Uno de los nombres propios de la temporada 2024 (y que arrancará su 2025 este viernes en Castellón) ha sido el sevillano Pablo Aguado, un espada que ha sabido medir muy mucho el número de tardes donde se anunciaba y las plazas donde trenzar el paseíllo. 31 han sido las tardes donde el hispalense se ha vestido de luces en una temporada donde ha pisado un buen ramillete de plazas de primera categoría como Valencia, Sevilla (tres tardes), Madrid (dos tardes), Pamplona, Málaga, San Sebastián y Bilbao.
Pese a no ser un torero al que se le mida su temporada en orejas, éste ha cortado un total de 33 destacando su tarde en San Sebastián, plaza donde salió a hombros en la tarde (numéricamente) más rotunda de su campaña. Sevilla también le vio dar un paso adelante en plena Feria con una exigente corrida de Victoriano del Río. Pamplona fue otra de las tardes de su temporada, esa que sin cortar orejas si ha sido tenida en cuenta por los aficionados.
Luego existieron faenas de interés y triunfos en cosos como Jerez de la Frontera, Sanlúcar de Barrameda, El Puerto de Santa María, Móstoles, Salamanca o Logroño. Un ramillete de cosos donde el sevillano dejó patente que es un tipo de torero diferente al resto, un espada con personalidad propia. Aguado cerraría su temporada en La Real Maestranza de Caballería de Sevilla en el festival homenaje a Curro Romero, una tarde donde dejó pinceladas de ese toreo que tanto gusta en este rincón de la baja Andalucía.
Castellón y Valencia como punto de partida de su particular 2024

Abriría su temporada 2024 vestido de luces el 9 de marzo en la plaza de toros de Castellón junto a José Antonio Morante de la Puebla y Juan Ortega. Un cartel que le encajaba como anillo al dedo al Domingo de Resurrección en Sevilla, pero que se dio finalmente a orillas del Mediterráneo. Los tres sevillanos se anunciaron con toros de Domingo Hernández en una tarde donde Pablo Aguado volvió a encandilar a los aficionados con una faena de sello que caló rápidamente en los tendidos.
Tras el revuelo montado por Ortega era difícil captar nuevamente la atención de respetable, algo que consiguió Aguado ante un tercero que se movió con la cara alta en un saludo capotero con verónicas de fino trazo. Hubo naturalidad y verticalidad en el quite por chicuelinas previo a una faena de muleta con detalles de torero caro. Pablo entendió al animal, sabía que no le podía apretar, que debía llevarlo a su aire, y así hizo. Pese a no ser una faena compacta, sí tuvo muletazos de figura relajada y toreo con la cintura. Le dio sus tiempos, lo toreó en línea para no quebrantarlo, algo que ayudó a que el animal tuviera cierta duración. Pese a ello esta no rompió como todos los presentes esperaban, teniendo que irse a por la espada. Tras dos pinchazos sonó un aviso, saludando desde el tercio una respetuosa ovación.
El día 16 fue el turno de la plaza de toros de Valencia en una tarde donde compartió cartel con Sebastián Castella y Roca Rey, un festejo donde se anunció con una corrida de Victoriano del Río, hierro que también había elegido para su segunda comparecencia en el albero hispalense. Un sábado de marzo donde los tres espadas consiguieron colgar el “No hay localidades” en un festejo donde el peruano paseó el único trofeo tras una faena volcánica.

Volvió a molestar el viento en el capote de Pablo Aguado que, sin embargo, se afirmó en la arena para cuajar varias verónicas en los dos quites que interpretó, pero fue una media cadenciosa y templada la que destacó sobre las demás. Aunque el toro derribó al picador en varas, careció de poder en la muleta, lo que sumado a su nobleza permitió al diestro sevillano torear con mucha suavidad, a pesar del viento. La pena fue que el toro no tuvo repetición y codicia, pero a pesar de ello y del viento, Aguado fue hilvanando, poco a poco, muletazos tersos, a media altura, que adquirieron mayor dimensión al natural. Un molinete brotó escandaloso. Es cierto que en el ambiente flotaba la sensación de cosas importantes, un tanto aisladas, aunque suficientes para el trofeo, de haber viajado la espada certera y no con los defectos que finalmente tuvo.
La Maestranza y su primera cita con uno de sus «consentidos»

Con la llegada de la primavera, tanto Sevilla como su afición esperaban las dos comparecencias en el abono de Pablo Aguado. Un torero que se anunciaba los días 11 y 20 de abril junto a Morante de la Puebla, José María Manzanares, Juan Ortega y Andrés Roca Rey, cuatro de las bases del abono y aspirantes a ese «trono» con el que la empresa Pagés había anunciado su campaña de abonados. No dio demasiadas opciones la corrida de Juan Pedro Domecq, una corrida noble pero blandita y descastada que se fue apagando como una velita conforma avanzaba la lidia.
La tarde volvió a tomar altura en el tercer capítulo de la misma con un gran saludo a la verónica de Aguado a un tercero con clase, un animal que la tomó con franqueza y al que el sevillano lanceó con primor por ese palo. Le fue ganando terreno al Juan Pedro hasta cerrar con una gran media más allá del tercio. Aguado sabía que el toro estaba medido en su raza, pero a su vez quería aprovechar su templanza, esa que le sirvió para gallear previo al paso del animal por el jaco. Posteriormente dejaría dos quites, uno por chicuelinas y otro por verónicas donde buscó siempre torear con las muñecas y la cintura a un toro que poco a poco fue perdiendo el celo. En el tercio de muleta Aguado lo torearía en línea recta y a media altura para no quedarse sin toro. Los molinetes del sevillano tuvieron esa gracia y torería innata en tauromaquia, en lo que en unos es recurso, en él es belleza. Porfió el sevillano en una labor donde lo mejor vino al natural. Por ahí se deslizó el toro con mayor clase, pero el motor andaba ya gripado. Se la presentó siempre muy bien buscando pulsearlo, pero el toro decía muy poco pese al buen trato dado por su matador. No hubo forma de levantar una obra que tampoco supo finiquitar de forma rápida con la espada.
Volvió a mecer con cadencia la capa Aguado en un quite a la verónica a media altura abrochado con una media detrás de la cadera que fue seda pura, pero el toro ya había cantado la gallina. Se fue a los terrenos del 9 para citar a pies juntos en una tanda donde expuso una barbaridad por lo ajustada de la misma, esa donde el astado se movió con genio hasta acabar rajándose. No hubo historia y tras porfiar en una tanda a zurdas se fue a por la espada. Silencio para Aguado y bronca para ‘Secuestrador’.
Aguado y el paso adelante con la corrida de Victoriano del Río en Sevilla

Volvería al coso hispalense en el tramo final de la Feria con los toros de Victoriano del Río en una tarde donde dio un paso adelante viendo que se le iba su segunda comparecía en el abono. A su primero lo toreó con gusto a la verónica y armonía en redondo en una labor para aficionados donde anduvo por encima de un toro con desigualdades. Fue en el sexto en el que canalizó su embestida tanto en las muñecas como en las yemas de los dedos. Llovía en Sevilla pero eso no pareció importarle a un espada que pasearía una oreja tras un trasteo de gran personalidad.
Se crujió Aguado a la verónica con ‘Solerares’ en un recibo capotero donde hilvanó un ramillete de verónica toreando siempre con las palmas de las manos. Le imprimió suavidad y cadencia a unas embestidas con nobleza pero sin demasiada profundidad. Entraría en su turno de quites Ortega para dejar un cuatro torerísimos lances por delantales abrochados estos con una media de gran regusto. Replicó Aguado por chicuelinas ante un toro que se ya se venía muy por dentro. Aguado buscó pulsearlo a media altura pero el astado tendía a calamochear. Jugó con las alturas y las distancias en un trasteo con pasajes de interés pero al que le faltó ligazón por la condición del animal. A zurdas vino siempre con la cara alta. Le dio su sitio, lo volvió a consentir robándole naturales de fino trazo. A pies juntos cerraría una labor que pese a no ser rotunda se vivió con mucho interés.
’Forajido’ llevaba por nombre el sexto de la tarde, un animal con nobleza pero medido en su raza al que Aguado le realizó una faena marcada por el pulso y la caricia. El sevillano sabía que iba a tener delante un toro con poquito celo, pero también era consciente que todo había que hacérselo a su altura y sin obligarlo en exceso. Su comienzo de faena fue clave para encelar la embestida a media altura de un toro que cuando vino enganchado se deslizó tras las telas. Con la premisa de enganchar delante y soltar atrás, el sevillano dibujó una serie de muletazos al ralentí que calaron en los tendidos. Con la izquierda toreó con las yemas en muletazos marcados por el juego de la cintura y las muñecas. Toreó con todo el cuerpo en una labor de guante de seda, un trasteo donde asentó las zapatillas en el albero hundiendo las mismas en una obra al ralentí. Hubo armonía en un trasteo que se desarrolló entre los tendidos 6 y 8, lugar donde el animal se sintió siempre cómodo. La estocada puso en su mano una oreja de peso en una tarde donde se le vio una gran decisión en todo lo que hizo.
La huella del toreo sevillano en plena Feria del Caballo

El día 10 de mayo estaba marcado en rojo para todos los aficionados de la zona. Se trataba de una plaza de enorme sabor, una feria muy particular y un cartel a la medida de esta plaza. Alejandro Talavante, Andrés Roca Rey y Pablo Aguado se anunciaban en este rincón del sur de Andalucía con los toros de Jandilla, un hierro que durante lustros pastó en la finca que le dio nombre a este proyecto ganadero. No tuvo demasiada suerte con el parado tercero, pero sí pulsear la embestida de un sexto con ciertas virtudes que le posibilitaría el corte de la última oreja de la tarde.
Cogido con pinzas estuvo un sexto al que le costó empujar hacia adelante, un astado medido en su fortaleza al que prácticamente no se le castigó en varas. Toreó con todo el cuerpo Aguado al sexto en un inicio lleno de torería y expresión rematado con un pase de pecho barriendo el lomo del animal. Le prosiguió una interesante tanda de derechazos a media altura, esos donde le puso expresión y empaque a los mismos. A zurdas aguantó miraditas y embestidas por dentro de un astado al que le costó un mundo ir hacia adelante por ese pitón. A base de pulsearlo y tratarlo con suavidad el animal se deslizó con calidad llegando incluso a gatear tras la pañosa, pero fue un espejismo. Pese a ello el sevillano conseguiría robarle una serie más antes de irse a por la espada, esa donde la gracia y la naturalidad de Aguado llegaron rápidamente a los tendidos. Tras dejar un pinchazo previo a una estocada casi entera cortaría la última oreja de la tarde.
Santisteban del Puerto y Utrera como preludio a su primera comparecencia en el abono isidril

El día 18 se anunciaba junto a Daniel Luque y Emilio de Justo Santisteban del Puerto (Jaén) para estoquear una corrida de Sancho Dávila. Una tarde donde los tres espadas saldrían en hombros tras plasmar en el ruedo ese concepto tan personal del torero que les hizo ganarse un puesto en prácticamente todas las ferias a este lado del charco. Una tarde donde Pablo Aguado pasearía una oreja de cada animal que le cupo en suerte para salir en volandas junto a sus compañeros.
Al tercero lo saludó dispuesto Pablo Aguado, aunque el animal no permitió de inicio el lucimiento. Empujó mucho en varas el de Dávila. Lo toreó muleta en mano al natural a media altura, dejando una buena serie, ya que por la derecha se quedaba muy corto. Detalles torerísimos del sevillano, que lo despenó con una estocada arriba y paseó una oreja. Pablo Aguado cerró la tarde con una oreja ante un flojo ejemplar, sin transmisión, y al que el sevillano dejó momentos de poso y de buen gusto, especialmente con la derecha. Dejó pinchazo hondo y dos descabellos.

Unos días más tardes comparecería en Utrera (Sevilla) para ejercer de testigo en la alternativa de Curro Durán, novillero que se había ganado con creces el salto al escalafón de matador de toros. Fue el 25 de mayo con una corrida de Algarra, hierro que conoce a la perfección un Pablo Aguado que saldaría su tarde con una oreja de cada antagonista.
Se gustó el sevillano toreando a la verónica al tercero, un astado con el que dejó lances de cartel en un saludo de enorme belleza. Sintió el torero al natural con pasajes muy toreros, pasajes con reminiscencias a toreros del siglo pasado. Se gustó y gustó ante un astado noble pero al que le faltó un punto de clase y transmisión en las telas. Tras enterrar el acero su labor sería premiada con una oreja. Otra oreja paseó Aguado del quinto, un animal que se dejó a media altura. El sevillano deleitó con el capote en un majestuoso quite por chicuelinas. Cinceló una labor llena de cadencia y temple, una labor donde también dejó pasajes de su personal concepto que únicamente emborronó con una estocada baja. Verticalidad y natural ante un ejemplar que pese a no humillar si tuvo buen embroque.
Madrid y una tarde de detalles

Al igual que hizo en Sevilla se anunciaría en Madrid junto a Morante de la Puebla y los toros de Juan Pedro Domecq. Aquella tarde del 29 de mayo les acompañaría en el cartel Alejandro Talavante, espada que tenía entre ceja y ceja reencontrarse con esa afición que tanto le dio y que andaba algo desencantada con el pacense. Pese a no poder tocar pelo, Aguado si dejaría dos actuaciones donde volvería a plasmar su buen concepto capotero, esas donde también cincelaría fases de ese toreo que cala tanto en los aficionados.
Lo demás fueron flashes en una tarde sin conexión por la ausencia de la raza, que trajo la defensa y la escasa duración en todos los demás animales. Cierto que tuvieron clase, pero también que esa no sirve si no se mantiene gran parte de la faena, de ahí la impresión decepcionante que dejó el festejo al final. Pero en los flashes, un quite a la verónica de Aguado al tercero voló lento, reduciendo al animal en cada lance y rematando despacio con una media de tremendo empaque.
El sexto, sin embargo, se lo llevó el empeño de Eutimio de ponerlo al caballo ¡por cuarta vez! Porque si bien es verdad que sólo había recibido dos picotazos, se había gastado mucho el toro mientras pajareaba debajo del penco. Eso y que nunca tuvo el viaje boyante, a pesar del acierto de Pablo en un quite a la verónica tan templado como meritorio para aprovechar cada centímetro del escaso recorrido del castaño de Juan Pedro.
🎥 Resumen del festejo de hoy de #SanIsidro en @LasVentas
— OneToroTV (@OneToroTV) May 29, 2024
➡️ Talavante brilla al natural y corta una oreja a un gran quinto
➡️ Buena tarde de Pablo Aguado con el capote y una faena templada en el tercero
➡️ Bronca y silencio para Morante en su segundo compromiso de feria… pic.twitter.com/jb6XrNYQdR
Granada y Sanlúcar de Barrameda antes del «petardo» ganadero de Madrid

Para finalizar el mes de mayo y comenzar el de junio Pablo Aguado se anunciaba en la Monumental Frascuelo de Granada y la plaza de toros de El Pino de Sanlúcar de Barrameda ante los toros de Victoriano del Río y Torrealta, dos divisas de primera fila que propiciaron el triunfo de un espada que volvió a ser fiel a esa forma de ver y entender el toreo que tenía su buen amigo y Maestro Pepe Luis Vázquez Silva. Pasearía una oreja del astado madrileño que le cupo en primer lugar, un animal con el que mostró que además de saber torear también es capaz de sacarle lo poco que llevan dentro determinados animales.
Negro listón de capa y 471 kg tenía el toro que salió en tercer lugar. Pura torería el ramillete de verónicas que le sopló Pablo Aguado, de escuela sevillana y arte a raudales. Derribó al caballo en el tercio de varas. A media altura y sin humillar pasaba el de Victoriano por el derecho tras los vuelos del percal. De uno en uno intentó el sevillano construir una faena, a base de oficio y colocación, que se convirtió en un oasis en el desierto por las escasas condiciones del astado por ambos pitones. Mató de gran estocada. Oreja.

Si en Granada había paseado únicamente una oreja en Sanlúcar de Barrameda fueron un total de cuatro aquellas que cortó por dos faenas en las que supo canalizar en su muleta las virtudes de dos toros de Torrealta con bondad, nobleza y clase. Una tarde donde se vio disfrutar de su profesión a un espada que se olvidó de la técnica para torear con el alma a sendos toros de la vacada gaditana propiedad de la familia Prado.
Vimos la versión más cadenciosa de Aguado con el tercero un animal con virtudes con el que Aguado se durmió a la verónica. El jabonero de Torrealta embistió con franqueza aunque no acabó de salirse de los vuelos. El sevillano lo dosificó bien en varas antes de iniciar su labor con muletazos de gran sutilidad. Aguado volvió a sacar a relucir su temple y naturalidad ante un astado que todo lo quiso despacio. Por ambos pitones se templó un espada que buscó siempre torear con las yemas cosiendo la embestida en la pañosa. Faena que iba camino del doble trofeo, pero que la tizona se encargó de emborronar saludando una ovación.
El quinto fue un astado manejable y con cierto ritmo al que Aguado toreó al ralentí en un trasteo premiado con el doble trofeo. El sevillano había cuajado a la verónica a un ejemplar con temple, ese que aprovechó para lancearlo con primor. Todo lo quiso hacer despacio en un trasteo que caló en los tendidos. Pablo firmó una faena exquisita llena de plasticidad y naturalidad. Toreo de gran elegancia, plasticidad y estética ante un astado que sir ser completo si tuvo virtudes. Pablo Aguado se sintió en un trasteo pleno de belleza y armonía que le valieron las dos orejas.
La última de San Isidro: una tarde para el olvido

Junto a la tarde de Bilbao, su segundo paseíllo en Las Ventas fue la tarde más negra de su temporada, un 8 de junio donde trenzó el paseíllo junto al riojano Diego Urdiales y el también sevillano Juan Ortega. En esta ocasión los animales fueron de la divisa jiennense de Román Sorando, un hierro con una gran base genética, pero que envió a la primera plaza del mundo una corrida que tiró por tierra una de las tardes con mayor expectación del abono.
De Urdiales, de Ortega y de Aguado es mejor no hablar. Bastante hicieron ellos con pasar el trago de una tarde que se les diseñó al revés. ¿Quién los engañaría para aceptar esta emboscada? No hay mucho más que añadir.
El poso de Aguado también cala en Pamplona

Pese a no estar anunciado en los carteles, el sevillano volvía a Pamplona varios años después de su presentación como matador de toros en esta plaza. Fue por la baja de Morante de la Puebla en un cartel que completaban Cayetano y Andrés Roca Rey. En los chiqueros esperaba un seria corrida del hierro extremeño, uno de los hierros más importantes del campo bravo. No hubo corte de orejas, pero sí una faena que caló en esos aficionados que supieron apreciar todo lo bueno que le hizo Aguado al primer toro de su lote aquel 12 de julio en la capital navarra.
“Jaramago” se llamaba el tercero, número 21, negro de capa, primero del lote de Pablo Aguado, un animal de 540 kilos de peso. Salió con querencias hacia toriles, y de hecho recibió el primer puyazo, largo, en ese caballo; el segundo ya fue en el jaco de la contraquerencia. Manso y falto de fuerza pareció en el segundo tercio el animal, que se cayó incluso entre las banderillas. Y pareció cambiar el animal radicalmente en las lapas que le dejó Aguado para iniciar faena, en muletazos con gran cadencia y despaciosos. Dejó una faena de toreo a ralentí especialmente por la izquierda, por donde se rompió en su naturalísimo concepto el sevillano. Muy templado en todo momento, la obra no caló con fuerza pero estuvo llena de esencia. Y el remate final de ésta, por bajo, además de los finales de serie, tuvieron empaque y gracia torera. La espada, entera, hizo que el animal cayese en los medios.
Orejas en Arévalo y La Línea de la Concepción

En pleno mes de julio el matador de toros hispalense viajó hasta las localidades de Arévalo y La Línea de la Concepción para anunciarse junto a Alejandro Talavante y Cayetano en el coso abulense y Andrés Roca Rey en la remozada plaza de toros de este coqueto rincón de la provincia de Cádiz. En ambas tardes saldaría su paso por estas plazas con el corte de una oreja, siendo el festejo de La Línea un mano a mano con Andrés tras la baja de Morante de la Puebla.
Excelso estuvo Pablo Aguado en su recibo capotero, verónicas embebiendo al toro de principio a fin. Galleó por chicuelinas para colocarlo al caballo con una bonita revolera genuflexa. Tras un mal puyazo puso un buen par de banderillas Juan Sierra. Buen inicio de faena pegado a las tablas y con una mano sobre ellas, trincherazos, terminando de sacárselo a los medios. Toro noble que hacía hilo y no permitía ligar con facilidad los muletazos. Valiente estuvo Aguado tras ponerle en apuros el astado en dos ocasiones. Estuvo asentado y artista en los remates. Epilogó con bonitos estatutarios al paso. Estocada casi entera y oreja como resultado final en Íscar.
El Puerto de Santa María: tres orejas en la temporada de verano

Una de las plazas donde siempre ha tenido su sitio el diestro hispalense ha sido El Puerto de Santa María, coso donde incluso llegó a acartelarse en plena pandemia. Un 2024 donde se anunció hasta dos tardes en un festejo mixto y una corrida de toros. Dos paseíllos y tres orejas a astados de El Parralejo, Jandilla y El Freixo. La primera de ellas fue el 27 de julio junto a Diego Ventura y Alejandro Talavante, una noche donde no saldría en hombros, pero sí pasearía una oreja de peso.
El tercero fue otro buen toro de El Parralejo, al que dejó verónicas de buen gusto y muy templadas Pablo Aguado. El toro empujó bien en el caballo, quitando por chicuelinas el sevillano, bajando la mano de forma torera. Brindó al tendido. La obra la comenzó apoyado en tablas, de forma muy torera, y luego dejó naturales a ralentí; y también con la derecha intentó en todo momento hacer el toreo pausado, dejando muletazos de uno en uno de mucha calidad para finalizar la obra. La estocada, en todo lo alto, puso en su mano el premio.

El 10 de agosto volvería a comparecer en este mismo ruedo junto a Morante de la Puebla y José María Manzanares, una tarde donde conseguiría salir en volandas tras pasear un apéndice de cada ejemplar que le cupo en suerte. Una tarde donde los tendidos volvieron a conectar con un matador de toros que supo entender perfectamente aquello que pedían los animales que tenía delante.
El tercero lució el pial de Jandilla y Pablo Aguado pudo hilvanar algunos lances con el percal de salida. Fue un animal incierto en los primeros tercios de su lidia, pero luego, el sevillano logró poco a poco cogerle la distancia para cuajar un buen puñado de muletazos con torería. Pinturero, caló en la afición presente en el coso portuense. Por ello, tras enterrar la espada en buen sitio, paseó un trofeo.
El sexto de El Freixo fue otro toro con calidad, definido ya de salida, pues Aguado lo cuajó por verónicas en el recibo. Galleó con torería por chicuelinas y hubo otro notable quite a la verónica, que remató con una buena media. El sevillano firmó muletazos muy buenos por ambos lados, que conectaron con el tendido. Dejó una estocada en buen sitio, que fue suficiente para cortar una oreja y acompañar en hombros a José María Manzanares.
Un verano basado también en cosos menores

Los días 4 y 16 de agosto trenzaría el paseíllo en las plazas de toros de Íscar y Vitigudino, dos cosos de tercera categoría donde alternó junto a Alejandro Talavante, Daniel Luque, El Payo y el rejoneador Guillermo Hermoso de Mendoza. La suerte le fue esquiva en una localidad salmantina donde tampoco viajó certera la tizona, algo que sí ocurrió días antes en Íscar con la corrida de Salvador Gavira-García y su oreja al que cerraba plaza.
Primoroso comienzo el de Pablo Aguado con el capote al sexto de la tarde. Manejó el liviano percal de buenas formas. Apretó con codicia el animal en el caballo. Aguado completó una faena pinturera, con bonitos muletazos que por momentos llegaron a los tendidos. Astado que pasaba sin gran trasmisión, al que Aguado pudo torear sin complicaciones. Hermosos finales con un kikirikí y pases de pecho. Torerísimo final rodilla en tierra. Pinchazo y estocada entera. Una oreja.
La Malagueta saborea el toreo de Aguado

El 15 de agosto fue la fecha elegida para la celebración de la Corrida Picassiana, festejo que se había pospuesto tras la imposibilidad de darlo el pasado Sábado Santo por lluvia. Un cartel que conformaban Cayetano, Emilio de Justo y Pablo Aguado con los toros de Torrealta. Una tarde donde Cayetano caería lesionado, Emilio de Justo saldría en volandas por la puerta grande y Pablo Aguado dejaría una labor de menos a más al segundo de su lote.
A la vez que se daba a conocer que Cayetano sufría una fractura de radio, salió por chiqueros el quinto de la tarde. Algo más desagradable de presentación respecto al resto, tampoco tuvo las claras cualidades de sus hermanos. Aún sin presentar dificultades, toro y torero no terminaron de entenderse. Primero, Aguado lo llevó por bajo en el inicio a la vez que el toro respondió. Luego, a media altura por ambos pitones y no dejando la muleta puesta a un animal que por ahí embestía de una manera más sosa, para terminar bajándole algo más la mano cuando la faena tocaba a su fin. En la elección de terrenos tampoco anduvo muy acertado, planteando las primeras series entre las dos rayas para finalmente sacarlo a los medios. Lo que sí quedó fue el regusto de la torería y la naturalidad del sevillano, al que todo el mundo, aún con sus carencias, sigue esperando.
Aguado sella la tarde de su temporada en Illumbe

Sin duda alguna su tarde más rotunda en una plaza de primera categoría fue la vivida el 17 de agosto en la plaza de toros de Illumbe, una tarde donde se acarteló junto a Alejandro Talavante y Roca Rey con los toros de Núñez del Cuvillo. Festejo que atrajo a gran cantidad de público y aficionados a unos tendidos que registraron la mejor entrada del ciclo. Un festejo donde Pablo pudo expresarse tal y como es ante un sexto con virtudes tras estar por encima de un primero de su lote al que le costó entregarse y romper hacia adelante.
Dejó momentos de poso Pablo Aguado en una obra corta pero intensa al tercero, al que le cortó una oreja. El toreo fundamental, base de su faena, llegó arriba por momentos ante un animal de incierta embestida, que levantaba la cara y que no era fácil y al que le paseó una oreja de peso tras una faena donde dejó pasajes toreros pero en el que también expuso ante un ejemplar de Cuvillo que nunca acabó de entregarse.
La Feria la cerró una gran faena de Pablo Aguado al sexto, un toro al que cuajó por ambos lados con su concepto naturalísimo. Hubo series que fueron toda una delicia por el toque sutil, el gobierno en el trazo y la limpieza en cada uno de los muletazos. Llegó con mucha fuerza al tendido tras un final de faena torerísimo, esa donde sacó ese toreo caricia y muletazo de suave metraje para componer una de las obras de la temporada. Una estocada en buen sitio le puso el doble premio en manos del sevillano.
Bilbao y un esfuerzo baldío
Junto a la corrida de Román Sorando en Madrid, esta de Bilbao no tiene mucha historia que contar debido a la endeblez y la falta de fondo de la corrida de Daniel Ruiz. Festejo en el que Ponce se despedía de una plaza que le ha marcado una enormidad durante toda su carrera, esa donde se ha sentido siempre como en casa. Cerraba el cartel Roca Rey, espada que hacía doblete en una Feria donde las mejores entradas se dieron en los dos días donde se anunció el limeño.
Tenía mucha seriedad el cuajado sexto, un toro con sus dos velas hacia arriba, que augurño algo más que sus hermanos de salida… pero luego se derritió como un azucarillo. Porque perdió las manos tras las varas y, tras la lidia y las banderillas, tuvo que ligar de uno en uno el sevillano ante otro astado sin un ápice de poder. Impecable el sevillano, que dejó instantes de gusto pero muy aislados. Dejó derechazos de impoluta proposición, pero sin llegar arriba por la falta de emoción del animal.
La espada priva de sendas orejas a Aguado en Colmenar y Palencia

Otras dos plazas donde el sevillano dejó patente su personal concepto del toreo fue en Colmenar Viejo y Linares ante los toros de Montalvo y La Palmosilla. En la primera de ellas la flojedad de los toros del hierro salmantino dejaron ver a cuenta gotas a un espada que quiso hacerlo todo despacio, un diestro con unas formas muy depuradas que consiguió meter a la parroquia en su labor al último toro del festejo.
El toro que cerró plaza era un colorao de preciosa estampa que no quiso ni ver el percal que manejaba Pablo Aguado y menos al picador de turno, que tampoco lo castigó, en previsión de lo que podría venir. Pero lo que vino fue lo mejor del festejo, porque un suavísimo Pablo Aguado supo asentar en el ruedo la escasez de fuerza del toro, pero también conducirle la voluntad con cierto ritmo que el tendido, deseoso de ver algo parecido al toreo con la corrida de Montalvo. Trazó despacio y limpio, pero con altibajos en una faena de formas clásicas y mucha personalidad en el fondo. Pero falló con la espada, sonó un aviso y volvió a estallar ese sector del tendido que nada tiene que ver con un aficionado.

La tarde de Linares sí tuvo mayor contenido, un festejo donde los toros de La Palmosilla si tuvieron virtudes y el empuje suficiente para irse tras loe vuelos empujado con clase. A su primero le realizó una faena de guante de seda, esa que caló enormemente en los tendidos pese a marrar con los aceros.

El tercero fue otro castaño con buenas hechuras, un toro noble y con prontitud pero escaso de poder. Lo saludó Aguado con su elegancia a capotera, y quitó por chicuelinas. Muleta en mano, el toro se dejó tras perder las manos en la puya. Y lo cuajó por ambos lados con su toreo personal y su naturalísimo concepto. Remató la faena por abajo, con trincheras de mucho sabor. Una pena que lo pinchó dos veces, si no hubiera cortado una oreja. Ovación.
Con el sexto dejó detalles de toreo caro, lo intentó dejando este trincherazos y cambios de mano de mucho sabor, además de una torera serie por el derecho, pero el animal se rajó. Tras pinchar en dos ocasiones fue ovacionado.
Móstoles sobresale en un mes de septiembre donde también destaca su gran faena en Andújar

Tres fueron las plazas de tercera donde Aguado se anunció los días 7, 13 y 15 de septiembre, una serie de festejos donde el hispalense volvió a cincelar faenas de enorme calado en los tendidos. En Andújar le pasearía las dos orejas a un toro de gran nobleza de El Pilar, un ejemplar al que entendió en series de toreo pausado a media altura. Un ejemplar al que poco a poco fue apretando para sentirse toreándolo por ambos pitones. Se iría de vacío de Guadalajara en una tarde donde se acarteló junto a Alejandro Talavante y Juan Ortega con los toros de José Vázquez.
Su tarde más rotunda se vivió en la plaza de toros de Móstoles, coso donde desorejó por partida doble a dos ejemplares de El Vellosino, dos astados con clase y nobleza pero no sobrados de fortaleza. Pablo supo en todo momento aquello que necesitaban dos animales cogidos con pinzas, dos astados que siempre quisieron más que pudieron en las telas de un espada que todo lo quiso hacer con despaciosidad.

Aguado se rompió con el tercero de El Vellosino, un ejemplar con virtudes al que meció con compás a la verónica antes de dejar una labor de pura caricia. Suavidad, elegancia y mucho temple en la muleta, cualidades dignas de un torero superlativo como el sevillano. Ver torear a Pablo nos hace un guiño a lo de antaño, al toreo puro de esa Sevilla con olor a los Romero, Manolo, Pepe Luis Vázquez o Pepín Martín Vázquez. Por ambos pitones se durmió en muletazos que duraron una eternidad antes de dejar una buena estocada que puso en sus manos el doble trofeo de un astado con virtudes pero al que le faltó un punto de humillación.
Volvió a dejar pasajes muy toreros Aguado con el sexto, un toro al que le ganó la batalla a base de manso y disposición. Se gustó lanceando a la verónica a un toro al que le faltó franqueza en sus embestidas pero que pareció atemperarse tras su paso por el jaco. El sevillano se mostró enrazado por momentos, dejando otros pasajes donde fluyó el toreo reposado. Le dio tiempos al animal, jugó con las distancias y las alturas para acabar metiendo en el canasto a un astado que por momentos le puso a prueba pese a no llegar ese “cierto peligro” a los tendidos. Tras una gran estocada paseó el doble premio.
Pablo Aguado y una puerta grande ganada al ralentí en Salamanca

Salamanca fue otro de los cosos donde se anunció el sevillano en pleno mes de septiembre, un coso de enorme relevancia donde saldría en hombros tras pasear una oreja de cada astado de Garcigrande que le cupo en suerte. Una tarde que supieron saborear todos y cada uno de los aficionados que llenaron el Coso de la Glorieta, un ruedo donde se han vivido grandes faenas a los largo de su amplia trayectoria.
Cadencioso y con un gusto exquisito el toreo de capote a la verónica de Pablo Aguado frente al tercero, de más cuajo que sus hermanos liados en anterior lugar. Quitó por delantales el sevillano, con el toro saliendo con la cara suelta. Soberbio Juan Sierra con las banderillas, desmonterándose tras dos pares de mucho compromiso. El comienzo de Aguado fue de los pasajes más caros de la feria, con tres trincheras de un sabor añejo exquisito y un cambio de mano a cámara lenta. Todo lo hizo con despaciosidad y sevillanía. Una gran armonía entre el sevillano y el de Garcigrande, que apenas duró dos series en las que se pudo paladear el gran concepto del toreo de Aguado. Faena medida que fue rubricada de una gran estocada para cortar la primera oreja de la tarde.
Embistió muy dormido el sexto en el capote de Aguado. Cortó una barbaridad en banderillas por el pitón derecho el de Garcigrande, al que consintió mucho Aguado en un torero comienzo por doblones. Noble pero sin emoción el astado en la muleta del sevillano, que todo lo volvió a hacer con aplomo y mucha prestancia. Puso todo de su parte Aguado en una labor en la que lo más destacado resultó con la mano derecha. El final toreando por ayudados tuvo sabor. Mató de estocada baja y cortó la oreja que certificó la salida en hombros por la Puerta Grande.
Logroño paladea el toreo cadencioso de Aguado en una tarde de cicatería presidencial

Su paso por Logroño dejó huella entre esos aficionados que acudieron al Coso de la Ribera para ver uno de los carteles más rematados del abono, ese que anunciaba a Juan Ortega, Andrés Roca Rey y Pablo Aguado con los toros de Fuente Ymbro. Una tarde donde el matador de toros hispalense volvió a encandilar a una afición que vivió con pasión una tarde llena de matices.
Salió el tercero de la tarde, un astado al que Aguado recibió a la verónica jugando bien los brazos. Tras medírsele el castigo en el jaco llegó a la muleta demostrando temple y nobleza. Toreó por ambos pitones con un regusto y una naturalidad fuera de toda duda. Acertó en terrenos, alturas y distancias para poco a poco templar a un ejemplar con virtudes. Dejó expresarse al sevillano este pastueño animal de Fuente Ymbro, aprovechando dichas virtudes un torero en sazón que paró el tiempo en fases de la faena. Tras una buena estocada paseó una oreja de peso pese a la petición de la segunda.
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Paso adelante en una tarde sin suerte en San Miguel

Ante la baja de José Antonio Morante de la Puebla la empresa Pagés optó por darle su sitio a Pablo Aguado, torero que sin cortar orejas no desaprovechó una tarde condicionada por el juego de los toros de la Casa Matilla. Pese a no cortar orejas sí dejó dos faenas que calaron en una afición que veía como la tarde no acababa de romper como esta esperaba. Dos trasteos con desigualdades pero marcados por el temple y el sentido de la medida.
No se empleó en demasía el tercero de la tarde en el capote de un Aguado que dejó varias verónicas de buen corte. Torero que volvió a evidenciar su gusto por torear con las palmas de las manos y con el capote algo más recogido. Aguado vio rápido que este tercero iba a tener los muletazos contados, de ahí que se pusiera a torear a las primeras de cambio enganchando la embestida en la pañosa y reduciendo la misma en tres muletazos soberbios al ralentí. Pero todo fue un espejismo, bajó el animal la persiana y todo se diluyó.
Embistió con todo el sexto de la tarde, un animal al que Aguado no pudo atemperar en su capote. Se trajo el espada hispalense al que cerraba plaza a los terrenos del 6, lugar donde dio un paso adelante ante un ejemplar que nunca regaló una embestida. Un ‘Clandestino’ al que había que llevar empapado en la muleta y no dejarle pensar, de lo contrario se quedaba debajo. Toro que pesó una enormidad en las telas por su geniudo carácter. Tragó el sevillano ante un astado nada fácil, un animal cambiante con el que no te podías relajar. Demostró el hispalense que no venía a pasar la tarde, atacando al de la casa Matilla. Dejaría pasajes sueltos de su personal corte dentro de una labor firme y porfiadora. Enterró el acero al primer intento saludando una ovación desde el tercio.
Triunfo en Villafranca de los Barros y Torrejón para rematar su temporada vestido de luces

Los dos últimos festejos vestido de luces le llevaron a Villafranca de los Barros (Badajoz) y Torrejón de Ardoz (Madrid), dos plazas en las que se anunció junto a Miguel Ángel Perera, Alejandro Talavante, Daniel Luque y Gonzalo Caballero. En la primera de ellas pasearía tres orejas de sendos toros de El Vellosino, cortando dos más el 13 de octubre en un festejo benéfico televisado en directo por Telemadrid.
El tercero de la tarde fue devuelto por falta de fuerza en el tercio de banderillas. En su lugar saltó un sobrero de la misma ganadería titular al que Pablo Aguado paró con mucho temple a la verónica. Tanto en el quite como antes colocando al toro en suerte disfrutó Aguado toreando lento a la verónica. Brindó al público el matador sevillano y comenzó faena cerrado en tablas, toreando con gusto con la mano derecha. Pronto lo sacó a los medios y allí toreó despacio, templando la noble embestida del toro, que tuvo el defecto de desentenderse de los trastos al final de los muletazos; aun así Aguado dejó mucho sabor añejo por ambos pitones, demostrando la clase que atesora la muleta de este torero. Se llevó al toro casi a los medios y allí le dejo una estocada arriba algo tendida al primer encuentro. Dos orejas.
Volvió Pablo Aguado a gustar a la verónica con el sexto de la tarde, parando con lentitud la embestida del toro de Zalduendo. Lo quitó Aguado por unas chicuelinas lentas y toreadas con un gusto tremendo pero el toro duró un suspiro antes de rajarse tras comenzar su labor doblándose con gusto por bajo.
