En muchas tardes de toros, a la hora del tercio de varas, surge la duda cuando saltan protestas entre los aficionados de si pisar o no la raya del tercio por parte del picador supone una infracción que puede ser multada por parte de la autoridad competente, en este caso a través de la propuesta de sanción del delegado gubernativo del festejo en cuestión.
Porque pisar la raya antes de tiempo puede parecer un gesto insignificante en el fragor del tercio de varas, pero para los que conocen el reglamento taurino, es algo más que una simple infracción táctica. El artículo 76.1 del Reglamento Taurino (Real Decreto 145/1996) lo deja claro: se trata de una falta leve que, si se reitera, puede acarrear sanción económica: «Tendrán la consideración de faltas leves […] las actuaciones que supongan el incumplimiento de los preceptos reglamentarios cuando no lleguen a tener la consideración de falta grave o muy grave».
Entre estas conductas se encuentra el hecho de que el picador adelante su montura más allá de la línea delimitada, antes de que el toro haya iniciado la acometida. Esa raya blanca que vemos trazada en el ruedo marca el límite que no puede sobrepasarse en el arranque del tercio de varas. Es un principio básico de equidad en la lidia: el toro debe arrancarse desde lejos, y el caballo ha de permanecer en su sitio.
Ahora bien, el reglamento también contempla el contexto. Para que se proponga sanción, la actitud debe ser reiterada. Es decir, que no basta con un movimiento aislado o un despiste momentáneo: tiene que haber una conducta persistente que altere el desarrollo reglamentario de la lidia.
En ese caso, el delegado gubernativo, como máxima autoridad de orden en la plaza, puede proponer la correspondiente sanción. La cuantía de la multa no es simbólica: el propio reglamento fija una horquilla que va de 300 a 1.000 euros, según la gravedad y la reiteración de la conducta: «Las faltas leves podrán ser sancionadas con multa de 300 a 1.000 euros.» se explica en el artículo 83.1.a del Reglamento Taurino
En definitiva, adelantar el caballo más allá de la línea no solo perjudica la pureza de la suerte, sino que también puede salirle caro al picador si insiste en hacerlo. El reglamento está ahí para velar por el equilibrio y el respeto al toro. Y la raya, aunque a veces se olvide, no es decorativa: es una frontera entre el orden y la trampa.
