Segunda corrida de toros del abono de San Isidro y no mejoraron las cosas en el palco, aunque esta vez fue por cuestiones distintas, casi opuestas a las de ayer. Atendiendo a la petición que existía en la plaza, pañuelos en ristre, el premio que debió recibir David Galván en cada uno de sus dos toros fue una oreja, que es la que dice el Reglamento que otorga el público haciendo flamear sus moqueros. Por eso, la actuación del señor Ignacio Sanjuán Rodríguez, presidente, a la sazón, del festejo de hoy, no deja de ser un claro acto de prevaricación taurina, dado que tomó una decisión sabiendo que era de todo punto injusta.
Como injusto fue, por ejemplo, devolver al sexto toro -de El Pilar– a los corrales para sacar a ese toro larguirucho y lavado de cara que hizo sexto y que, para más INRI, estaba a punto de no poderse lidiar. A ese toro negro de Moisés Fraile lo pitaron por blandear al salir del tercio de varas, pero ya nadie recuerda, a estas alturas, que el animal ha sido, hasta ahora, el toro que con más fijeza, celo, bravura y entrega ha peleado en el peto en lo que llevamos de temporada en Madrid. ¿No será normal, entonces, que pierda las manos al salir del penco? Pues estaba humillando, acudiendo y atendiendo, y lo hacía todo con motor. De haberlo sabido ahora, seguramente Víctor Hernández hubiese cuidado más su permanencia en el ruedo.
Pero, tanto la concesión de trofeos, como la devolución de los animales en Madrid dependen mucho de quién ocupe el palco, y yo creo que va siendo muy urgente unificar los criterios por los que se rigen los distintos presidentes y sus equipos. Es tan fundamenteal, que casi de ello depende que los nuevos no se aburran.