Hablar de Miura es hacerlo de la ganadería por antonomasia, un hierro que lleva más de 180 años apostando por un tipo de toro, un animal que ha ido evolucionando con el paso del tiempo, pero que no ha perdido esa seña de identidad que lo hizo llegar al lugar que ocupa actualmente. Fijo en plazas tan distintas como Sevilla y Pamplona, el hierro de la A con las dos asas infunde respeto nada más pronunciar su nombre.
La vacada se formó en 1842 por don Juan Miura, con reses de Antonio Gil, y posteriormente otro lote grande de vacas de don José Luis Alvareda, todas ellas procedentes de don Francisco Gallardo. En 1850 y 1852 se agregaron reses de la de doña Jerónima Núñez de Prado, viuda de Cabrera, agregándole en 1854 sementales de don José Arias de Saavedra (Vistahermosa).
A finales de 1940, don Antonio y don José se la cedieron a su hijo y sobrino don Eduardo Miura Fernández. A la muerte de don Eduardo Miura Fernández, en 1996, la heredan sus hijos don Eduardo y don Antonio Miura, los cuales lidian a nombre de “Hijos de don Eduardo Miura”. En 2002 la ganadería pasa a anunciarse como “Miura”.
«Zahariche», un lugar con un simbolismo muy especial y con el toro y el caballo como protagonistas
“Zahariche”, también conocido como “El territorio del miedo”, es un lugar con un simbolismo muy especial, una finca cargada de historia, un lugar de peregrinación para todo aquel que se siente aficionado a la fiesta de los toros. Pero esta finca es mucho más que ganadera, aquí también se siembran unos cercados que en verano pasarán a ocupar las vacas en el periodo de rastrojera. Aquí se venera al toro bravo, pero también al caballo, herramienta indispensable para el trabajo diario en la ganadería.
“La historia de los caballos Miura, es también la historia del caballo español. Una raza con más de 500 años, creada por Felipe II, que ha influido en la formación de todas las razas equinas mundiales de montura y catalogada como la mejor por los grandes maestros europeos de la equitación”, nos indicaba Guillermo García Palma en su libro El caballo de Miura y la verdadera historia del caballo de pura raza española.
“En 1842 su tatarabuelo inició ganadería, comenzando a los pocos con la yeguada. Date cuenta que se necesitaban caballos para trabajar ganado, de ahí que se empezara con este proyecto tan bonito que hoy en día seguimos conservando en la casa”. En esta casa se marcan a fuego los potros, como se hacía antaño, con el hierro de la ganadería en el lado derecho y el número del animal en el izquierdo. Según su sangre, el puro español lleva el mismo hierro que los toros, el de la A con las dos asas, mientras que los Hispano-Árabes están marcados a fuego con el segundo hierro de la casa.
La casa Miura también se dedica a la agricultura
Pero Miura también es agricultura, fruto de ello es que tanto en “Zahariche” como en “Los Gallos” se siembren grandes cercados para el sustento de los animales en verano. Aquí es fundamental la rastrojera una vez recogido todo lo sembrado, un momento del año donde las vacas y sus becerros/as comparten grandes extensiones de terreno para acabar de aprovechar todo el pasto que queda en verano.
Una explotación agrícola y ganadera con rotación de cultivos. Aquí el aprovechamiento de los recursos de la finca es fundamental y sobre todo en épocas más secas como la que estamos viviendo hoy el día pese a las lluvias que han regado el campo bravo recientemente. Una vacada donde se apuesta por sectorizar el terreno en cerrados, guardándose varios de ellos para que la hierba crezca. Cuando otros cercados se van agotando se procede a cambiar las reses para que estos nunca apuren al máximo la hierba, ya que agotarla puede generar que en esa estación no vuelva a brotar.
Durante casi dos siglos Miura ha sabido mantener esa esencia marcada por la tradición, el no salirse de un camino marcado, el saber que los atajos no conducían a nada. Aquí se respira un aire especial, todo se hace despacio como si no hubiera reloj, el tiempo lo marcan los animales. El sol sale y se acuesta cada día en unos pagos donde el caballo juega un papel muy importante dentro de una casa donde se siente autentica veneración por el toro bravo.