“Jabaíto” fue el negro entrepelado del esperado regreso de Miura a Cuatro Caminos. Esperado, pero no afortunado. Largo de viga, con caja, zancudo, amplio de sienes, no se tenía ya en el recibo de Manuel Escribano. Nada más ordenar la salida de los montados, cayó con estrépito y ya asomó el pañuelo verde antes de lanzarle la vara. Corrió turno el de Gerena y salió un precioso cárdeno salpicado gargantillo calcetero, más lleno, de poco perfil y abierta cuna. Tras venirse cruzado en el inicio de capa del sevillano, tomó una vara larga, en la que empujó fijo, con los riñones. Tampoco le sobraba motor al de Zahariche, pero no tuvo mal tranco en el espectacular tercio de banderillas de Escribano, del que destacó el ajustado tercer par al quiebro y al violín. Luego, tras brindar al público, firmó una faena muy medida y siempre a su altura, sin someterlo, en la que apostó por el pitón izquierdo. Hubo suavidad en los cites, sin apenas violentarlo, así logró varios naturales sueltos de buen trazo, pero sin excesiva emoción por la escasa pujanza de su adversario que, además, sangró una barbaridad. Por ello, tras mostrarlo con la diestra fue por el acero. Lo “despenó” de pinchazo y estocada arriba. Fue ovacionado.
Salió en cuarto lugar el sobrero de El Pilar -fino y tocadito de pitones-. A portagayola lo esperó Manuel Escribano, pero el que aguardó aún más fue el pupilo de Moisés Fraile. Seguramente, cuando finalice la temporada, al hacer balance, la recordará como una de las más comprometidas del 2025. Le midió también en el resto del saludo de capa un burel que luego buscó el pecho del caballo en el primer tercio. Sobrado en banderillas, formó un buen “gazpacho” el sevillano. Destacaron el segundo par -de dentro a afuera- y el tercero, sentado en el estribo, por los adentros. Un par marca de la casa que parece recuperar esta temporada. Mantuvo el de El Pilar su tendencia reservona. Tobillero, reponía lo suyo al final de cada muletazo. Con más guasa que los predecesores de Zahariche. Cada vez menos recorrido, cada vez más a la defensiva. Un gañafón más violento en el tramo final del viaje a medida que avanzaba la faena. Escribano no se amedrentó y le buscó las vueltas hasta el punto de terminar incrustado entre los pitones, que se dejó le resbalaran por la taleguilla en más de una ocasión. Un arrimón a prueba de Lexatin. Vio esas dificultades el tendido, pues caló su quehacer. Lástima del pinchazo previo a la estocada, que esfumó la oreja.

