En el campo bravo muchas veces la tragedia se adelanta a la gloria que se vive después en el ruedo. Situaciones que, aunque conocidas por quienes viven junto al toro, no dejan de sacudir el alma de ganaderos, vaqueros y mayorales. La víspera del embarque, cuando todo parecía dispuesto para cumplir el objetivo de lidiar en la Copa Chenel, varios toros se enzarzaron en una pelea que terminó de forma fatal. Al día siguiente, al ir a desenfundarlos, uno de ellos yacía muerto en el cercado. El toro estaba reseñado, elegido, listo. Pero no llegó a pisar la plaza.
Su historia se quebró en la propia dehesa, en silencio, sin que no fueran esos hermanos que lo golpearon hasta la muerte. Animal que aguantó con vida unas horas más, ese que moriría por las cornadas internas sufridas en una pelea donde -el tercero en discordia- fue el encargado de decantar la pelea. Pese al esmero de los veterinarios no se puso hacer nada por un astado al que su ganadero tenía marcado en rojo dentro de la camada.
Estas situaciones, por desgracia, no son infrecuentes. En los días previos al embarque, y más con el cambio de tiempo, el ambiente en el cercado cambia. Los astados se miden, se prueban, y en ocasiones la jerarquía se impone con una violencia irreparable. Cuando un toro cae en estas circunstancias, no solo se pierde un animal, aquí se pierden años de trabajo, genética, sueños, y sobre todo, se sufre por ver como un animal que cuidaste con tanto mimo acaba muerto y sin posibilidad de defender su vida en el ruedo.
Conscientes de este riesgo, muchos ganaderos han adoptado medidas preventivas para evitar peleas entre los hermanos de camada. La separación por lotes más reducidos, correr los toros para que estos se conozcan al tirarse las babas unos a otros, la vigilancia constante y un manejo pausado, meter becerros y añojos en los cercados…. Cada decisión se toma con la intención de evitar enfrentamientos innecesarios, sabiendo que el margen de error es mínimo. La bravura no se negocia, pero sí se puede encauzar con experiencia y oficio.
El toro bravo impredecible, por eso los ganaderos cruzan los dedos para que los animales lleguen sin problema a la plaza. Luego los corrales son otro cantar, una prueba más para el corazón de los ganaderos. El campo es el lugar donde empieza todo, pero también puede ser donde termine. A veces, la muerte llega antes de tiempo. Y cuando lo hace entre hermanos, la herida que deja va más allá de lo ganadero.
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Esta vez le tocó a un toro de Monte la Ermita, ganadería en claro ascenso que sufrió un duro golpe antes del embarque: Así es el toro bravo… Terminamos de desenfundar una corrida y nos encontramos este toro en el estado que se ve en el video con sus hermanos pegándoles cornadas, llamamos al veterinario que lo anestesia y cura. Pero a las horas muere a causa de la paliza se podía leer hace unos días en la cuenta de Instagram de la vacada madrileña, hierro que este fin de semana lidiaba tres ejemplares en la plaza de toros del Alalpardo (Madrid).
Un contratiempo que les obligó a llevar otro animal que no estaba entre los seleccionados para una corrida de toros que finalmente tuvo que suspenderse tras las cornadas sufridas por García Pulido y Álvaro Burdiel. Ambos fueron heridos al entrar a matar al segundo de Monte la Ermita -de nombre Duende y premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre– y al quinto de Montealto, vacada madrileña que pasta en Navalafuente y Cabanillas de la Sierra.
Tal y como citamos -por encima- en el párrafo anterior, el festejo quedó suspendido a la muerte del quinto animal de la tarde por precaución médica al estar siendo intervenido Álvaro Burdiel. Dicho toro, que hubiera sido lidiado por Juanito, no contaría en sus puntuaciones al ser el que le había correspondido en suerte a García Pulido. Un festejo accidentado tanto en los días previos -en el campo, como en el desembarque y posteriormente en el ruedo