Durante muchos años fue un dechado de gracia, de pellizco, de pureza y de clasicismo que conjugaba la castellana recedad de su carácter con la sevillanía innata de su toreo, de sus referentes. Con esas armas se convirtió en uno de los toreros con más orejas paseadas en Las Ventas, lo cual -aunque hoy parezca lo contrario- no es nada fácil. Puerta grande incluída un 2 de mayo que tendrá en el recuerdo tanto como a aquel toro de Montealto con el que tocó el cielo.
Pero a Jesús Martínez Barrios, Morenito de Aranda en los carteles, le han cambiado las circunstancias, las vivencias y las vicisitudes por las que a uno le toca transitar. Se ha visto fuera de los carteles de San Isidro -su San Isidro- por segundo año consecutivo, y viendo cómo algunos, con menos, van al baile. A él le toca volar por los alrededores, esperar que se vuelva a abrir la puerta de esa plaza. Su plaza. «Para mí todas las tardes son San Isidro», explica Jesús, «por muchas razones, pero sobre todo porque no me queda otra que vivir al máximo cada tarde que tengo el privilegio de vestirme de torero. A medida que vas madurando, te das cuenta de que si te vuelves agrio por algo que no tiene solución te privas tú mismo de vivir lo que sí tienes. Y no lo disfrutas. He aprendido a vivir al máximo cada minuto vestido de luces», asegura. Lo cual no es poco.
Es curioso que comienza su temporada este domingo en una corrida benéfica en Villaseca de la Sagra donde sus dos compañeros sí estarán en Madrid. Allí, sin embargo, la corrida saldrá igual para los tres… «Y es seria, que yo la conozco», garantiza, antes de seguir hablando, sobre el encierro de Peñajara preparado para la ocasión. Porque, efectivamente, no es sospechosa la localidad toledana de no echar un toro serio. «En Villaseca lo hacen todo de categoría», señala Jesús, ya hablando en serio. «Es una lástima que hayan tenido allí conflictos otros compañeros de las cuadrillas, porque la defensa de los valores de la tauromaquia que hace un pueblo de un par de miles de habitantes es titánica. Parece mentira que sean capaces de celebrar un certamen de novilladas sin caballos, otro con caballos, que ya es de los más importantes del mundo, y hasta corridas de toros, como en este caso. Merecen un monumento», sentencia.
Y, en su caso, es completamente cierto, porque es este tipo de plaza y las que se autogestionan en la Francia taurina lo que le está dando la vida. De una forma distinta, es verdad, de como empezaba cuando comenzó en la profesión. «Yo no me he olvidado de Manzanares, ni de Robles, ni de todos aquéllos toreros que yo admiraba y cuyos pasos trataba de seguir», explica de una forma muy analítica. «Es sólo que ahora me toca vivir otro tipo de tauromaquia y comprobar que también estoy capacitado para ejecutarla. Cuando hay que andar listo, despierto y muy fresco de mente, también soy capaz. Matar este tipo de corridas de toros, más duras, con diferentes comportamientos, te obliga a buscar dentro de ti. Y eso hace mucho más rica tu tauromaquia. Y también es bonito en el momento por el que estoy viviendo, aunque eso no es lo que algunos esperan de mi», asegura.
La alusión es clara a la plaza de Las Ventas. Su último paseíllo allí, vestido de gris plomo y azabache, se jugó el cuero de forma limpia con un corridón de toros de Samuel Flores, en la que el sobrero de José Cruz tompoco fue nada fácil. «Te toca vivir esa experiencia y tampoco te voy a decir que no me lo pensé cuando me la ofrecieron», apunta Morenito con los pies en el suelo, «pero me lo pensé poco. Hoy te digo que es una de las actuaciones de las que más orgulloso estoy en Madrid, porque yo sé lo que hice y lo que me costó». Sin embargo, su premio ha sido… no volver. Ni siquiera en el verano que hay que llenar para cumplir con el pliego.
Todo lo que venga a partir de ahora, comenzará, sin embargo, en Villaseca. El sábado. A las cinco de la tarde…