Le cortó Morante de la Puebla una oreja al primero de la tarde, un toro hondo y serio de Loreto Charro, al que el sevillano toreó con suma lentitud tanto en el recibo de capa como en la faena de muleta. No estuvo sobrado de fuerza un astado de gran calidad a derechas, ejemplar de la divisa salmantina, que colocó la cara y fue hasta el final con gran entrega. Comenzó su labor junto a las tablas el sevillano, en un torero inicio muleteril. Sabía José Antonio que todo había que hacerlo con despaciosidad para no quebrantar al toro. Corrió la mano con cadencia en muletazos de gran plasticidad. Enganchó y pulseó la franca embestida del primero de su lote en tandas de gran empaque. Quiso más de lo que pudo el de Loreto. Morante le dio sus tiempos, dejó respirar a un toro que tuvo humillación y franqueza. A zurdas siempre se quedó más cortito, haciendo hilo e imposibilitando la ligazón. Volvería al toreo en redondo para gustarse en muletazos de su personal concepto, esos que aderezó con molinetes y pases de la firma de bella factura. La estocada, algo tendida, fue su rúbrica a tan torera y despaciosa labor.
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No se dio coba Morante con el cuarto, un astado fino de cabos que fue enlotado con el más serio de la corrida. Se defendió el de Loreto Charro ya con la capa, soltando la cara y acortando el viaje. No se empleó en el jaco, acudiendo sin celo al capote de su lidiador. Se vio desencantado al sevillano con la brusquedad y el genio del toro, saliendo este con la espada de matar. Tras un macheteo por la cara, dejó una media agarrada que fue suficiente para dar el saboreo astado con sus huesos en el albero. Aceptó la bronca el cigarrero con un gesto de disculpa, tras la imposibilidad de hacer faena.