EDITORIAL

A Pagés se le acaba el contrato en La Maestranza: todas las claves de qué podría suceder a partir de ahora


miércoles 20 noviembre, 2024

El tablero de ajedrez de la gestión de las plazas pasará el próximo año por Sevilla debido a la expiración del contrato entre la Real Maestranza y la Empresa Pagés.

Ramon Valencia
Ramon Valencia, en la presentación de carteles de los carteles de Sevilla de 2022; a su izquierda, Pedro Rodríguez Tamayo, que ya el año pasado salió de la empresa Pagés. © Pagés

El año 2025 va camino de convertirse en un hito clave en la historia de la Tauromaquia, que tiene en el año venidero una ocasión importante para renovar su forma de industria, aún incomprensible, desordenada y radicalmente distinta de la que gestiona los demás espectáculos de masas que se producen en España -y en el mundo-. Son varios los momentos importantes que tendrá el año que ya esperamos con ‘las canales’, pero tal vez el (los) más importante(s) se produzcan primero en el Norte y luego, una vez acabado el almanaque, en el Sur. Y ambos tendrán mucho que ver, pese a que no lo parezca a simple vista.

Comencemos por el que puede ser realmente una ocasión de modernizar una gestión que viene corriendo al cargo de la misma empresa desde 1933. Ojo, ¡1933! Estamos próximos al centenario de la presencia de Pagés en las oficinas de la calle Adriano de Sevilla. A pesar de los desencuentros que se llevan produciendo entre ésta y los maestrantes -propietarios de la plaza– desde mediados de la década de los 50 -curiosamente concidiendo con la presencia de Diodoro Canorea como máximo responsable- la misma familia dirige los designios del Baratillo desde que Eduardo Pagés firmase aquel contrato provisional que, en principio, iba a ser por cuatro años.

Pues será 92 años después cuando expire -parece que de forma fehaciente- el contrato que une a Pagés con La Real Maestranza. Y eso será si no se produce una nueva prórroga -posible, aunque poco probable- del mencionado documento mercantil. Poco probable porque ahora parece haberse postulado un nuevo pretendiente -al menos- para la joya sevillana, que siempre vino con muy buena dote. Y ahí es donde radica la importancia del suceso que ha de ocurrir mucho antes de que expire ese contrato. Expliquémonos.

José María Garzón, cabeza visible de la empresa Lances de Futuro y tan sevillano como la Puerta del Príncipe, nunca ha ocultado su intención de ser algún día empresario de Sevilla, por lo que el hecho de que expire el contrato de La Maestranza con Pagés supone para él una oportunidad de lograr su objetivo, ahora que ha demostrado su forma de hacer las cosas, mucho más cercana a la modernidad que la que ejerce la entidad al cargo desde hace 91 años. Una entidad, además, que nunca ha intentado diversificar su territorio ni convertirse a la globalidad que hoy exige el mercado. Pagés puede presentarse a cualquier concurso por ser la empresa de Sevilla, pero eso no le da experiencia fuera del Baratillo.

La intención de Garzón de presentar una oferta a los maestrantes es vox populi. Tanto, que la jugada de Ramón Valencia para con él es la de concurrir a la adjudicación de… Santander. Muy al Norte. Tanto que lo que sigue es el mar. Tras dos años de gestión de Lances de Futuro, el coso de Cuatro Caminos se ha convertido en objeto de deseo de buena parte del empresariado más importante de este país, y la plaza sale este año a concurso. Aún no se han presentado las ofertas, claro, pero la taurina Radio Makuto ya da por hecha la asociación de Ramón Valencia con los Matilla para ir a por una de las joyas de Garzón.

Es verdad que nadie comunica -ni tiene por qué hacerlo- si va a concurrir o no a un concurso público, como es el de Santander, pero hay una práctica de honor entre los empresarios que consiste en no ir a llevarse los réditos de una plaza que un señor ha tenido que levantar y poner en beneficios. Y habrá que saber quién se presentará de las dos partes, porque la empresa que constituyeron para el último concurso de Las Ventas, Calle de Alcalá 237, no ha dado festejos y, por tanto, no tiene la experiencia necesaria para presentarse.

Ese será -por más que extrañe- el primer movimiento para dirimir el próximo empresario de La Maestranza, donde a día de hoy se siguen presentando los carteles de la segunda Feria más importante del mundo en un salón rancio como el tocino añejo y leyendo un papel impreso que, previamente, se ha distribuido entre la prensa, allí, sentada delante del señor del castillo para preguntar por qué su torero no está entre los acartelados. La imagen que se repite año tras año -después de haber visto no sólo el despliegue de Madrid, sino cualquier plaza de segunda donde se quiera trabajar- es para echarse a llorar de forma inmediata, porque ya en 1933 se contaba con los medios para presentar los carteles tal como se hace hoy, en la era de la comunicación. De hecho, los carteles, entonces, se presentaban igual.

Por eso es clave lo que suceda en Santander, donde se juega el partido de ida entre Garzón y Valencia, que algo se temerá cuando se quiere poner la venda antes de que sangre la herida. Porque golpes, va a haber golpes en ambos sentidos.