A José Antonio Morante Camacho, nacido en La Puebla del Río y torero por la gracia de Dios, Sevilla y La Maestranza lo miran y valoran como si fuera de Despeñaperros para arriba. Y así las cosas cuando, como esta tarde en su segundo toro de Cuvillo, hace y dice el toreo con una profundidad, un compromiso, un ajuste, una belleza, una torería sin par, van y le piden una orejita y aquí paz y después gloria.
Gloria bendita fueron las verónicas del quite e inmensa gloria de toreo excelso muleta en mano. Pero, ya digo, en tendidos y gradas, los olés y los bieeeen parecían más de compromiso que de desgarro.
Desde la apertura homenaje a Pepe Luis a la media estocada en la mismísima puerta de chiqueros, lugar al que acudió el toro mediada la faena, esta fue un deleite, un derroche de saber y sabor torero, una sucesión de naturales, redondos, pases de pecho…en los que, por momentos, toro y torero eran uno.
Morante torea con todo y en ese todo va lo que se ve, el cuerpo, y va sobre todo el alma.
Morante torea con el alma y también torea en nombre de sus ancestros toreros. Homenajea a Gallito, por supuesto, pero también a Belmonte, a Pepe Luis o al mismísimo Cúchares, ua puestos.
Pues bien-decíamos- ante un torero así, Sevilla y La Maestranza son incapaces de romperse la camisa, desbordar sus emociones y se ponen estupendas. Hay que joderse.
Este año, Morante se anuncia en Azpeitia, corazón de Euskadi, y seguro estará en Donosti y Bilbao.
Lo van a disfrutar. Y valorar. ¡Gora Morante!