Se acerca sigilosamente la Feria de San Miguel 2023, un mini abono compuesto por tres festejos mayores donde están anunciadas las máximas figuras del toreo del momento. Tres días de toros donde destaca el doblete de Morante de la Puebla, la despedida de los ruedos de Julián López ‘El Juli’ o la vuelta de Daniel Luque tras un 2023 donde únicamente una lesión en el peroné frenó su temporada.
Una Feria dentro de un abono que se presentó allá por el mes de febrero, una programación que organizó con mimo una empresa PAGÉS que ha cerrado tres combinaciones de auténtico lujo. El problema de presentar este ciclo más de seis meses antes puede llevar a que algunos de los toreros anunciados no llegue en su mejor momento, y que otros ausentes en la misma hayan realizado una temporada rozando la excelencia.
La idiosincrasia de Sevilla es distinta a la de Madrid, Zaragoza o Valencia; estos tres cosos son plazas de temporada que dividen el año en varias ferias, las cuales se van presentando en un determinado momento del año, contando cada una con un número de abonados distinto, dentro siempre sobre la base del más fuerte. Pero en Sevilla no es así como ya contamos antes; pese a dividirse en varios ciclos, únicamente las novilladas sin caballos son presentadas unas semanas antes de su comienzo.
De todos los condimentos que tiene el guiso preparado por Ramón Valencia han surgido dos nombres que le pueden dar mayor interés a un cartel, que ya de por sí iba muy bien en taquilla. Se trata de la corrida del día 30, un festejo donde están anunciados el francés Sebastián Castella, el pacense Alejandro Talavante y el limeño Andrés Roca Rey. Un festejo de gran interés al que se le suma el supuesto pique entre dos toreros que esta temporada han estado envueltos en cierta polémica tras una serie de declaraciones, un brindis posterior y un roce durante un quite el pasado miércoles en Logroño.
Una tirantez entre dos espadas que procuran disiparla en redes sociales, aunque en el ruedo sea otro cantar. En Sevilla se verá si ese pique entre ambos beneficia al aficionado o, por el contrario, acaba disuelto como un azucarillo. Tengan o no problemas entre ellos, la rivalidad debe quedar plasmada en el ruedo, porque el que paga en taquilla quiere ver competencia, pero no únicamente entre estos dos toreros, sino entre todos los anunciados, porque así se le da grandeza a un espectáculo donde el toro tiene mucho que decir, pero en el que también los participantes tienen que hacer ver y valer su condición dentro del ruedo.
Una competencia que no debe hacerse con aspavientos y malos modos, sino toreando. La autoexigencia le tiene que llevar a los toreros a intentar ser mejor que su compañero toreando de verdad, cruzando esa línea, ya sea acariciando la embestida de un animal o colocándose donde los pies queman.
Por eso, la mejor forma de zanjar la polémica suscitada entre Alejandro y Andrés es sacando a relucir el mejor toreo de cada uno, ser capaces de hacerle ver al aficionado que esa polvareda no les ha afectado en absoluto, y que existiendo una relación, buena, mala o regular entre ambos, el compromiso con su profesión está por encima de todo.