A Raúl Rivera López (Toledo, 1992) la profesión le debía una. Un reencuentro con el lugar donde fue feliz como torero. Un nuevo baile en la que siempre fue su plaza. Resiliencia es la palabra que podría definir su carrera como matador de toros. Esa trayectoria que le ha llevado a saborear los tragos más amargos: temporadas que han pasado en blanco sin vestirse de luces, triunfos que no se han visto recompensados con contratos en nuevas plazas, decepciones profesionales que nunca hubiera esperado… Su secreto pasó siempre por no rendirse. Y por pelear y luchar, por muy angosto que fuera el camino. Este jueves cumplirá lo que ha soñado durante tanto tiempo, confirmar su alternativa en Madrid tras once años de matador. Lo hará junto a sus compañeros Rubén Pinar y Rafael Cerro y con un serio encierro de la ganadería de Juan Luis Fraile.
El toledano acumula ya dos temporadas sin hacer lo que más le gusta. Aquello que le hace sentirse vivo. Vestirse y sentirse torero. Su filosofía lo dice todo. Para él, torear es vivir. Por eso, cuando esta noche repita la liturgia de liarse el capote de paseo en ese patio de cuadrillas en el que se siente el peso de la responsabilidad como en ningún otro, lo hará con la certeza de que no tiene nada que perder. Y con la seguridad de que nada peor puede ocurrir si la apuesta no le sale bien. Pero sobre todo con la ilusión intacta de que puede vivir una noche en la que su vida le cambie prácticamente por completo.
“Ha sido un camino difícil. Llevo dos años sin vestirme de torero, pero verme anunciado en Madrid me hace estar con la ilusión por las nubes. Estoy muy contento de confirmar mi alternativa en la primera plaza del mundo y llego muy mentalizado”, reconoce.
Y es que, a Madrid (la que considera su plaza) tenía muchas ganas de volver. Llevaba ya muchos años sin tener la suerte de poder pisar ese albero y disfrutar de su afición. Un público hacia el que Rivera manifiesta un gran cariño y respeto porque “a pesar de su tremenda exigencia, es una afición que entiende perfectamente al toro y al torero”.
El compromiso con la afición
Durante los días previos al compromiso, Rivera ha dormido muy tranquilo por las noches. O al menos eso es lo que confiesa. “Trato de conciliar el sueño visualizando un triunfo y me siento un privilegiado de estar en Madrid”. Por eso quiere disfrutarlo. Y es que, es muy consciente de que “cuando no se duerme a gusto es cuando no suena el teléfono”.
Rivera también sabe que una noche rotunda le puede cambiar la vida. El sino de su trayectoria. Y el devenir de su carrera. Pero no le obsesiona. Lo que sí le preocupa es lo que depende de él. Por eso, se ha conjurado para ofrecer una versión de un torero con ilusión, ambición y ganas. “Para mí, lo más importante es la actitud y el gran compromiso que tengo con la afición, que me lleva a exigirme al máximo para buscar que el público se emocione con mi toreo”.
Las dudas en el camino
Si Raúl Rivera ha llegado a su confirmación ha sido por su perseverancia, constancia y por su pasión por el toro. Pero el viaje no ha sido fácil. Y no ha estado exento de momentos de dudas. La profesión le ha golpeado con especial crudeza sobre todo en las dos últimas temporadas. En ellas ha vivido la más absoluta nada. Ni un solo paseíllo. Y aunque los pensamientos negativos le han atormentado, no se ha dejado vencer.
“En muchos momentos he sentido que los esfuerzos de temporadas anteriores, en las que he triunfado con corridas de diferentes encastes, no han servido para nada. Pero cuando he podido profundizar más en esos pensamientos, me he dado cuenta de que para algo sirve. Y la prueba está en que Madrid se ha acordado de mí y estoy feliz”, indica.
El de Yeles sabe mejor que nadie que un torero debe estar preparado para el momento en que suene el teléfono. “Da igual que sea para torear una tarde que para torear 60”. Y esa exigencia es más difícil para toreros como él, que han estado en el dique seco. Para afrontar este compromiso, el toledano se ha preparado como siempre lo ha hecho, sin hacer nada extraordinario. “Aunque no he toreado mucho en el campo, he tenido un tentadero en la ganadería de Juan Luis Fraile y otro en la finca de La Olivilla”, confiesa.
Pero Raúl afronta su vuelta a Madrid con una gran frescura de mente. Y de cabeza. En un momento de madurez personal que le llevará a “hacer las cosas lo mejor posible”. Llega con ganas de no defraudar a nadie. Y, sobre todo, de no defraudarse a él mismo.
La seria corrida de Santa Coloma
En pleno campo charro (en la finca ‘Cojos de Robliza’), el torero ha podido ver la corrida de su confirmación. Un encierro serio, fuerte y ofensivo por delante de Juan Luis Fraile, el hierro de un encaste único: el de Santa Coloma por la vía Graciliano.
Rivera se aferra a sus buenas experiencias con los toros del encaste Santa Coloma y especialmente a sus recuerdos en la casa de Victorino Martín. De la corrida de Juan Luis Fraile espera que “los toros embistan para que los tres toreros podamos expresarnos”.
Unos compañeros de cartel para los que solo tiene buenas palabras. “Con Rubén Pinar he compartido muchísimos carteles en nuestros inicios de becerrista con las escuelas. Es un torero al que admiro muchísimo, le tengo cariño y respeto, y estoy muy contento de que sea el padrino de mi confirmación. Y Rafael Cerro es un pedazo de torero y una buena persona a quien tengo mucha admiración”: Y pide un deseo: “que las cosas nos salgan bien a los tres y también al ganadero”.
Cuando le dieron la noticia de su confirmación en Madrid, Raúl se acordó de su madre. La persona que le dio la vida y la que le ha sostenido durante todos estos años desde arriba. Esta noche será testigo del sueño de su hijo en un tendido privilegiado. En el cielo. Pero también recordó sus inicios. Y a los maestros que estuvieron con él en estos primeros pasos en la Escuela de Tauromaquia Marcial Lalanda de Madrid: Andrés Vázquez y Gregorio Sánchez. Sabe que el mejor agradecimiento que puede darles a los tres es un triunfo en Madrid este jueves. Y ese será su único pensamiento de la noche.