Mostró cierta impaciencia el respetable con el primero de la tarde, un astado de Domingo Hernández que embistió de forma desigual al capote de un Morante de la Puebla que nunca se descompuso. Fueron contadas pero el sevillano cinceló verónicas de puro asentamiento y gran templanza. Medido estaba el de Domingo Hernández, toro al que llevó por chicuelinas al jaco antes de un quite de gran compás y templanza. José Antonio dibujó tres verónicas y una media que bien podrían estar expuestas en el Museo de Bellas Artes. Fiueron lances al ralentí donde acarició al de Hernández para disfrute de una Maestranza a rebosar. Tampoco se quedaron atrás los delantales de Ortega. Acompañó al animal en tres lances que fueron pura armonía ante un toro con la fuerza medida pero de buen embroque. Pases de la firma, molinetes y dos derechazos dibujó el sevillano en el comienzo de un trasteo donde todo lo hizo a favor del animal. Ya en el centro del ruedo dibujaría una serie en redondo donde llevó hilvanado al toro dejando un derechazo que paró el tiempo. Por el izquierdo siempre tendió el animal a venir haciendo hilo, algo que obligó al sevillano a perderle un par de pasos para poder ligar. Se le vio despejado de mente, asentado en la arena y siempre intentando torear al animal sin brusquedades. Acertó en los terrenos y en darle su tiempo entre tanda y tanda para dejar que respirase el de Hernández. Pero el astado ya se había apagado como una velita pese al buen trato dado por el cigarrero. Se gustó José Antonio en una serie final a pies juntos donde dibujó naturales de su personal concepto ante un toro con nobleza y buen aire pero medido en su fuerza y en su raza. Sonó un aviso siendo ovacionado tras atascarse con los aceros.
SEVILLA
Morante y dos faenas magistrales: el cénit de la pureza en la proposición, en la colocación y en la ejecución del toreo
jueves 1 mayo, 2025
Se le vio despejado de mente, asentado en la arena y siempre intentando torear a sus dos animales sin brusquedades: al cuarto le cortó las dos orejas.

Foto: Porcuna