Desde hace varios lustros la finca abulense de Valdeolivas y la toledana de El Arco han sido el cuartel general de la ganadería de Valdeolivas, una explotación agropecuaria gestionada a través de Campos de Ávila y Segovia Explotaciones Agrícolas y ganaderas. Un proyecto que ha comandado la familia Gil desde los años 80, siendo administrador único su hijo Miguel Ángel Gil, un apasionado del toro y el caballo.
Una serie de animales que llegarían a manos de la familia Gil a comienzos de los 90, pero que tiene una historia detrás que data de pocos años después de la Guerra Civil. Tras el fallecimiento de la Marquesa de Villamarta, y al dividirse en 1941 la ganadería entre sus herederos, uno de los lotes correspondió a su fija doña Consuelo Ramos-Paul Dávila, la cual en 1965 se la vendió a los hermanos Buendía Ramírez de Arellano que la anunciaron como “La Quinta” y eliminaron todo lo anterior, formándola con vacas y sementales de don Joaquín Buendía, de puro origen Santa Coloma. Esta ganadería fue vendida en 1988 a don Álvaro Martínez Conradi.
En 1992, don Miguel Ángel Gil Marín adquiere únicamente los derechos del hierro. Decide variar el diseño y formar su ganadería con reses de dos procedencias diferentes. De una parte, animales de origen Núñez, a través de las compras realizadas a los señores Núñez, a la ganadería Manolo González y a la ganadería El Toril. De otra, animales con sangre Marqués de Domecq, mediante compras realizadas a la Ganadería Marqués de Domecq y sementales de la ganadería Martelilla, de puro origen Marqués de Domecq.
Ahí es donde se forma una vacada que con los años llegó a tener un número importante de cabezas de ganado. Sus reses bravas compartían espacio con otros animales de caza para los dos cotos que gestiona y que gozan de muy buen crédito entre los cazadores. Allí crían muflón, jabalí, venado…
Ahora, y tras la salida del ganado bravo, Valdeolivas se ha convertido en una importante yeguada ubicada en la Serranía de Gredos, un lugar donde hasta no hace mucho convivían en los amplios cercados de ambas fincas las vacas de vientre y las yeguas de la ganadería. Pero la llegada de la pandemia y un mercado cada vez más hermético hicieron que la ganadería poco a poco fuera menguando hasta eliminar todo el ganado bravo que pastaba en ésta.
Parte de esas vacas pusieron rumbo hace unos años a tierras cacereñas para ir a la ganadería de Ciriaco Toscano, que a su vez vendió hace unos meses las últimas vacas y machos que quedaban hasta tierras sevillanas de Guillena, en concreto al proyecto ganadero que el empresario y político peruano Alfredo Barnechea quiere poner en marcha.