Salvo para un ramillete de vacadas, las ganaderías de bravo no son un negocio, sino una pasión que mueve a una serie de ganaderos a continuar con un legado, con una pasión que va más allá de los números. Bien es cierto que hay partidas que contrarrestan esas perdidas a final de año, pero si nos ceñimos puramente a los ingresos y los gastos de las vacadas de bravos, estas en su mayoría arrojan pérdidas al final del ejercicio.
Por eso hay muchas vacadas que tienen negocios externos -fuera del mundo del toro- que son los encargados de darle oxígeno a ésta y de proporcionar una estabilidad en el tiempo sin que las facturas ahoguen a su ganadero. Muchas son las vacadas que comparten grandes extensiones de terrenos con ganado manso, caballar o ibérico, siendo también la agricultura otra vía alternativa para sustentar las posibles pérdidas que daba la ganadería de bravo, algo que con el paso del tiempo ha ido menguando debido a diversos factores como la subida de las materias primas.
Una de las divisas que lleva el campo por bandera es la vacada de Miura, familia de raíces vascas afincada en Sevilla desde hace prácticamente dos siglos, lugar donde Juan Miura montó su negocio en torno la conocida calle Sierpes, teniendo este su negocio en la plaza de la Encarnación. El amor que siempre sintió su hijo Antonio por el mundo del toro fue uno de los factores para dar el primer paso en el mundo de la ganadería hace más de 175 años.
Allí el caballo lleva conviviendo con el toro bravo desde la creación de la misma, sin duda alguna un binomio perfecto. “En 1842 mi tatarabuelo inició ganadería, comenzando a los pocos con la yeguada” explicó Antonio Miura en el programa Todo Caballo de Canal Sur. “Se necesitaban caballos para trabajar con el ganado, de ahí que se empezara con este proyecto que hoy en día seguimos conservando en la casa”.
En casa de la familia Miura hace tiempo que se apostó por dos sangres para trabajar con el ganado bravo, siendo fácilmente reconocible el equino PRE y el Hispano-Árabe. Aquí se marcan a fuego los potros, como se hacía antaño, con el hierro de la ganadería en el lado derecho y el número del animal en el izquierdo. Las tradiciones se siguen respetando, todo se intenta hacer de la misma forma que hace años, siendo esta una de las señas de identidad de la familia Miura.
Aquí se hierran a los caballos según su sangre, es decir, el puro español (PRE) lleva el mismo hierro que los toros, el de la A con las dos asas, mientras que los Hispano-Árabes están marcados a fuego con el segundo hierro de la casa. Aquí se buscan caballos funcionales, animales nobles y con corazón para trabajar a diario con el toro bravo. Pero al igual que existe en otras yeguadas no todos se usan para el trabajo en Zahariche, existiendo una parte que se destina a la venta, otra vía importante de negocio.
Durante casi dos siglos Miura ha sabido mantener esa esencia marcada por la tradición, el no salirse de un camino marcado, el saber que los atajos no conducían a nada. Aquí el toro bravo lo es todo, pero también hay que saber tener otras vías de ingresos para sostener la ganadería. Ahí es donde entra la agricultura, el ganado manso o la propia yeguada, tres vías paralelas muy presentes en el día a día de uno de los hierros más importantes del campo bravo.