Había expectación y un gran interés por ver tomar la alternativa a José Garrido, el novillero que más importante ha firmado su paso por el escalafón inferior en los últimos años. Como padrino, Enrique Ponce en su alternativa número 64, y como testigo el galo Sebastián Castella, ante un encierro de Parladé.
Le costó salir a Lengualarga, y más aún romper a galopar, pero cuando lo hizo tuvo fijeza y largura en las verónicas encajadas y con el pecho volcado de Jose Garrido. Pero fue devuelto el toro en banderillas para que saliera el sobrero. De Juan Pedro era éste, bajo y reunido, codicioso en la acometida, humillado y con clase en el manojo de verónicas con que lo saludó un brillante Garrido. De bella fábrica fueron las chicuelinas del quite, de mano muy baja y ligazón emotiva. Muy centrado el torero extremeño en todo momento, fue toreando para el animal, sin exigir en el inicio, para ir incrementando la marcha mientras el animal iba perdiendo gas y se comportaba con menos clase. Se lastimó, además, la mano derecha, y a lo deslucido de la embestida le unió la merma física. Tuvo voluntad y mucho oficio Garrido para intentar manterner el interés, responsable y capaz para lucir, pero con el triunfo imposible.
Galopó con mucha alegría de salida el sexto, que derribó al penco con mucho poder y empuje con los riñones. Hasta allí lo
había galleado por chicuelinas Garrido, muy capaz. Tuvo emoción el inicio poderoso del extremeño, que supo perderle el paso para fomentarle el ritmo que no terminaba de coger el inquieto toro. Le plantó cara con voluntad Garrido a la avispa, que no le dejó respirar ni un momento. Anduvo firme con el trapo para meterlo primero, imponerse después y despedirlo quitándole la intención de reponer y buscar tobillo al venirse por dentro. Muy exigente el de Juan Pedro, que terminó por quedarse corto y planteando un examen complicado que solventó José con solvencia y capacidad. Concluyó con manoletinas de valor y con una estocada que propició una vuelta al ruedo.
Tuvieron aseo las verónicas de Ponce al segundo, al que le faltó entrega en el percal y también en el peto de Palomares. Obligó el animal a Ponce a sacar el oficio y las manos expertas para echarlo adelante. Se dobló con él en el inicio y tuvo paciencia para sobarlo, pero no había clase en el fondo del toro y la porfía de Ponce se perdió entre caras naturales, reposiciones constantes y remisiones a la embestida que impacientaron al público. Lo mató con brevedad y escuchó silencio.
El Parladé que hizo cuarto se fue para atrás después de visitar al penco y salió en su lugar un sobrero de El Pilar que llegó a la muleta sin gran boyantía ni chispa, y con Ponce poco convencido de la faena. Y abueyado fue el comportamiento del basto toro, que perdió las manos cuando quiso emplearse y mantuvo la humillación sin gracia ninguna cuando la tomó hasta atrás. Tuvo paciencia Ponce para verle las cualidades y comprendió que el secreto estaba en dejarle la muleta en el belfo y templarle mucho los trazos. Tiró de pulso Enrique para lucir en Sevilla y aprovecharle al animal la voluntad de seguir el trapo, aunque no sirviera para tocar pelo.
Con limpieza lanceó Castella al serio tercero, toro de corto viaje en el capote que fue ganando en claridad a partir del encuentro en varas, donde se arrancó con más alegría que empujó. A más fue el animal en la muleta, repitiendo con emoción y calidad cuando le dejaban la tela en el morro. Empujó con los riñones cuando le suavizó Castella los naturales al ralentí, sin querer ligarlos, buscando la calidad. Sí lo ligó con la diestra, ganándole la acción al animal y tocando con precisión para trazar con valor. Muy templado siempre, dejó un circular invertido de mimado trazo para desplantarse despúes con mucho valor, ofreciendo todas sus versiones. Mal con los aceros, escuchó una ovación.
Fue espectacular el tercio de varas al quinto, que se arrancó con largura y alegría para el buen puyazo de Doblado, que lo había picado incluso desde el suelo tras el derribo en el primer encuentro. Llegó a la muleta galopando en el cambiado que le sopló Castella en los medios, pero sintió la obligación, templando más su viaje. Fue ese temple el que aplicó y aprovechó el galo para darle mucha limpieza hasta que se vino a menos el animal. Siguió el francés dando suavidad a la embestida, que ya protestaba y llegaba con el pitón cambiado. Parsimonioso y capaz Castella, se encontró con un toro rajado que abandonó la pelea para que se acabase allí la opción.
FICHA DEL FESTEJO
Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Feria de Abril. Tres cuartos de entrada en los tendidos.
Toros de Juan Pedro Domecq y Parladé, bien presentados y con armonía en las hechuras. Devuelto el primero por cojo; deslucido y a menos el primero bis; sos y remiso el desclasado segundo; con calidad y duración el buen tercero; devuelto el cuarto por tullido; humillador y pasador sin gracia el sobrero cuarto; rajado y a menos el quinto: exigente y con mucha movilidad el sexto.
Enrique Ponce (gris perla y oro): silencio y ovación tras aviso.
Sebastián Castella (lila y oro): ovación tras aviso y silencio.
José Garrido (celeste y plata), que toma la alternativa: ovación y vuelta al ruedo.
FOTOGALERÍA: ARJONA