LA CRÓNICA DEL ENCIERRO

La nobleza de La Palmosilla preside una bonita y limpia carrera para comenzar los encierros de San Fermín


viernes 7 julio, 2023

Un primer parte médico habla de cuatro solicitudes de traslado por contusiones, sin heridas por asta de toro

Palmosilla
Una imagen del encierro de La Palmosilla en Pamplona. © Europa Press

Corrían las mariposas por la barriga de los corredores en esta mañana entoldada y típica de la Pamplona sanferminera a la hora en que la suerte se transformaba en un apretón de manos a Miguel Reta, sentado en su vallado de entre Mercaderes y Estafeta, recibiendo la solicitud como si él mismo fuera el Patrón que recibía el cántico, los tres hoy un poco más acelerfados de lo habitual; había ganas de toros.

La manada de los toros de La Palmosilla salió como a cámara lenta y así permaneció, con un ritmo constante y machacón, durante todo el recorrido, alcanzando una marca de dos minutos y 32 segundos que contradecía aquello de la slow motion. Un toro, siempre es un toro. Y los de Javier Núñez sacaron la nobleza, siguieron la guía, bien abierta por los cabestros, y fueron recorriendo las calles de la capital navarra mientras veían caer corredores a un lado y al otro. Sólo cuatro de ellos necesitaron un tralsado al hospital, y ninguno fue por herida de asta.

En parte porque hubo sitio en casi todos los tramos para ‘coger toro’, como suele decirse en el argot de los corredores. Incluso en una Cuesta de Santo Domingo, estrecha y peligrosa, en la que la manada fue tomando su velocidad de crucero. Un toro castaño fue tomando la delantera, siempre por detrás, sin embargo, del abrigo de los bueyes, y protagonizó carreras de gran belleza cuando se llegaba a la curva que conduce a Estafeta.

La curva no rompió la carrera de la manada

No se rompió la manada en ese punto, como suele suceder al golpear los toros en el vallado. El ritmo, siempre machacón, de los de La Palmosilla fue conduciendo la carrera en una recta de Estafeta de gran hermosura, con corredores aguantando con gallardía en la cara largos tramos, mucho más rápidos de lo que parecía. Porque la manada ya iba en fila de a uno al llegar a la Plaza Consistorial, pero fue en el último tramo, el que conduce al callejón por el que se accede a la plaza de toros, donde un toro negro, bajo y bien hecho, cruzó la calle de lado a lado, de un modo tan imprevisible que tomó por sorpresa a los corredores.

Ese fue, tal vez, el momento de mayor exposición, pero ni siquiera allí, en ese peligroso callejón donde tantos percances se han producido, pasaron los incidentes de caídas con posición fetal, aguardando que la pasada de los animales y de los corredores no produjera daño alguno al que aguardaba en el suelo.

Tampoco hubo mayores problemas en la plaza de toros, donde una hgran muchdumbre se congregó para ver cómo entraban los toros en los chiqueros. De repente, el toro castaño que abría la manada se dio la vuelta, amenazando la embestida contra uno de los burladeros de la plaza, que rebosaba peligrosamente de corredores que no hubiesen tenido lugar donde guarecerse. Pues ni siquiera en tan circunstancia hizo el animal otra cosa que darse la vuelta, atender a un doblador y meterse sin más historia por la puerta que da a los chiqueros. Y sólo habían pasado dos minutos y medio.

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