El campo bravo es un lugar mágico para todos aquellos que saben apreciarlo, da igual que sean expertos conocidos o aquellos que llegan por primera vez al mismo. Se trata de dejarse llevar, de apreciar los pequeños detalles y no perder ojo de lo que te rodea. Vacas, becerros, caballos, utreros, añojos, toros, zorros, venados, cochinos… todo forma parte de un ecosistema único que protege el toro bravo.
Y todo ello también puede verse a través de las redes sociales gracias al gran trabajo que hacen desde la ganadería de Victorino Martín y Monteviejo. Aquí cada semana se suelen publicar varios vídeos del día a día de la ganadería. Hoy toca visitar el cercado de las vacas madres del segundo hierro de la casa, pero no todo va a ser coser y cantar, aquí hay que apretarse los machos porque las vacas de Monteviejo andan revueltas.
Una de ellas anda midiendo a los caballistas, no le gusta que anden por allí husmeando. A diferencia de otros días son varios los hombres que van a caballo, no es el vaquero que las suele visitar, de ahí que estén intranquilas. Para calmarlas se llevan a los mansos, esos que se encargarán de arroparlas para cambiarlas de cerca o llevarlas a corrales. Pero una de ellas anda con su becerro, al cual protege de todo intruso.
El vaquero de Victorino se acerca a las hembras y es cuando una de ellas se arranca
En este vídeo publicado en la cuenta de YouTube de la ganadería cacereña vemos cómo el vaquero se acerca al hato de hembras con mucho sigilo, al paso, pero este se encuentra con una sorpresa, en vez de salir corriendo y huir del caballo, tanto el animal de pocas horas como su madre deciden seguir curiosos al animal. El pequeño tiene curiosidad por conocer quién es ese animal tordo de cuatro patas. La madre le sigue a varios metros de distancia para no perderlo de vista.
Este es un tipo de animal vivo, fino de cabos, de mirada penetrante y un comportamiento muchas veces altivo en el campo. Es además un animal que suele ser muy astifino y con las defensas muy desarrolladas, un tipo de animal con el que hay que medir siempre las distancias y al que no hay que perderle nunca la cara, más si cabe cuando anda ofuscado. Por suerte acaban llevando a madre e hija al un corral grande donde se procederá al saneamiento en casa de Victorino.