Entrar en la Monumental de Pamplona con el pitón de un toro de José Escolar amenazando tu espalda, mientras sientes que un frenazo puede provocar que te atraviese sin remedio no es nada fácil. Es más, esa proeza de superhombre es sólo una más de las historias que se producen diariamente en el encierro de San Fermín. Y más con los grises de Escolar, tradicionalmente una de las ganaderías que suele disgregarse a lo largo del recorrido. Hoy no pasó.
En un sábado, con la mayor aglomeración de corredores de la feria, lo normal es que las carreras sean cortas y terminen de forma abrupta, y así ha sido en la mayoría de las ocasiones; los pitones han acariciado las espaldas hasta el punto de que una de las solicitudes de traslado fue por un puntazo corrido. Y eso que no se dieron la vuelta los de Escolar en el primer tramo, ni tomaron la delantera de los cabestros tras la curva que da acceso a la calle Estafeta. La pericia, el buen hacer e incluso la suerte influyeron en que no se produjeran heridas de consideración.
Fue precisamente en la célebre curva por la que se accede del tramo de Mercaderes al de Estafeta donde varios corredores tomaron el giro por fuera, por donde llegaban tres de los toros que, sin embargo, no provocaron montonera ni hicieron destrozos graves. Accedieron a Estafeta, que fue donde más se corrió y donde sólo los corredores con más pericia lograron aquello que se llama ‘pillar toro’, casi siempre en carreras cortas y casi siempre facilitadas por la nobleza de una corrida de Escolar que nunca se salió de la manada.
Sólo en ese último tramo, cuando ya concluía el encierro y se vislumbraba ya la plaza de toros, uno de los toros aceleraba por la parte derecha del recorrido, sorprendiendo a algunos de los corredores que intentaban salir de la trayectoria del encierro y se encontraban con un toro en lo que ya creían ellos espacio ‘seguro’. Afortunadamente, no hubo heridas de consideración que lamentar.
Y así llegamos a esa última carrera, con la que comenzábamos esta crónica: un tipo vestido con una camiseta del Real Madrid entraba en la plaza sintiendo cómo le empujaba por la espalda -y durante un buen tramo- el pitón de un toro de Escolar, que no se dieron la vuelta esta vez nada más salir -así lo hicieron los tres primeros años que se anunciaron en Pamplona-, pero que arrearon por los laterales el día que más gente se aglomeraba en el recorrido.
Afortunadamente, como siempre, estuvo presente el capotillo de San Fermín.