EL TENDIDO DE LOS SASTRES

Triniá mi triniá


jueves 8 junio, 2017

La tarde fue de Juan del Álamo, que estuvo hecho un torerazo de principio a fin y salió por la puerta grande... pero me he permitido robar parte del protagonismo a quien de verdad lo merece: el presi

La tarde fue de Juan del Álamo, que estuvo hecho un torerazo de principio a fin y salió por la puerta grande... pero me he permitido robar parte del protagonismo a quien de verdad lo merece: el presi

FRANCISCO MARCH

«Qué tienes en la mirá/ que no me pareces buena/que no
me pareces buena/

Triniá, mi Trini, ay, mi Triniá» (al cante, Marifé de
Triana)

La tarde fue de Juan del Álamo, que estuvo hecho un torerazo
de principio a fin y salió por la puerta grande. Pero como mis compañeros de
este Magazine (que, dicho sea de paso, lo están bordando) ya seguro se lo
explican, me he permitido robar parte del protagonismo a quien de verdad lo
merece, el torero salmantino, y darle el titular al presidente.

El policía del palco se llama Trinidad López Pastor e hizo
lo posible para que el sueño del torero no se cumpliera, negándole la segunda oreja de su primer toro (lo toreó
de manera sensacional, reunido,
ajustado, profundo, con ligazón,
armonía…y lo mató por arriba ¿qué más se requiere ? ) pedida con esa fuerza
huracanada que en ocasiones se desata en Las Ventas,

Pero quedaba una bala en la recámara de la memoria y el
público así lo hizo saber cuando una ovación , justo antes de que saliera el
sexto, quiso decir a Juan del Álamo que estaban con él. Y el torero que (serán
cosas mías) parecía transfigurado ya en el paseillo, relajado, incluso
sonriente (él, de por sí serio y poco expresivo) lo agradeció como un jabato,
fajándose con el de Alcurrucén (los Lozano echaron tres toros superiores),
robándole muletazos a fuerza de exponer. Por eso volvieron a airearse los pañuelos blancos : Las Ventas es de las pocas plazas en las que
aún acude la gente con pañuelos blancos, algunos también con el verde , ya
saben y las orejas se piden como dios manda, nada de almohadillas y kleenex. Y
ahí, don Trinidad, no tuvo otra que sacar el suyo y , con él, la llave de la
puerta de la gloria, bajo la que del Álamo pasó acordándose (como luego dijo,
ya en la furgoneta) de otro torero, Víctor Barrio, compañero que no rival desde
tiempos sin caballos, que , seguro, aplaudía desde el balconcillo del cielo de
los toreros, purísima y oro.

Ya me olvidé de don Trinidad (es lo que tiene su función) al
tiempo que crece en mi pensamiento y alborota el corazón el toreo de Juan del
Álamo, torero salmantino.

Y, por eso, de la copla del título, al pasodoble final:

«Salamanca bendita/qué cosita bonita/cante flamenco,
toro y torero». (al cante Rafael Farina)