Juan José Padilla es uno de esos nombres que se pronuncian con respeto y admiración dentro del ámbito taurino. Nacido en Jerez de la Frontera en 1973, forjó su vocación desde muy joven en la escuela taurina de su ciudad, bebiendo del clasicismo de Rafael Ortega, pero gestando desde temprano una personalidad indomable y entregada. Su debut con picadores llegó a finales de los años 80, pero no sería hasta 1994 cuando tomara la alternativa en Algeciras, confirmando esta un año después en la primera plaza del mundo.
Durante más de tres décadas fue el estandarte de los espadas que se batían el cobre con las ganaderías más duras. Pese a ello, nunca les dio la espalda, sabiendo que ese era el camino que le llevaría a convertirse en figura del toreo. Victorino, Partido de Resina (antes Pablo Romero), Miura, Cuadri, Ana Romero, Palha, Adolfo Martín, Cebada Gago… fueron algunos de los hierros con los que se anunció en España y Francia. Tardes en las que se ganó el respeto del aficionado cabal. Salvo en su tierra, pocas fueron las plazas que le dieron el caramelo de poder torear hierros exigidos por las figuras; pese a ello, nunca cambió su forma de ver y entender el toreo.

Durante muchos años toreó para sobrevivir. Y en esa arena dejó no solo valor y sudor, sino también sangre. Pese a sufrir un número importante de cornadas, varias de ellas graves, siempre salió a flote con mayor entereza si cabe. Las de mayor gravedad las sufrió en Pamplona, Huesca y Zaragoza; sin embargo, ninguna de ellas le obligó a retirarse. En la Feria del Pilar de 2011, un toro de Ana Romero le destrozó la cara y le hizo perder el ojo izquierdo. Aquella cogida, que para cualquiera hubiera significado el final, fue en Padilla el principio de otra etapa. Regresó a los ruedos cinco meses después, con un parche cubriéndole la cuenca vacía del ojo, como un torero de leyenda.
A partir de ahí, encontró un hueco en las corridas de figuras hasta su retirada definitiva en 2018. Pero el jerezano no se alejó de los toros, asumiendo el papel de apoderado. En 2020 inició esa nueva faceta junto al joven Manuel Perera, a quien acompañó durante su etapa como novillero. Sevilla fue el marco de una alternativa de lujo, con los toros de Torrestrella, junto a Morante de la Puebla y El Juli. Un paso algo precipitado que desencadenó en una ruptura poco tiempo después.
En noviembre de 2024 dio un nuevo paso al asumir la carrera de Martín Morilla, joven promesa de Morón de la Frontera, quien había causado muy buena impresión tanto en su etapa sin caballos como con los del castoreño. En Morilla ha depositado su confianza, viendo en él una ilusión renovada de lo que algún día fue su propia carrera. Hoy, Padilla continúa viviendo en Sanlúcar de Barrameda, volcado en su familia, pero siempre atento a lo que ocurre en los ruedos y a todo aquello que hace un novillero en el que tiene depositada una enorme fe.
