En tierras extremeñas de Moraleja se encuentra las fincas Las Tiesas de Santa María, cuartel general de la ganadería de Victorino Martín. En los adehesados pagos extremeños pastan los animales de esta ganadería tan particular, un hierro que con el paso de los años se ha convertido en santo y seña del aficionado. La exigencia de sus animales y el buen fondo de estos han propiciado durante lustros faenas memorables.
Pero esto es algo que no siempre ha sido fácil por la complejidad que entraña el conseguir un animal bravo sin caer en ese tan denostado genio, ese que viene derivado de la defensa y la falta de entrega. En esta casa son conscientes que el toro tiene que tener exigencia, codicia y no rendirse ante el castigo, pero también saben que la nobleza es fundamental, la fijeza, encontrar un toro agradecido cuando se le hacen las cosas bien es básico para el toreo de hoy en día.
Una casa ganadera que no siempre ha ido de la mano de los tiempos, es decir, se ha dejado guiar por aquello que ellos creían que era más beneficioso para su casa. Mientras que en muchas ganaderías enfundan a los cuatreños nada más finalizar la temporada, en esta casa no son muy amigos de llevar a cabo esta práctica, salvo en contadas ocasiones. Aquí tampoco se corren a los toros, prefieren tenerlos en cercados amplios con importantes pendientes, colocando el agua en un extremo del cercado y la comida en otro, obligando así al toro a moverse.
Una práctica que hace que los toros de Victorino no sesteen durante todo el día
Con esto se consigue que los toros -en este caso de Victorino- no anden todo el día sesteando, más si cabe en época de altas temperaturas donde se busca el cobijo de la sombra. En esta casa ganadera los animales viven en cercados amplios, de ahí que los astados tengan que recorrer grandes extensiones de terreno para beber y alimentarse. Una vez que se acerca la temporada pasan a cercas más pequeñas esperando el día de su lidia en la plaza.
Allá por los años 80, dos ganaderos como Álvaro y Juan Pedro Domecq empezaron a correr a los toros, se dieron cuenta que estos debían de ser unos atletas para luego no acusar el esfuerzo de la plaza. Innovaron en el llamado toródromo, un lugar donde los animales podían hacer ejercicio y coger fondo sin miedo sufrir lesión alguna. Una práctica que con los años se extendió a gran parte de las ganaderías de bravo.
Pero existían inconvenientes, el animal bravo debía correr por un lugar donde sus pezuñas no sufrieran, de ahí que Juan Pedro decidiera hacer un corredero e implantar un nuevo piso de arena como los que se pueden ver en los hipódromos; así el toro no sufriría con el barro del invierno y la dureza por la sequedad del suelo en verano. Con el paso de los años se han ido perfeccionando estas prácticas, esas que no convencieron a un Victorino Martín que hace tiempo que tomó una decisión respecto a este tema.