EL TENDIDO DE LOS SASTRES

Tauroética


viernes 26 mayo, 2017

Tomo prestado el título del libro publicado hace seis años obra de Fernando Savater...

Tomo prestado el título del libro publicado hace seis años obra de Fernando Savater...

FRANCISCO MARCH

Tomo prestado el título del libro publicado hace seis años
obra de Fernando Savater, que (como indica
la contraportada) más allá de un alegato a favor de la Tauromaquia es una
respuesta a las argumentaciones (sic) moralistas de quienes se oponen a ella y
buscan su desaparición vía prohibiciones. Ocurre, además, que Savater estaba
ahí, en el lugar de los hechos, viéndolo desde la proximidad de un burladero del callejón.

Resulta que salió el 2º de Jandilla, un torazo de nombre
femenino , «Hebrea, » y desde ese momento hasta que fue arrastrado
por las mulillas en una vuelta al ruedo póstuma en la que recibió la ovación
emocionada y de gratitud de las 24000 almas que colmaban Las Ventas, eso sí que fue un alegato en toda regla. La
Fiesta de los toros explicada,
justificada si hay algo que justificar,
precisamente por eso, por el toro, en todo su esplendor.

Galopaba «Hebrea» hacia el caballo, fija la mirada
en el peto, el rabo en alto, empleándose en la pelea y la suerte de varas se convertía en un
monumento a la bravura. Como además el picador supo estar a la altura del reto,
aquello se vivió como una revelación,
hartos como estamos de masacres o de meros trámites que convierten un
momento esencial de la lidia en un sinsentido insufrible.

Bravo en el caballo y bravo en la muleta (no siempre
ocurre), gloria bendita. Y ante él, el torero, el héroe de luces dispuesto a
encauzar en el trapo rojo aquel manantial desbordante de casta, nobleza y entrega.

!Dios te libre de que te toque un toro bravo! dice que dijo
Belmonte y Sebastian Castella se propuso desdecir al Pasmo. Impávido, vertical
e inquebrantable, se alzó en los medios, la mirada en lugar opuesto al que, en
las rayas del tercio, ocupaba el toro,
que galopó hacia él y en el momento del
embroque la muleta que le cambia el viaje para pasar por la espalda del torero.
Un lance , un pase, que ya por habitual se recibe desde el tendido con gesto
desdeñoso. No fue el caso. La Ventas entró en erupción y a partir de ahí fue un
volcán de olés para el torero y rendida
admiración al toro.

Llamaba Sebastian al
Jandilla y «Hebrea» acudía con emocionante entrega, humillada
la embestida pero altivo en su brava nobleza. Y el toreo se sucedía como un
milagro.

Le mostraba «Hebrea» a Castella el camino de la
puerta grande, la de la gloria del toreo. Y un mejor tino en la
estocada, la habría abierto.

Pero poco importó (bueno, al torero sí supongo) que todo
quedase en una oreja.

Lo que de verdad importa, lo trascendente, lo que debería
ser mostrado en todas las televisiones, ser portada en los diarios (llámenme
iluso porque tenga una ilusión) es que el toreo es la máxima expresión de
altruismo en una sociedad mercantilizada. Y en Las Ventas se vio.

El torero ofrece su vida (le pagan por ello, faltaría más y
no siempre, que esa es otra), la pone en juego, para recrear la belleza, la
belleza absoluta que resulta del triunfo de la inteligencia sobre la fuerza.
Ante él, el toro, que es la muerte pero, a la vez, su cómplice, el material del
que se fabrican los sueños.

Castella y «Hebrea» enaltecieron la Fiesta, el
toreo se justificó a sí mismo y Las Ventas fue el templo.

Creo que voy a dormir como un bendito.