LA CRÓNICA DE SAN ISIDRO

Toro Salvaje


domingo 25 mayo, 2025

Román, como sucedía con Jake LaMotta, tiene su carisma. Y entrega. Por ahí llega al profano y se gana el respeto del más docto. A ver quién le pone peros a su tarde de hoy en Las Ventas después de meter en cintura a un exigente Fuente Ymbro y levantar un domingo que pintaba plúmbeo

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Román cita al quinto toro. Foto: Olmedo

No es la técnica su mejor arma, pero Román, como sucedía con Jake LaMotta, el célebre Toro Salvaje, tiene su carisma. Hay veces que dudo si lo que le hace a los toros es por intuición, casualidad o conocimiento. Pero lo que no admite debate es su entrega. Por ahí llega al profano y se gana el respeto del más docto. Matices al margen, a ver quién le pone peros a su tarde de hoy en Las Ventas, después de meter en cintura a un exigente Fuente Ymbro y, además, de levantar un domingo que pintaba plúmbeo y con aires de resaca en el ambiente.

Muy armada y aparatosa, la corrida de Fuente Ymbro no es la más bonita que Gallardo haya lidiado en Las Ventas. Tampoco la mejor. Con el denominador común de su estrecha raza, los hubo que embistieron lo que les dejó su casta y otros a los que la carencia de la misma les incitó a defenderse. Los dos últimos toros subieron la media, sobre todo por emoción que generaron unas embestidas más correosas que enclasadas, pero que mantuvieron el interés de un público que los aplaudió con fuerza cuando se lo llevaron las mulillas.

Román, que había cumplido con el trámite de ponerse por los dos pitones del desagradable tercero, que vino siempre por dentro, punteando los engaños, sorteó en quinto lugar un animal feo, cabezón, amplio y paliabierto que fue sin embargo el más humillador del envío. Quiso siempre coger los chismes por abajo de salida pero se puso gazapón durante el tercio de varas y en banderillas se vino al paso, midiendo y desarrollando.

No pretendo equiparar estilos ni disciplinas, pero cuando Román le dio metros a ese quinto toro me acordé de la manera de atacar, más persistente que agresiva, de LaMotta y cómo el púgil neoyorquino de ascendencia italiana fue gente en el boxeo siendo fiel a su reconocida constancia. Se arrancó alegre el toro de Gallardo, pero vino siempre rebotado, y con la cara suelta. Fue la inercia, gracias al sitio que le dio Román, lo que le hizo pasar. La muleta por delante y el ajuste en los embroques añadieron emoción a cada envite. 

Por el lado izquierdo el toro fue menos claro, vino más por dentro, de modo que el valenciano volvió a la derecha para exigir al toro más en corto y firmar una serie cumbre. Por rotunda y sometida. Bramaron los tendidos. Volvió a enganchar al toro por delante en otra serie de parecido son, pero en mitad de la misma el toro dijo basta, resentido al verse tan obligado. 

Decidió entonces Román cambiarse la muleta por la espalda para ligar un natural al pecho, y cuando se puso por el lado zurdo, el animal le prendió por la rodilla izquierda, a la altura de la corva y lo volteó, de modo violento. Dio la impresión de estar herido en la citada extremidad, pero se levantó sin mirarse para concluir la faena por el mismo pitón, cerrarla con angustiosas bernadinas (imposible apretarse más) y rubricarla de media estocada precedida de un pinchazo. La oreja obtenida en recompensa no será la más importante de este San Isidro, pero seguro que cuenta entre las de mayor mérito y autenticidad.

Pensé, sinceramente, que Diego San Román cortaría otra oreja del castaño sexto, pero cuando éste cayó después de media tocada apenas si hubo demanda desde el tendido. Toro largo, ensillado y tan armado como sus hermanos, lo picaron trasero (en general se picó muy mal toda la corrida) y a la muleta llego protestando y derrotando con saña por el lado derecho. Se cambió de pitón el torero y con la zurda, tragando y consintiéndole mucho, consiguió imponerse a él. Tres series de naturales de mucha verdad por la angostura de las mismas, jugándose el tipo en cada arrancada, a cada cual más emocionante, pero a la vez más incierta.

Ya había dejado su tarjeta de visita el torero queretano con un tremendo quite por gaoneras, abierto con una caleserina, sin pestañear, al toro de la confirmación, fino y fibroso, muy armado, con desarrollo de pitón. Tuvo el de Gallardo el genio del manso que no quiere pelea, se movió al principio soltando la cara para acabar desentendiéndose del engaño y yéndose a tablas. Estuvo digno el mexicano, que consiguió algún muletazo encajado sobre la derecha entre huida y huida, y lo mató de una habilidosa estocada con el toro rendido y apoyado materialmente en tablas. 

No tuvo opciones en linarense Curro Díaz, ni con el montado segundo, que después del tercio de varas se aculó en tablas dejando entrever sus pocas ganas de pelea, ni después con el deslucido cuarto, que se quedó debajo y de defendió con violencia. Torero ya veterano y curtido (51 años le contemplan) que está para otro tipo de empresas. Por ejemplo, para disfrutarlo con matadores de su palo y ganaderías que le permitan mostrar la plasticidad de su toreo y la elegancia de sus inigualables aperturas de faena. Es nuestra humilde opinión.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Las Ventas (Madrid). 15ª de la Feria de San Isidro. Corrida de toros. Casi lleno.

Toros de Fuente Ymbro. Manso de libro el primero; apagado un segundo de viaje muy a menos; cada vez más a menos el deslucido tercero; también de muy poco poder el desclasado cuarto; de brava condición y duración el importante quinto; de mucho peligro el sexto.

Curro Díaz, de rosa y oro: Silencio y silencio

Román, de grana y oro: Silencio y oreja

Diego San Román, malva y oro: Ovación y ovación tras aviso

FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO

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