EDITORIAL

Una cuestión matemática


miércoles 30 junio, 2021

En el toreo, hay quien sigue pesando el kilo de El Cordobés para ver que tiene un millón entre sus manos y la ambición degradada le lleva a tirar piedras contra la lógica: hablamos de Valencia

Valencia Noche

El toreo debió aprender matemáticas cuando la peste llegó a su vida. Lo que antes era un casi lleno que el empresario vendía en el despacho como tres cuartos toreando los huecos y el apoderado intentaba rebañar como un coso preñado para llevarse la manteca, ahora no tiene margen a error. Porque si no, no es que pierda la empresa, es que los grilletes se llevan al talego a quien incumpla lo que dice la ley. Por eso el toreo, que ahora ha debido aprender de Matemáticas, intenta con ellas desdeñar a quien no le conviene.  

Valencia Noche

Se le echaron a Simón las hienas en redes y medios por defender, el pasado 17 de junio, que una plaza de primera y pública no podía abrir con sólo 3.000 entradas, cuyo precio por cierto también interviene la Administración. Pasó una noche, pasó una mañana, y ni al primer ni al séptimo ni al décimo segundo día ha cambiado un ápice la restricción, a pesar de que algunos se frotaban las manos para que este día 29 lo hiciese y dejase a la altura del betún el lógico planteamiento de Casas: será hasta el 15 de julio, de momento, cuando mantenga la Generalitat Valenciana las medidas que aforan a 4.000 las localidades máximas para vender en la calle de Xátiva.

4.000 personas que parten de dos bases: una, que son menos del 50% de la plaza; dos, que a ese total hay que restarle las invitaciones que Diputación exige para que alcaldes y concejales de turno acudan gratis a los toros aunque luego no den un pitón en sus municipios. Es decir, que lo que no han hecho el resto de cosos PÚBLICOS en todo el año, se le exige ahora al productor.

Y al montante positivo de una tarde de figuras (sin tele) réstele, así a ojo y por día, los 3.000 de la cuadra de caballos y mulillas; los 5.000 del equipo médico; los 3.000 de los veterinarios; los 2.000 de los transportes -siempre que sea una única ganadería y no haya que desplazarse más-; los 15.000 de la Seguridad Social; los 3.000 de gastos administrativos; otros 3.000 de gastos varios e imprevistos de última hora; y el dinero en publicidad y cartelería de los festejos. Más de 31.00 euros por tarde sin contar ni el sueldo de personal de plaza ni el de toreros, subalternos y ganaderos. Y sólo pudiendo vender 3.000 entradas en una plaza de primera en la que hay que soltar también la tela del canon para poder abrirla. Cuestión de matemáticas, no de no querer dar toros.

Parte de este sector, tan acostumbrado a rajar incluso de su propio espectáculo con el fin de conseguir su esportón lleno, lo hizo contra un Simón que ha llenado en lo permitido Alicante -plaza de segunda-, Nimes y Madrid en lo que va de campaña. Tres cosos cualquiera, por cierto.

Eso mismo no puede decirlo, por el momento, Pamplona, una plaza que ni siquiera ha tenido la dignidad de dar explicaciones de porqué no daba un festejo -con el alcalde de la ciudad incluso a la contra- cuando el toreo siempre ha estado a su lado para defender a la Casa de Misericordia y, ahora que éste está necesitado, le da la espalda; eso mismo tampoco puede decirlo Zaragoza, ni una Malagueta cuya Diputación no ha dado aún explicación oficial (sí se sabe de forma oficiosa la gestión de Garzón) sobre el futuro de su coso, ni tampoco una Maestranza que aún no ha devuelto a la vida a la calle Adriano. Tan sólo Córdoba (privada) ha dado toros obra de un comprometido Garzón; y Madrid ha reabierto tras la tormenta electoral que amenazó con cerrar Las Ventas. 

Ahora que el toreo ha debido aprender matemáticas para sobrevivir en una globalización que supera al 90% de quien gobierna el futuro de este espectáculo, parte de éste usa su fuerza para vilipendiar la lógica. Porque hay quien sigue pesando el kilo de El Cordobés para ver que tiene un millón entre sus manos.