Unas 24 horas de ilusión y de esperanza. Eso ha sido, más o menos, lo que ha durado la resaca de la reunión entre Plaza 1 y la Consejería de Presidencia de la Comunidad de Madrid. Tras ella, Simón Casas sentenciaba que habría toros en Madrid en 2021 «aunque tenga que reaparecer vestido de luces«. Y hoy la presidenta de esta nuestra comunidad pone sus bemoles -muy santos, por cierto- encima de la mesa y convoca unas elecciones regionales que han hecho tiritar las canillas de la tauromaquia. Porque si gana la izquierda, amigo Simón, te vemos reapareciendo. Vestido de luces y aporreando la plaza para que la abran. Y nosotros contigo, claro.
Nos vestiremos de luces o de lagarterana, y protestaremos, como hacemos siempre, y patalearemos, como hacemos siempre, y escupiremos exabruptos contra las injusticias que se perpetrarán en favor de un animalismo que esconde la defensa de su voluntad y su gusto. Todo eso haremos, pero dará igual. Si las bandas comunistas de Errejón e Iglesias se hacen con el poder que ansían -el PSOE ya no es más que una marioneta de sus caprichos para mantener poltronas- nos podemos despedir del Centro de Asuntos Taurinos. Y, con él, del último reducto que fomenta, coordina y apoya la afición a la tauromaquia en la Comunidad. Es un hecho. Como lo es que lo negarán durante la campaña, y que matizarán sus mensajes lo justo para volver a engañar al incauto que aún no comprende que les importa un carajo. Lo mismo que el sector taurino. Y si se mueren, se morirán matando. Como Ciudadanos también ha demostrado hoy.
Pensar que al toreo no le afecta el efecto dominó que ha inundado España en las últimas horas es erróneo. Mucho. Tanto como que el CAT desde Madrid o el apoyo a la FTL desde Castilla y León peligran desde hoy. Porque cuando ya estaba todo enfilado para que la desescalada venteña hiciese su efecto y sólo tuviesen que pasar los meses, seguir bajando la curva de contagios y seguir aumentando la de vacunados para que un pitón se asome por la puerta de toriles, la caída del cartel escalonada de un traje de luces naranja –de la mala suerte, por cierto- ha hecho desbaratar la ilusión que Simón ya sembró en los aficionados este martes. Y ahora también él se ve vestido de luces, es normal, pero el voto le sacará de esta. Y a nosotros, que es más importante.
Pero, mientras tanto, mil y una preguntas y más incertidumbre si cabe para la vuelta de los toros a Madrid: ¿Quién y cómo se encargará de abrir el cerrojo de Las Ventas? ¿Qué ocurrirá con un contrato que nadie se atrevía a modificar por miedo a la prevaricación? ¿Cuándo y cómo se ejecutarán las obras de la plaza, para las que la Comunidad destinó 15,1 melones entre una polémica importante? ¿Y con la Escuela? Parece mucho lo que nos jugamos el 4 de mayo. Pero eso es lo que significa poner las decisiones en manos de los madrileños y no en enjuagues de despacho de tan dudosa catadura moral como legalidad acrisolada. Porque la democracia tampoco es perfecta, aunque no conozcamos nada mejor.
Recemos para que la Virgencita nos deje como estamos. Porque sólo un torero o un diablo con pitones puede morir matando. Y si el francés reaparece de luces, como prometió para garantizar el regreso de los toros, allí estaremos con él. Al menos se reactivará el negocio de la sastrería taurina…