OPINIÓN

O nos mojamos todos, o la puta al río


sábado 1 agosto, 2015

Treinta pagados bastan para engañar al mundo con lo cruel que es el toreo. Pero 12.000 almas que pasan por taquilla para cantar olés, no son suficientes para mostrar a ese mismo mundo la tauromaquia

Treinta pagados bastan para engañar al mundo con lo cruel que es el toreo. Pero 12.000 almas que pasan por taquilla para cantar olés, no son suficientes para mostrar a ese mismo mundo la tauromaquia

Treinta pagados bastan para engañar al
mundo con lo cruel que es el toreo. Pero 12.000 almas que pasan por taquilla
para cantar olés, no son suficientes para mostrar a ese mismo mundo que la
tauromaquia es alimento para las almas más sensibles.

Los treinta, han conseguido cerrar plazas
y etiquetar como antitaurinas ciudades que nunca lo fueron. Los 12.000, que
peregrinaron para ver a su torero y sacarlo a volandas, jamás tendrán un
espacio en periódicos ni en telediarios.

Los treinta se manifiestan en plazas y
plenos. Se acompañan de abogados, fotógrafos, y hasta de jefes de prensa. Saben
como actuar, de manera meticulosa e intencionada, para buscar ese documento
gráfico que demuestre la bajeza moral e intelectual del aficionado
. Esperan
cualquier gesto o comentario para poner denuncias ante la Policía, bajo el
asesoramiento milimétrico de profesionales en la materia. Son pocos, pero bien
financiados y organizados. Y sus mentiras son tomadas como verdades.

Los 12.000, que son millones en España y
más millones en el mundo entero, generan miles de millones de euros,
manteniendo familias y ecosistemas, aunque sus verdades sean tomadas como
mentiras.

Son capaces de movilizarse y recorrer
miles de kilómetros por ser testigos del misterio del toreo. Y creen en una
religión, la taurina, mientras viven en una sociedad apóstata en valores,
sacrificios e ilusiones
. Pero están solos, y cansados.

Cansados de mantener a un sector poderoso
que no mueve un dedo por su propia supervivencia. Cansados de dar la cara por
aquellos que en un par de horas ganan más dinero del que ganarán ellos en todo
un año de trabajo
. Cansados de movilizarse por un patrimonio histórico,
cultural, ecológico y económico que no está en sus manos, ya que desde hace
algunas décadas está en posesión de unos pocos que lo explotan a su
conveniencia. Cansados de ser los únicos en sacrificarse por el futuro de unos
profesionales tan egoístas y avariciosos, que no quieren darse cuenta de la
generosidad del que paga.

Porque la culpa de que esto este mal, que
lo está, no es de comunistas antitaurinos. Ni de peperos que dicen que apuestan
por el toreo pero que estando en el poder no han sido capaces ni de televisar
más de cuatro corridas en cuatro años. Ni de socialistas con ideales a la
deriva. Ni de pseudoecologistas con carné y pantalón de pana que desconocen la
labor ecológica de los ganaderos
. Ni de animalistas que se empeñan en dotar de
derechos a los animales. Todos ellos juegan sus cartas y usan el toreo en su
beneficio. Y por mucho que nos joda, es lícito que lo hagan.

La única culpa de que esto este mal, que
lo está, es de todos y cada uno de los que vivimos del toro y no somos capaces
de ver más allá de «lo mío». Dejamos que los antis nos golpeen
jugando sus cartas, y por dejadez o egoísmo, no hacemos nada. Toreros,
ganaderos, empresarios, banderilleros, rejoneadores, picadores, mozos de
espada, medios de comunicación… y por extensión todos los que de alguna
manera vivimos del toreo, hemos puesto el futuro de nuestra forma de vida en
manos del aficionado. No solo pedimos que sea él quien ponga el dinero para
mantener el chiringuito, sino también que sea él quien se parta la cara en
defenderlo
.

Estamos desmembrados, no hay nadie que de
manera oficial y contundente plante cara a los despropósitos del enemigo. No
hay un organismo que ponga orden en un gallinero con muchos gallos, y varias
zorras
. Por no haber, no hay ni un organismo especialista en temas jurídicos
que sea capaz de tirar por tierra las artimañas abolicionistas, aún estando
amparados por la Ley, la Constitución o la propia libertad. Ya no es suficiente
hacer paseíllos sin montera, o fotografiarse con un mensaje. Hay que unirse,
organizarse, convencerse de la magnitud del enemigo y de lo preocupante del
momento que nos toca vivir. Responsabilizarnos de ser los herederos de un
patrimonio que está en nuestras manos mantener, y que no nos pertenece, para
dejarlo en herencia a futuras generaciones.

Estamos
tan jodidos, que no basta para defender al toreo, que un hombre vestido de
luces se juegue la vida ante un toro. Que un ganadero hipoteque su patrimonio
personal en la búsqueda de la bravura. Que un empresario se pueda arruinar
organizando la mejor feria. El panorama es tan difícil que no basta con que las
plazas se llenen y los taquilleros pongan carteles de «no hay
billetes». Porque treinta bastan para acabar con el toreo.