Situada al Sur Oeste de la provincia de Albacete, la finca El Palomar es uno de los emblemas de nuestra piel de toro, un lugar que lleva dando cobijo a los animales de la casa Flores desde hace varias décadas. Una vacada que, con el tiempo, se colocó en los lugares más selectos del escalafón, siendo exigida por los espadas con mayor fuerza, un hierro encastado en la sangre Gamero-Cívico, pero con un sello muy personal que lo hacía único.
Ortega Cano, César Rincón, Joselito, Ponce, Francisco Rivera, Morante o Miguel Abellán triunfaron con animales de este hierro en plazas españolas y francesas, una garantía para empresarios, aficionados y espadas que vieron en ella el toro ideal. Un hierro que ha pasado por varias etapas durante su larga y dilatada historia, siendo este un momento de asentamiento para una divisa que tras estar en todas las ferias en carteles de figuras, vio como poco a poco su nombre iba perdiendo protagonismo.
Una vacada que durante la pandemia tuvo que mandar un número importante de animales al matadero debido a la falta de festejos, un tiempo donde Samuel consiguió sacar alguno de los sementales que hoy en día mantienen viva la llama de su ilusión. Se trata de unos machos que tras la de sus hijos han traído consigo algunas de esas virtudes que parecían perdidas en la casa. Son tiempos para la esperanza, de mirar a 2024 con optimismo al saber que el hierro manchego volverá a cosos donde hasta no hace mucho era un fijo.
“Dada la situación actual -nos comentó durante la pandemia el ganadero-, no estoy dispuesto a vender toros a 1.000 euros, por eso tomé esa drástica y dura decisión, pero sigo criando animales con ilusión” explicaba a este medio. Pasados los años todo se ve desde otro prisma, siendo consciente que los pasos dados fueron los correctos. Pero en esta casa han pasado por muchas vicisitudes que la hicieron perder esa regularidad que tuvo antaño, esa embestida que tanto llenaba a los toreros y hacía disfrutar al aficionado en una ganadería que quedó postergada a un lugar que no merecía, pero que le tocaba ocupar al no pasar un buen momento.
Un ganadero que nos explicó pormenorizadamente a que se debía este tiempo fuera de las grandes ferias: “Se debió a un inconveniente sanitario en la ganadería, originado especialmente por un problema infertilidad producido por la consanguinidad en un encaste tan particular como el de Gamero Cívico. Ese problema ha sido totalmente superado dentro de la misma ganadería, cambiando las familias de los sementales; por ello, estoy dispuesto a volver una vez más después de esta situación negativa, que no es la primera vez que me ocurre a lo largo de mi vida”.
Un tiempo que le sirvió para volver a meterse de lleno en la ganadería y conocerla profundamente, estudiando tanto las reatas como los distintos tipos de embestidas, todo para intentar encontrar esa línea que le devolviera al la tan ansiada regularidad, esa embestida profunda que tiene este animal cuando se emplea de verdad. Un 2025 que se presenta ilusionante para un criador que nunca tiró la toalla.