Rafael Serna vivió este jueves en Las Ventas una de esas tardes donde no sólo se confirma una alternativa, sino también un destino. Paseó una oreja en su segundo toro y dejó la sensación de entrega absoluta en una jornada que marcaba su regreso a los ruedos tras veinte meses sin vestirse de luces. Esta mañana, el sevillano compartió sus sensaciones con CULTORO con la emoción todavía a flor de piel.

“Intenté entregarme al máximo, no dejarme nada en el tintero”, reconocía. “Sabía que iba a tener muchas carencias técnicas por el hecho de no torear, pero desde antes del paseíllo hasta el final apreté. Era consciente de que iba a haber momentos difíciles, pero no volví la cara”. Sobre el toro de la ceremonia, Serna explicó: “En ese primero creo que di la cara; llevaba mucho tiempo sin torear y, aún así, di una gran dimensión. Luego, en el último, fui con todo.”

“Iba muy dispuesto. En estos días atrás pensaba que iba a sorprender, que me iba a tocar un toro que me regalara quince o veinte embestidas. Pero cuando entré en la tarde, fui consciente de la dificultad de esta profesión: cuando no hay toro, no hay toro.”
Pese a ello, se mantuvo firme y no dejó pasar la oportunidad. En el sexto, anduvo firme, asentado, consciente en todo momento de la difucltad del día de hoy para él. Tuvo paciencia para embeberlo en la derecha y no le dudó nunca, todo lo contrario; le consintió más allá de lo que aconsejaba su escaso bagaje, su falta de rodaje para llegar hasta aquí. Y al final, casi en el gancho de las mulillas, el pañuelo blanco de la Presidencia le dio aire para permanecer metido. “Cuando vi ese pañuelo asomado en el palco y cogí la oreja en mis manos, me dije a mí mismo que esto va a seguir adelante.” Sin embargo, no ocultó cierta frustración: “Me voy con la pena de que no me ha embestido un toro. Esa es la pena y el sabor agridulce que me queda.”

También recordó un episodio clave en su trayectoria: “Va a sonar surrealista, pero quise matar los dos toros míos en el mismo sitio en el que me pegaron la cornada en 2016, por superar ese trance y ese miedo que he tenido tantos años en la cabeza. Yo entré en la enfermería renacido.” Y cerró con una confesión que resume la intensidad de la jornada: “Llevaba 20 meses sin torear una corrida y sólo tenía esta tarde. Tenía mucho miedo de no volverme a vestir de luces, y sé que me lo volveré a poner muchas tardes más.”
