Quizá no era ganadero de culto. Quizá no era pilar del presente taurino. Tampoco era, quizá, fundamental para entender el rito del hoy, pero sí para que éste le honre como alguien que dio parte de su vida a esta liturgia, a esta forma de vivir y de ser. Porque no tenía necesidad Pedro Trapote de invertir en un sector que ni le ha dado de comer ni quizá le iba a dar por la situación que el campo bravo lleva consigo. No tenía necesidad material, mas sí espiritual.
El destino le ha dado un bajonazo a la eternidad con su pronto adiós. Demasiado pronto ese hasta luego. Con largas décadas aún por delante, un trincherazo se lo ha arrebatado al presente de golpe. Un hombre de corazón. Porque para ser confidente de la mismísima pureza andante que es José Tomás tienes que ser muy grande… y muy hombre.
Hablan de él como gente pura, como gente honesta, como fiel amigo de sus amigos. Tapado pero presente. Desde el burladero pero atento. El toreo despide, en silencio, a Pedro Trapote, el empresario que decidió apostar por ser ganadero. El que un día soñó sentirse libre criando al animal más bello del orbe. A él hoy, en silencio, lo despide la tauromaquia, y nosotros nos unimos al dolor de sus amigos.