Fue uno de los novilleros que frecuentaba las ferias cuando decidió retirarse de los ruedos, allá por el año 2005. Hace, por tanto, veinte años de aquello. Desde entonces, la relación con el taurineo de Javier Blanco ha sido nula; siempre se mantuvo unido al toro, porque lo lleva en la sangre desde que nació, pero su discreta pasión no había trascendido nunca al gran público hasta que comenzó a rondarle por la cabeza la idea de tomar la alternativa, de cerrar aquel círculo que comenzó a fabricar y quedó inconcluso. Sentía la necesidad de «completar mi carrera, realizarme en mis objetivos», según explica.
Javier es un hombre sencillo, que pierde pocas veces la sonrisa y sabe tomarse con calma y paciencia las situaciones más complicadas. Tiene un temple manifiesto a la hora de responder -y ha ido ganando más con los años y la madurez- y eso se transmite luego, cuando tiene que pisar la arena. Es concienzudo, metódico y tremendamente competitivo, por eso la preparación para doctorarse en Moralzarzal el próximo 5 de abril está siendo intensa. Tanto, que asegura que a veces «tengo problemas para compaginarlo con el trabajo», lo que le ayuda a tener en mente que la alternativa será también -aunque nunca se pude segurar del todo- la despedida como matador.
De hecho, para conseguir su sueño y organizar un festejo como el que se celebrará en Moralzarzal, el pueblo donde tiene su finca, Los Linarejos, ha tenido que llegar a «un pacto de familia que todos hemos debido cumplir» y que subyace en el trasfondo de una tarde que ansía que sea tan bella como el sueño que un día le llevó a vestirse «de supermán», como recuerda sentirse la primera vez que vistió de luces.
Todo ello nos lo cuenta en una entrevista emotiva, sincera y cercana que lo acerca más a un mundo taruino en cuya tramoya siempre ha estado metido, pero en cuyas primeras líneas no ha figurado nunca. Discreción, temple y una arrebatadora pasión por el toro son las armas con las que se ha preparado.
Nos lo cuenta en la entrevista que ya pueden ver en el vídeo.

La carrera de Javier Blanco
Formado en la Escuela Taurina de Salamanca, Javier Blanco convivió toda su vida con un entorno taurino promovido por la gran afición de su padre, fotógrafo de profesión y taurino de corazón. Pronto llego un debut de luces que tuvo lugar en San Miguel de Valero el 8 de mayo de 1999, cuando cortó dos orejas y un rabo a erales de Cruz Madruga. En el cartel junto a él, el hoy banderillero de Borja Jiménez José Luis Barrero y el matador de toros Salvador Ruano. El debut con picadores llegó en Ledesma, coso regentado por Ángel Corral, su apoderado antes de que, en octubre de 2005, se hiciese cargo de él el que fue mucho más que un mentor, Andrés Sánchez. Fue en los Corpus de 2005, el 29 de mayo, cortando dos orejas a un encierro de Mercedes Pérez-Tabernero junto a José María Lázaro y Javier Benjumea.
Incluso se presentó en la plaza de toros de Las Ventas como el principal exponente de la novillería charra que era aquel año de 2006, cuando lidió al colorao ‘Librero’, utrero de Guadaira herrado con el número 14 y de 530 kilos de peso el 16 de mayo, en pleno San isidro. Junto a él actuaron el también salmantino Francisco Javier -que había salido en hombros en el mes de mayo con una novillada de El Serrano- y Marco Antonio Gómez. Sin embargo, no iría mucho más allá vistiendo el chispeante, porque fue precisamente ese año cuando, por sorpresa, tomó la decisión de retirarse. Desde entonces se ha venido dedicando a la gestión de los negocios familiares de su esposa, la hija del célebre empresario charro Juan José Hidalgo, fundador de Air Europa y el Grupo Globalia.
Blanco nunca se ha separado demasiado de su gran pasión, que es el toro. De hecho, es, desde hace unos años, ganadero de Villanueva, cuyo cuartel general está en Moralzarzal, en la finca Los Linarejos, en la que pastasen en su día los animales del hierro de Carmen Segovia. Es, además, el apoderado del también matador de toros Alejandro Fermín.
FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO










