Gran parte de los aficionados a los toros conocen a Teodoro González, mayoral de una ganadería con gran historia y fama en el mundo del toro, Alcurrucén. Afincado en El Cortijillo -entre las localidades de Fuente el Fresno (Ciudad Real) y Urda (Toledo)- desde hace ya veinte años, ha vivido numerosos momentos que le han forjado como el buen mayoral por el que es reconocido entre los amantes del toro. Toda su vida ha sido dedicada a esta profesión que hasta el día de hoy le ha dado más alegrías que penas y una sabiduría única sobre el toro y el campo bravo. Hombre único en su estampa, siempre con su sobrero cordobés, que además de buen compañero y apasionado de su oficio, colabora y participa como tesorero en la Unión de Mayorales y Vaqueros -UMAVACAM- con el objetivo de poner y mantener a los mayorales en el lugar que siempre se merecerían estar.
E: Buenas tardes, Teodoro, ¿cómo surgió en ti el querer ser mayoral?
Teodoro: Buenas tardes, todo comenzó cuando era un niño con 9 o 10 años. Mis padres se dedicaban al ganado de manso y me crié cerca de la finca de Victorino Martín. Por aquel entonces se ayudaban entre las ganaderías más cercanas y mi padre ayudaba a Victorino a herrar, a embarcar a vacunar… eran todos a una, unos días en un lado y otros días en otro. Ahí comencé a crear mi afición, me empezó a picar el gusanillo y poquito a poco me fui forjando.
E: ¿Cómo fueron tus inicios y cuáles han sido las ganaderías en las que has trabajado?
Teodoro: Con 18 años me casé, me independicé y empecé en la andadura del bravo. Me fui a la ganadería de Ángel Teruel, el matador de toros, allí estuve dieciséis años de vaquero, mayoral y encargado, hacía de todo y fui forjándome poco a poco. De ahí me fui a El Ventorrillo, que fue una andadura muy buena porque ya era una ganadería al nivel de primera y ya venía con mis inicios bien formados porque tuve muy buenos maestros como fueron los mayorales de Victorino. Allí trabajé por primera vez como mayoral, donde estuve tres años. Luego estuve otros tres años de mayoral en Garcigrande, pero salió la oportunidad de ser el mayoral de Alcurrucén y me vine con mi familia. Llevo aquí ya 20 años y creo que traía muy bien aprendido el oficio y aquí lo terminé de desarrollar. Creo y me considero buen profesional.
E: ¿Qué es lo más importante para ti en tu trabajo?
Teodoro: Para mí lo más importante es la constancia, el esfuerzo y la afición. Son la base fundamental, pero también es muy necesario tener amor por lo que haces. Lo más importante es hacer lo que quieres porque si te gusta tu trabajo mantienes esas tres cualidades que he dicho.
E: ¿Qué crees que es lo más necesario que tiene que tener un mayoral o un vaquero para ejercer esta profesión?
Teodoro: Creo que todo buen vaquero o mayoral deben tener dedicación, afición y constancia. Es la base para ser un buen vaquero o mayoral, aparte de ya montar a caballo, pero eso se aprende. También es muy importante tener esa afición porque es un trabajo muy dedicado. Creo que todo aquel que se inicie en un oficio debe hacer un sacrificio y un esfuerzo por lo que hace para que luego cuando llegue a los 60 años se sienta satisfecho de todo lo que ha conseguido.
Luego en este trabajo es muy importante tener a alguien que te apoye y te acompañe, que entienda tu trabajo porque exige mucho tiempo y debe gustarte, tienes que tener afición. Yo tengo la suerte de tener a mi mujer, Juani, que me ha acompañado a todos lados siempre ‘a muerte’, desde que nos casamos cuando ella tenía 16 años. Después, mis dos hijos también han estado siempre trabajando conmigo. Al final, la familia es la que más acusa este trabajo, porque estás por y para el toro.
«Donde más he disfrutado de mi profesión ha sido aquí en esta casa de Alcurrucén»
E: ¿Cómo debe ser el trabajo conjunto de mayorales y vaqueros?
Teodoro: Trabajar en equipo es fundamental. “Una mano sola no te lava”, tiene que haber un equipo de mayorales y vaqueros buenos para que todo se pueda desarrollar y tirar para adelante. Yo siempre he tratado de rodearme de buenos vaqueros porque facilita el día a día y debemos trabajar todos juntos ya que nos jugamos la vida todos los días. Por ejemplo, yo siempre he tenido la gran suerte de tener a mis hijos conmigo y no han hecho otra cosa. Mi hijo también podría ser mayoral, pero yo tengo más antigüedad que él en este caso, aunque perfectamente podría serlo y es muy buen vaquero. A veces, me he visto con 1.200 machos y necesitas tener ahí a tus vaqueros para repartir el trabajo porque son muchas horas y muchos días.
E: ¿Cómo es tu día a día?
Teodoro: Me levanto a las seis de la mañana y lo primero que hago es ir a echar de comer a mis caballos, ellos son una de las herramientas fundamentales del mayoral. Luego me tomo mi café y aparejo a mi caballo, recojo a mis perros y me voy a repasar los toros. A mí me gusta mucho ir tranquilo con mis animales, y fíjate que estos días ha hecho mucho frío, pero yo salgo igual a caballo y con mis perros, es algo que me encanta y disfruto. Cuando vamos a repasar procuro que los toros de más responsabilidad los tenga que ver yo porque me gusta tenerlos controlados siempre; y los de segunda y tercera los repasan los vaqueros, además de las vacas. Esto es dedicación al toro desde por la mañana hasta por la noche.
E: ¿Cuáles han sido los momentos que te han marcado más en tu vida como mayoral y los toros que más guardas en tu memoria con buen recuerdo?
Teodoro: He vivido muchas cosas en toda mi vida desde niño, desde que me fijé en los mayorales de Victorino de los que quería aprender todo, hasta en mi etapa en Ángel Teruel que hacía muchísimas labores y que me curtieron para lo que me vino después. Por ejemplo, hubo un toro nº 20 de nombre Saltador que me hizo de pasarlo muy mal en el campo y me hizo de sufrir mucho, pero luego cuando se lidió en la plaza fue un toro que le dieron la vuelta al ruedo, tenía 19 o 20 años y no se me olvida me hizo muy feliz por todo lo que había detrás. Otro de los momentos más importantes, fue mi primer indulto como mayoral en El Ventorrillo, al nº 21 Lentejuelo en el Corpus de Toledo del año 1998 que lo toreó Víctor Puerto, me tiene muy marcado. Fueron días en los que fui muy feliz.
La verdad, que donde más he disfrutado de mi profesión ha sido aquí en esta casa de Alcurrucén. Desde el 2001-02 hasta el día de hoy he tenido la suerte de ver toros bravísimos y he disfrutado mucho con las corridas y novilladas, para un mayoral lo más bonito que hay es ver salir a los tres matadores por la Puerta Grande. Ahí sí que me quedo yo a gusto, satisfecho y mi misión está cumplida.
Ha habido aquí muchos toros célebres, unos 35-40 toros de Puerta Grande en Madrid. Uno de los que más recuerdo es Barbudo, nº 147, que iba a ir a Sevilla en un principio y al final tuvo como destino Las Ventas. Lo toreo el Cid y le dieron dos vueltas al ruedo en Madrid, si le hubiera matado bien le hubieran podido dar el rabo. Ha habido muchos toros de los que me acuerdo como Notario, Guitarra, Antequerano, Malagueño, Licenciado, Jabatillo, Socarrón… En Bilbao también han ido toros extraordinarios como Pelusón, otro Notario, Atrevido, que lo lidió Urdiales en Bilbao, le dieron la vuelta al ruedo, fue extraordinario.
Yo he disfrutado mucho en Madrid y creo que Alcurrucén junto a Victoriano del Río son las ganaderías que más Puertas Grandes han abierto en Madrid y más vueltas al ruedo han dado. Eso es una satisfacción, donde ves la recompensa de tu trabajo.
«Yo me considero un vaquero más»
E: Como amante de tu trabajo, ¿qué representa para ti UMAVACAM y que valores crees que representa esta asociación?
Teodoro: Fui vocal de la asociación, pero ya he dejado el puesto a los jóvenes que vienen detrás que tienen mucho que decir, y ahora soy tesorero. Para mí la asociación representa la unión: “la unión hace la fuerza”. Nos hemos juntado una serie de mayorales y lo que tratamos es que se nos respete como oficio, que somos un gremio muy a tener en cuenta porque somos trabajadores que trabajamos de sol a sol y miramos y vivimos por y para el toro, teniendo en cuenta al ganadero que siempre está pendiente. Queremos que se nos respete porque tenemos nuestros derechos claro, pero ojo también muchas obligaciones que hay que cumplir y que es parte del trabajo. La unión de mayorales reúne cosas muy buenas donde tratamos que los ganaderos nos apoyen, y los jóvenes, que con su admiración a hacia nosotros demuestran que estamos dejando una buena herencia.
E: ¿Qué significa para ti ser mayoral?
Teodoro: Al final el mayoral es la cabeza visible en el campo bravo, pero yo siempre que me preguntan ‘¿cuántos vaqueros están en la finca?’ Siempre respondo que cuatro porque yo me considero uno más. Lo único, que asumo más responsabilidades y tengo más contacto con el ganadero que es el que me va informando y yo luego se lo transmito a los demás. Pero yo soy uno más en mi trabajo. Además, me considero buen compañero, siempre me alegro de los triunfos de los demás porque sé el trabajo que hay detrás.
E: Por último, Teodoro, ¿qué sueño has cumplido y cual sueño te gustaría cumplir algún día?
Teodoro: Mi sueño era ser mayoral. Yo me acuerdo cuando empecé jugando de pequeño como mi nieto ahora, que juega con el toro y pica con su padre. Pues yo veía a Julio, Modesto y Antonio, que fueron mayorales de Victorino Martín y decía “¿cuándo llegaré yo a ser como ellos?” o “¿cuándo haré lo que ellos hacen?” porque yo los admiraba, eran mis héroes, mi ejemplo a seguir. Y creo que de alguna manera lo he cumplido, ya mejor o peor lo valoran o lo valorarán las personas.
Normalmente, esta profesión pasa de padres a hijos y yo inicie mi carrera en solitario, muy joven y alejado de mis padres, me he esforzado mucho y me ha costado mucho llegar a esto. Por eso uno admira más esta profesión.
Yo te digo una cosa, tengo 60 años y si tuviera que volver a empezar, volvería a ser mayoral. Porque siempre he hecho lo que he querido y lo que me ha gustado y creo que eso es lo más bonito en la vida. Sentirte mayoral o vaquero y decir “yo empecé con 16 años o 17 y tengo 60 o 70 y he terminado en esto…”. Sería mi mayor satisfacción, poder terminar mis días como profesional en lo mismo que empecé y ojalá en esta casa… Eso sería lo máximo, lo que más me gustaría, porque amo mi profesión.