El pasado 8 de junio, José Antonio Morante Camacho, anunciado en la cartelería como Morante de la Puebla, alcanzó uno de los hitos más anhelados de su longeva trayectoria: salir por la Puerta Grande de la primera plaza del mundo. Lo logró en la tradicional Corrida de la Beneficencia, cortando una oreja a cada uno de los toros de Juan Pedro Domecq que le cupieron en suerte. Veintinueve años después (1996) de haber sido izado en hombros como novillero en un festival en este mismo coso, el torero cigarrero vio cumplido un sueño tantas veces perdido en la suerte suprema.
La imagen de Morante cruzando el umbral de la Puerta Grande de Las Ventas, camino de la calle de Alcalá, rodeado de una multitud desbordada —que incluso obligó a cortar el tráfico— no solo fue la crónica de un triunfo artístico, sino también la de una consagración espiritual. Este triunfo no fue uno más, ni siquiera uno de peso estadístico: fue la consagración de una forma de entender el toreo. Morante, que apenas unos días antes se había quedado a las puertas de idéntico desenlace en la Corrida de la Prensa, dejó en la Beneficencia dos faenas plenas de inspiración y clasicismo.

El impacto fue inmediato: la escena se viralizó en redes sociales y medios generalistas de todo el mundo recogieron el acontecimiento, mientras la prensa taurina lo elevaba como uno de los momentos cumbre de la temporada. “A las 21:38 horas, una muchedumbre enfervorizada sacaba en hombros a Morante de Las Ventas al grito de ‘¡Joseantonio – Morantedelapuebla!’. Hasta el hotel se lo querían llevar los numerosos porteadores que llevaban en volandas al maestro sevillano”, escribía Marco Antonio Hierro en la crónica de aquella histórica tarde.
Con más de 25 años de alternativa a sus espaldas, el de La Puebla del Río no persigue ya los números ni las estadísticas, sino momentos de autenticidad irrepetible. La tarde del 8 de junio no solo le dio la Puerta Grande, le dio también una forma de eternidad: la de haber sido fiel a sí mismo. Morante no torea por necesidad, sino por convicción. Y esa convicción, ese arte muchas veces incomprendido en tardes donde no acabaron de salir las cosas, encontró al fin su espejo perfecto en la plaza más exigente del mundo.
Morante de la Puebla 8 días después. Parte I.
Así nos ha contado cómo vivió un sueño cumplido. pic.twitter.com/a3MDej8Ei8
— Plaza de Las Ventas (@LasVentas) June 16, 2025
“Están siendo unos días, pues… de sueño también, ¿no?, tras todo lo vivido en la plaza. Ha sido un final muy bonito. En el durante se sufre mucho, entonces, cuando termina todo lo que es la faena de la lidia del toro, es cuando uno realmente se siente feliz y satisfecho de todo lo conseguido delante de la cara del toro”, explicaba Morante de la Puebla en el primer fragmento de esta breve entrevista realizada por el equipo de comunicación de Plaza 1.
Pero el diestro de La Puebla también quiso hablar de la multitudinaria salida en hombros y del comportamiento de algunos policías que se encontraban junto a él mientras los aficionados lo izaban camino de la calle de Alcalá: “Bueno, algunas veces agobiante, porque la verdad es que había delante mía unos policías que no hicieron las cosas bien, y eso es algo que quería denunciar. La gente venía con todo el cariño a tocarme, y se portaron muy agresivos con ellos. Por lo demás, cansado, agobiado en algunos momentos, pero bueno, muy contento”.
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También en redes un aficionado publicó recientemente imágenes en las que se muestra exactamente lo que denuncia Morante en la noticia que hoy publicamos. El trato de la policia hacia los aficionados que allí se encontraban es una prueba más del abuso que estos ejercieron sobre los mismos.
FOTOGALERÍA DE LA PUERTA GRANDE: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO



