Roca Rey paseó una oreja del quinto de la tarde, un animal al que le dejó tres monumentales series y que narramos de esta forma:
Más alto de agujas el quinto, fino de cabos pero con cuello y longitud de pitón. Muy astifino. Cumplió sin excesos en los primeros tercios y llegó a la muleta noble y obediente pero muy medido de todo. Le fue dando celo y confianza el torero en la primera parte de la faena para apretarlo de verdad en la segunda, en tres series soberbias con la mano derecha, citando y sacando el muletazo por debajo de la pala del pitón, muy hundido en la arena. Imposible torear más sometido. Ni más reunido. Finalizó faena encadenando circulares invertidos templadísimos, limpísimos, y se tiró a matar, en corto y por derecho, para enterrar la espada y cobrar una oreja de las de verdad.