TOREROS

La necesidad de ‘viceversa’: la verdadera razón por la que José Tomás no torea en público


jueves 3 julio, 2025

Si algo ha hecho grande a JT, más allá de su toreo, su personalidad magnética o su leyenda, ha sido su desobediencia a las normas del sistema

Jose Tomas
José Tomás en una imagen de archivo. © Luis Sánchez Olmedo

Pasará otro verano sin José Tomás. Y volverán a sonar las mismas preguntas, con los mismos tonos, entre resignados, incrédulos y un punto esperanzados. Que si está preparando algo, que si quiere reaparecer en silencio, que si la empresa de turno ha hablado con Salvador Boix. Y pasará también, una vez más, lo inevitable: que el mito permanezca dormido. Porque si algo ha hecho grande a José Tomás, más allá de su toreo profundo, de su personalidad magnética o de su leyenda casi bíblica, ha sido su desobediencia a las normas del sistema. Su empeño inquebrantable en torear porque quiere, cuando quiere, y si quiere.

No está toreando porque no le da la gana. Y esa, aunque duela, es la única verdad posible. No hay lesiones que lo impidan, ni veto alguno que lo margine. No hay ruptura con empresarios ni desencuentros con apoderados. No hay condiciones físicas que lo limiten ni necesidad alguna que lo empuje. No está, simplemente, porque no le nace. Porque su forma de estar en el toreo ha sido siempre una forma de estar en la vida: libre, indomable, radicalmente suya.

José Tomás se ha ido cuando ha querido y ha vuelto cuando le ha dado la gana. Sin ruedas de prensa, sin campañas, sin guiños ni promociones. Se fue después de arrasar Las Ventas una tarde de San Isidro en la que se sentó frente al toro para decir que no hacía falta más. Y volvió cuando sintió que debía volver, al filo de la muerte, después de que Aguascalientes casi se lo llevara para siempre con una cornada de otra época: desgarradora, brutal, simbólica. Porque con él todo ha sido siempre símbolo.

Jose Tomas (3)
José Tomás, a hombros en Nimes. © M. A. H.

Volvió para darse el lujo de inventarse otra forma de estar en el toreo. Una sin plazas llenas de cemento, sin ferias maratonianas, sin obligaciones ni servidumbres. Una temporada de un solo cartel. Un año, una tarde. Madrid, Nimes, Huelva, Granada, Málaga, Jaén… Una lista corta, selecta, intensa. Una forma de decir: “Si estoy, es porque lo necesito, no porque me necesitan.

Y cuando dejó de necesitarlo, volvió al silencio. A ese retiro que tan bien se le da. A esa lejanía en la que sigue siendo más torero que nadie. Porque mientras todos luchan por estar, él es más estando ausente. José Tomás no necesita la presencia para existir. Basta con pronunciar su nombre para que todo se detenga. Basta con evocar su figura para que el toreo tenga otro sentido.

Se ha ganado el derecho a decidir. A vivir sin tener que explicarse. A elegir el momento, el lugar y el cómo. Se lo ha ganado con sangre, con cornadas que hielan el alma —como aquella de Linares, como la del toreo al ralentí en Aguascalientes—, con silencios que se llenaban de eco, con faenas que marcaron época y con un desprecio absoluto a las reglas del juego. Ha sido, es y será un alma libre.

No está toreando porque su filosofía no le permite hacerlo por obligación. Y cuando eso cambie —si es que cambia— volverá a torear. Sin pedir permiso. Sin llamar la atención. Sin ruido. Porque nunca ha sido esclavo de la temporada ni del dinero. Su mayor privilegio ha sido siempre elegir. Y su mayor grandeza, hacer del toreo un acto de voluntad, no de necesidad.

José Tomás no está. Pero está. Porque el mito, cuando es verdadero, no necesita presencia. Se basta con el recuerdo. Y con la esperanza, siempre viva, de que un día vuelva. Aunque sea una sola vez. Aunque sea, como siempre, a su manera.

José Tomás
José Tomás en Alicante. © Joserra Lozano