ARTÍCULO

A un torero muerto


jueves 22 junio, 2017

Todos estos días me he acordado de la última noche de Iván en Medellín, esa ciudad que lo hizo su torero y que él la hizo su ciudad

Todos estos días me he acordado de la última noche de Iván en Medellín, esa ciudad que lo hizo su torero y que él la hizo su ciudad

LUCAS MORALES MÚNERA

Detenerse a
juzgar a quienes en su miserableza se mofan y disfrutan por la mala suerte de
una persona que en ejercicio de su pasión perdió la vida no es el objetivo de
estas letras, siendo consciente y consecuente con el rito taurino, en el que
tanto se pregona que es el baile de la vida y la muerte este tipo de cosas, que
nadie quisiera que pasen, pasan. Y pasan porque hay tanta verdad dentro de un
ruedo que la muerte es real, que no hay segundos actos y que el protagonista de
luces que cae en la arena no va a volver en la próxima función a repetir la
escena de su muerte.

Todos estos días
me he acordado de la última noche de Iván en Medellín, esa ciudad que lo hizo
su torero y que él la hizo su ciudad. La verdad no le fue bien, releí lo que
escribí de aquella noche y se habla de una vuelta al ruedo que dio por su
propio pie. En ese momento con el ojo crítico y aguzado que me exigía la
responsabilidad de contar fielmente lo que pasaba en el ruedo no me permitió
entenderlo, ahora como un gesto poético me podría atrever a decir que esa
última vuelta que dio sin nadie pedirlo y mucho menos sin que nadie imaginara
lo que iba a pasar 6 meses después, era su manera de decirle gracias a
Medellín, a la ciudad en que triunfó, no sólo dentro del ruedo sino también
fuera de él, la que hizo llenar el ruedo de niños que querían aprender a usar
un capote, a la de los niños del hospital por el que toreaba de manera
desinteresada, gracias a esa Medellín que lo vio hacerse triunfador de manera
democrática de su temporada. Hoy esa Medellín le tiene que decir a Iván que
gracias, que fue un gusto, que seguramente la faena a Campesino va a ser eterna
como eterno va a ser el recuerdo suyo en este ruedo.

Su cuerpo se
hizo cenizas, pero su recuerdo se hizo eterno. Gloria eterna a quienes dieron
su vida por lo que más amaban, gloria eterna a los que enseñan que los sueños
se cumplen con trabajo y con honradez, gloria eterna a los que son capaces de
ser héroes con la capa por delante y defender un estilo de vida del que tanto
nos critican, pero del que siempre salimos con la cabeza arriba.