapio el serio y voluminoso tercero, de embestida bruta y en línea recta a media altura; Encastrado y con poder resultó el serio cuarto, que vendió cara cada embestida; incierto y deslucido fue el alto y serio quinto; de presentación sin mácula y gran juego el sexto, por su franca nobleza, recorrido, clase y transmisión.
Daniel Luque (corinto y oro): Ovación tras aviso y silencio.
Ángel Tellez (lila y oro): Silencio tras aviso y silencio.
Francisco de Manuel (marino y oro): Silencio tras dos avisos y silencio tras aviso.
Incidencias: Tuvo que correrse turno del segundo al tercero por percance en el primero de Ángel Téllez, que lidió cuarto y sexto.
FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO