El joven novillero Manuel Domínguez, natural de Mairena del Alcor (Sevilla), ha conseguido clasificarse para la gran final del ciclo de novilladas sin caballos que acoge cada verano la Real Maestranza de Caballería. Su actuación del pasado jueves dejó impresión por su raza, entrega y capacidad de conectar con el tendido. Este jueves volverá a pisar el albero sevillano, en un festejo decisivo con erales de Villamarta.
¿Cómo viviste esa tarde tan especial en la Maestranza?
La viví con mucha entrega e ilusión. Tenía muchas ganas de llegar a una plaza como Sevilla, y la verdad es que estoy viviendo estas horas previas a la final con mucha emoción. Pisar ese ruedo y sentir el ambiente que se respira allí fue algo inolvidable.
¿Tuviste sensación de conexión con el público desde el principio?
Sí, totalmente. Desde que trencé el paseíllo sentí a la gente conmigo. En el quite pude lucirme y noté cómo el tendido se volcaba, y ya en el inicio de lidia con la capa se produjo esa conexión que es tan difícil de explicar, pero que te llena por dentro.
¿Qué sensaciones te dejó el novillo?
Fue un animal cambiante de ritmo y de altura, complicado en muchos momentos, pero al final pude estar con él. Tenía mucho disparo, exigía mucho, y supe que tenía que tirar de entrega y raza, que era lo único que me quedaba. Le puse toda la intensidad que pude a la obra.
¿Cómo afrontas ahora la final del jueves?
Con presión, claro, porque dependen muchas cosas de lo que pase ese día. Pero al mismo tiempo, con una ilusión enorme. ¿Quién me iba a decir a mí que iba a estar toreando la final en la Maestranza? Solo pensarlo me emociona.
¿Qué expectativas tienes a corto plazo?
De momento no tengo muchas fechas por delante. Todo depende del jueves. Sé que es una oportunidad clave y voy a salir a dejarlo todo.