Primer festejo de feria y primera Puerta Grande de este año para un Alejandro Talavante que, pese a la alegría que siempre provoca salir en volandas de Madrid, verá cómo le discuten el triunfo hasta los que ponderan su faena. Todo es a causa de un segundo pañuelo que saca un presidente falto del valor necesario para aguantar la pitada de una plaza llena. El señor Fernández Egea, don José María, puso, con su decisión el listón más bajo de un comienzo de San Isidro que este periodista recuerda. A ver cómo hacen sus colegas de asiento, en próximos compromisos, para negarle triunfos análogos a análogas obras de los toreros menos habituales en los carteles.
Por otra parte, la decisión de aprobar esta corrida – con una intrahistoria muy seria detrás- valida un tipo de toro que es muy grande, pero no el toro de Madrid; que es muy cornalón, pero ni siquiera es ofensivo; que es muy aparente, pero sólo deja satisfechos a los ojos profanos y a los carniceros. El toro de Madrid debe ser más armónico.